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Los actos celebrados la pasada semana en torno al capitán general abulense Sancho Vázquez Dávila y Daza, con motivo del V Centenario de su nacimiento en Ávila el 21 de septiembre de 1523 (falleció en Lisboa el 8 de junio de 1583), invitan a reflexionar sobre su figura y legado, tras la buena acogida e interés despertado entre los abulenses.
Fueron actos de reconocimiento a sus méritos militares y de redescubrimiento de su figura, históricamente muy relevante, como demuestran el hecho de que aparezca entre los grandes militares abulenses en el Monumento a las Grandezas y entre los medallones de la plaza mayor de Salamanca, tenga calles dedicadas en Ávila, Madrid y ciudades de todo el mundo, se hayan publicado sobre él libros y decenas de artículos en revistas de historia general y militar, dé nombre, en la colección de 'espadas históricas y artesanales', a la conocida como 'espada de Sancho Dávila', cuyo original se encuentra en el Museo de la Armería de Madrid, y siga generando estudios sobre las acciones que protagonizó.
Las Jornadas sobre Sancho Dávila y su tiempo, organizadas desde el Área de Cultura de la Diputación y la Institución Gran Duque de Alba, contaron con la presencia del presidente, Carlos García González, y el teniente general Muro Benayas en el acto inaugural del Patio de Armas del Torreón de los Múxica o de los Guzmanes, al que asistieron autoridades civiles, académicas y militares y personas interesadas en su conocimiento.
Las conferencias en el Salón de Actos del Archivo General Militar, a cargo del propio César Muro Benayas y los especialistas Félix Martínez Llorente, Serafín de Tapia Sánchez, Sonsoles Sánchez-Reyes Peñamaría, Eduardo Duque Pindado y Emiliano González Díaz, superaron con frecuencia el centenar de asistentes.
Y resultaron muy novedosos los tres actos celebrados el domingo día 23, que se iniciaron con una visita a la casa Palacio del arcediano Pedro Daza, hermano de la madre de Sancho Dávila, Ana Daza, y fundador, asimismo, de la capilla de las Cuevas en la Catedral de Ávila en 1520, fecha en la que ya estaría construido el palacio, ubicado en la Dehesa del Pinar de Miraflores, en el término municipal de Ávila.
La visita, con un aforo limitado a 40 personas, fue guiada por Alonso Álvarez de Toledo, XII marqués de Villanueva de Valdueza, XI vizconde de Armería, caballero de Calatrava, descendiente directo de Sancho Dávila en su decimoquinta generación, emparentado igualmente con los duques de Alba, con los que comparte apellidos, y conocido también por ser el presidente de la Asociación de Criadores de Ganado Vacuno de Raza Avileña-Negra Ibérica desde hace 44 años y creador de la raza de perros de Valdueza, admitida oficialmente en el año 2020.
En la mesa redonda que se celebró después en la sala Sancho Dávila del palacio, participaron el propio anfitrión, así como Gonzalo Martín García, autor del libro Sancho Dávila, soldado del Rey, el doctor en Derecho Eduardo Duque y quien escribe estas líneas como director de la Institución Gran Duque de Alba, junto con el Presidente de la Diputación, quien se dirigió a los asistentes para expresar su apoyo a iniciativas que como ésta contribuyan a reconocer los méritos y la labor de los abulenses a través de la historia. Intervino también en el acto Mauricio Melgar, marqués de Regalía.
Se encontraban presentes asimismo la marquesa de Valdueza, Isabel Argüelles Salaverría, y los hijos e hijas del matrimonio, entre ellos Fadrique Álvarez de Toledo. En la sala, adornada con los retratos de Sancho Dávila, Pedro Daza y Ana Daza, entre otros, y con mobiliario, esculturas, pinturas, cerámicas y piezas históricas, espadas y armaduras como la lanza o pica capturada por el héroe abulense al conde de Nassau, al que derrotó en la batalla de Moken, Alonso Álvarez de Toledo pidió la erección de un monumento en Ávila a la figura del general por sus grandes méritos militares que le acreditan como uno de los más importantes maestres de campo de los reinados de Carlos V y Felipe II.
Sancho Dávila sobresalió como soldado y como estratega en sus numerosas campañas en Italia, donde fue nombrado castellano de Pavía en 1562; Norte de África, donde fue apresado por las tropas turcas y llevado a Estambul; Países Bajos, donde estuvo al frente de la ciudadela de Amberes, y Portugal, donde, como capitán general, encabezó asimismo las tropas españolas que vencieron en la batalla de Alcántara permitiendo al monarca anexionar a España el reino lusitano en virtud de sus derechos dinásticos como hijo de Isabel de Portugal.
Otro acto sin precedente fue el homenaje en la iglesia de San Juan a Sancho Dávila y a su esposa Catalina López Gallo, enterrados a ambos lados del altar mayor, en una capilla dotada por el propio general dentro de sus cláusulas testamentarias, en las que incluyó otras obras de reforma, encargo de misas, ropajes y utensilios para el culto. El acto, realizado conjuntamente por la Diputación Provincial y la Asociación de Amigos del Museo de Intendencia, resultó interesante y de gran plasticidad, por la presencia de los protagonistas de la recreación histórica sobre Sancho Dávila y los Tercios, que entraron en el templo tras permanecer formados a la puerta.
El diputado de Cultura de la Diputación, Javier González Sánchez, acompañado por Alonso Álvarez de Toledo y por el coronel director del Archivo General Militar, José Antonio Pérez-Chao, depositaron una corona de laurel en el sepulcro de Sancho Dávila, una vez que el autor de estas líneas explicó el contenido del acto y leyó el epitafio que figura en la lápida y que resume la biografía del general. A su vez, el sacerdote oficiante, Eliseo García Rubio, capellán de la Escuela Superior de Policía, pronunció un responso por el eterno descanso del homenajeado y bendijo las banderas y estandartes portados por los participantes en la recreación.
Posteriormente, los asistentes al acto, encabezados por los marqueses de Valdueza, con sus hijos y familiares, pudieron visitar los sepulcros y el panteón de los descendientes de Sancho Dávila, ubicado en la cripta de la iglesia, mientras Eduardo Duque explicaba los escudos y linajes representados en el templo.
En el epitafio, pendiente de repintar para subsanar los efectos del tiempo, consta, según recoge Gonzalo Martín García en su libro 'Sancho Dávila, soldado del Rey', lo siguiente: "Aquí yace el noble y valeroso caballero Sancho Dávila, capitán general de la costa del Reino de Granada, fundador de esta capilla. Comenzó a servir en la guerra de Alemania, Lombardía, el Piamonte, Nápoles, toma de África; fue castellano de Pavía y capitán de Caballeros en Flandes y capitán de la guardia del duque de Alba, castellano de Amberes y almirante de la mar. Desbarató los rebeldes cerca de Dalen, socorrió a Middelburg y Valckrem, ganó a Ramua, venció en la famosa batalla de Moken, siendo cabeza del ejército, el 4 de abril de 1574, donde fue muerto el conde Ludovico y se tomaron 36 banderas y tres estandartes, con que aseguró los Estados de Flandes a S.M. Fue maestre de campo general de la conquista del reino de Portugal, vadeó Duero, recobró Oporto, desbarató al enemigo, ganó el reino todo, con gran gloria de la Nación española y de su Patria. Murió en Lisboa a 8 de junio de 1583, a los cincuenta y nueve años de edad".
Los actos terminaron con una vistosa recreación histórica en torno a Sancho Dávila y su tiempo en el Mercado Chico, donde estaban formados, ante las autoridades civiles y militares asistentes, los ?soldados? con las picas y armaduras y donde los miembros del grupo folklórico Avento danzaron al son de una pavana, antes de realizar un recorrido por el centro de la ciudad, donde muchos abulenses y visitantes se unieron a la fiesta y al homenaje.
En las Jornadas sobre Sancho Dávila han colaborado el Ministerio de Defensa y Subdelegación de Defensa de Ávila, Instituto de Historia y Cultura Militar, Archivo General Militar de Ávila, Asociación de Vecinos Puerta del Alcázar, y también la iglesia de San Juan Bautista, Asociación de Alumnos de la Universidad de la Experiencia y la Cofradía de Nuestra Señora de la Esperanza. Los asistentes a los actos coincidieron en la conveniencia de dar continuidad a estos reconocimientos, apoyando la idea de dedicar a Sancho Dávila un busto o una estatua ecuestre, pues las crónicas relatan que corría veloz con su caballo por el frente de batalla y que la coz de un potro le quitó la vida como consecuencia de la infección mal curada de la herida que le produjo, arrebatándole el honor de morir en la batalla.
Asimismo, podrían celebrarse nuevas jornadas e incluso reeditarse los dos libros que más tratan su figura, el de Sancho Dávila, el Rayo de la Guerra, escrito por su descendiente Gerónimo Manuel Dávila y San Vítores, regidor perpetuo de Ávila, publicado en Valladolid en 1713, y Sancho Dávila, soldado del Rey, de Gonzalo Martín García (Institución Gran Duque de Alba, 2010).
La figura del capitán general y almirante de la mar, que llevó el nombre de Ávila por todo el mundo (de hecho, se escribía tanto Dávila como De Ávila) es reconocida incluso en los lugares donde destacó como enérgico maestre de campo y gran estratega, aunque también le alcanzan las críticas por la actuación de las tropas españolas cuando rompieron el cerco al que estaban sometidas en la ciudadela de Amberes, siendo gobernador de la misma. Las tropas quemaron el ayuntamiento en un incendio que se extendió a las casas próximas y saquearon la rica y muy poblada ciudad, una de las más importantes del mundo por su comercio marítimo, en lo que se conoció como "la furia española".
Como explicación, que no justificación, se puede decir que las acciones no se debieron tanto a decisión del Duque de Alba y a Sancho Dávila, sino a la reacción de las tropas amotinadas porque llevaban dos años sin cobrar su retribución (de una de las pagas se apoderó la armada inglesa) y se encontraban sorprendidas por el contraste entre su pobreza y el lujo existente en la ciudad. Se cuenta que murieron 7.500 personas, muchas de ellas soldados participantes en el asedio y otros combatientes.
Sin embargo, cuando Sancho Dávila cabalgaba al frente de las tropas españolas que dominaron Lisboa y Oporto tras la batalla de Alcántara, ordenó que la población civil fuera respetada y no sufriera daño alguno.
Otro episodio de contraste en la vida de Sancho Dávila fue la intervención del Consejo de Órdenes, subsiguiente a la concesión por Felipe II de su ansiado hábito de Calatrava, al hacer prevalecer por encima de sus méritos militares el hecho de que una de sus ascendientes procediera de judeoconversos segovianos, algo que entonces no era bien visto, como sucedía con la procedencia de judeoconversos toledanos en la familia de Santa Teresa. Y esto no impidió que un nieto de Sancho Dávila recibiera el hábito de la Orden de Alcántara basándose en los méritos del abuelo.
Una gran figura militar, en definitiva, que llevó el nombre de Ávila por toda Europa y que merece ser recordada y reconocida.
FOTOGRAFÍAS: JOSÉ CARLOS GONZÁLEZ
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