Margarita Contreras y Luis Vicente Elías firman una obra editada por la Institución Gran Duque de Alba que completa el Atlas del Cultivo Tradicional del Viñedo
Antiguas ermitas, hoy desaparecidas en Navaluenga: Ermita de San Juan
Por Juan Carlos Grande
Existen numerosas costumbres asociadas a la festividad del Día de San Juan. Los jóvenes adornaban, al amanecer, el contrafuerte del puente románico de Navaluenga con flores, ramas y telas de colores. Los vecinos del pueblo recibían el alba sobre el puente viejo o en la orilla del río Alberche para recibir las gracias del Santo. Los ganaderos cruzaban sus ganados por el río para protegerlos de la sarna y el rocío de la mañana sanaba enfermedades de la piel.
Existía la costumbre de soló bañarse en el río al amanecer puesto que se decía que "el que se bañaba el Día de San Juan, se ahoga el Día de San Pedro". Estas tradiciones y costumbres nos ilustran sobre la posible existencia de cierta festividad relacionada con el 24 de junio, festividad de San Juan Bautista.
Refieren los mayores que la zona donde está construida la plaza de toros de Navaluenga, edificada en torno a 1958, se denominaba en el pasado 'Cerrillo de San Juan'. Un lugar provisto de muchas rocas, que se utilizaban para el arreglo de las calles del pueblo. No sería descabellado pensar que en este lugar pudo existir una pequeña ermita dedicada a San Juan Bautista, hoy desaparecida, dando lugar al nombre del paraje. Se hallaría, por tanto, junto al Camino Viejo de El Barraco/ San Juan de la Nava.
Esta ermita cumpliría, como hemos referido en las ermitas anteriores, con la protección de los caminos y de los caminantes. Habiendo heredado, de forma al menos indirecta, con la función que tenían en el mundo romano los compita vialia o capilla de la Lares Viales, que eran genios protectores de los caminos a los que el viajero en la salida o entrada del pueblo, acudía a encomendarse a los Dioses o a dedicar sus votos de agradecimiento por los riegos afortunadamente evitados. Así lo recoge el profesor Emilio Rodríguez Almeida en su libro 'Puentes Históricos de Ávila', publicado en el año 2016.
Quizás uno de ritos más llamativos cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, fueron los tratamientos de las hernias de los bebés. El ritual lo llevaba a cabo un hombre y una mujer. Si el curandero era varón, la mamá era la ayudanta y si era una curandera sería el padre el ayudante.
Se buscaba un pequeño roble, sauce o higuera que tuviera una bifurcación en su tallo en forma de horca, se practicaba una incisión longitudinal separando ambos brazos de la horca y se pasaba entre medias de ambos vástagos al bebé herniado, al tiempo que se iba diciendo esta letanía: "Dame el niño, Juan, tómalo María, sane esta criatura de la quebrería", "Toma el niño, Juan, dámelo María, sane la criatura de la quebrería, por la Gracia de Dios y de la Virgen María".
Así se pasaba el bebé y se rezaba la plegaría para enseguida, unir los vástagos y anudarlos fuertemente con una cuerda, partiendo siempre de un nudo de somosta y sin cruzar los dos cabos al atar. Conforme sanaba la herida del árbol, iba sanando la hernia.
Este curioso rito se cristianizó sumando la plegaria en el que se incluye a la figura de la Virgen María y San Juan como obradores de la sanación, dejando en segundo plano al árbol, figura principal en el origen del rito junto con la curandera o sanador.
Otros remedios y ritos de origen pagano fueron la eliminación de clavos y verrugas de las manos haciendo nudos en una retama, un nudo por clavo, y conforme se iba secando la guía anudada, iba mermando el clavo hasta que la retama se secaba y el clavo desaparecía. Las verrugas se trataban enterrando agallas de roble en el suelo o colocando hojas de 'Yantel' entre dos rocas dispuestas en un camino por el que la persona no pasara en varios días hasta la desaparición de la verruga.
No podemos olvidar que en el imaginario popular la festividad del Día de San Juan está íntimamente ligado con las leyendas de moras que aparecen, este día, vestidas de blanco para bañarse en las frías aguas del Alberche, junto al puente o peinarse a la puerta de la Cueva de la Mora, en la Peña de la Mora o cerca de una fuente.