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Las vacunas contra la covid, cuyo comprobado efecto para frenar la pandemia ha dejado a la enfermedad lejos de aquellos efectos mortales, fueron objeto constante de desinformación, que les adjudicó desde la capacidad de modificar el ADN o convertir en imanes a las personas, a provocar abortos o todo tipo de enfermedades.
Margaret Keenan, una nonagenaria británica, fue la primera persona en el mundo en recibir una vacuna contra el coronavirus el 8 de diciembre de 2020, pero apenas minutos después de que se le inoculara el preparado las falsedades corrían por las redes asegurando que su inmunización era un montaje.
Las vacunas contra la covid fueron y siguen siendo objeto de desinformación constante, incluso antes de que se empezaran a administrar, pero durante la pandemia se agudizaron los ataques contra su capacidad para frenar la expansión del virus, que estaba causando millones de muertes alrededor del mundo.
Estudios científicos sólidos han calculado que las vacunas evitaron la muerte de entre 20 y 30 millones de personas en todo el planeta tan solo en 2021.
Además de su eficacia, fueron innumerables las desinformaciones que inventaban falsos efectos secundarios para sembrar el miedo en la población y disuadirles de suministrarse las vacunas.
Una de las primeras falsedades en contra de los fármacos fue su capacidad de provocar abortos espontáneos entre las embarazadas, mientras que también se apuntó a que podría causar tanto esterilidad en los hombres como infertilidad en las mujeres, algo totalmente desmentido por la ciencia.
El aterrizaje de las vacunas de ARN mensajero desató asimismo toda una narrativa infundada sobre la capacidad de las vacunas para modificar el genoma.
Carlos Fernández Moriano, responsable del área de Divulgación Científica del Consejo General de Colegios Farmacéuticos recuerda que durante la pandemia tuvieron que contrarrestar casi de forma continua la difusión de falsedades que atacaban a las vacunas sin prueba alguna, un esfuerzo que se replicó entre los medios verificadores, con proyectos como VacunaCheck, puesto en marcha por EFE Verifica.
"Se llegó a decir que las vacunas de ARN iban a modificar el genoma, pero estaba demostrado en estudios previos y luego en estudios clínicos que el ARN de esas vacunas no se integra en nuestros genes, ni provoca alteraciones. También llegué a leer un titular en el que se decía que habían encontrado coágulos de hasta un metro en autopsias, pero estaba demostrado que no había una causa-efecto entre las vacunas y esos problemas de vacunación", explica.
Una de las narrativas desinformadoras que más llegaron a extenderse, incluso de forma global, fue la que aseguraba que las vacunas contra el coronavirus contenían grafeno, provocando una suerte de magnetismo en los tejidos, una afirmación que los desinformadores trataban de sustentar haciendo circular videos donde aparecían personas con cucharas u otros objetos metálicos adheridos al brazo, en la zona donde habían sido inyectados.
Un análisis de EFE Verifica detectó que esta narrativa falsa se había extendido a más de un centenar de países, sin embargo, como asegura Fernández Moriano, "quedó claramente demostrado que las vacunas no contenían este material, especialmente a través de los estudios de control de calidad" a los que están expuestas.
También fue ampliamente difundido el hecho de que las vacunas contuvieran un microchip con el objetivo de controlar o manipular a la población, algo demostradamente falso y que también fue compartido de forma masiva.
Fernández Moriano reconoce que, dentro del miedo general ante la expansión y las muertes causadas por el virus, es normal que la pronta fabricación de las vacunas generase escepticismo en la población, cuando en otros casos estas tardan en desarrollarse años.
"Pero la explicación es muy simple. Había ya estudios sobre las vacunas de SARS-CoV-1, pero sobre todo hubo un esfuerzo común en todo el planeta, tanto financiero como científico, para lograr conseguir las vacunas y frenar la crisis lo antes posible. Ese esfuerzo fue sin precedentes", asegura, como también lo fueron sus resultados.
En este sentido, Amós García, presidente de la Asociación Española de Vacunología (AEV), es tajante al respecto.
"Es evidente, y digo que es evidente porque así lo demuestra la evidencia científica, que las vacunas supusieron el gran punto de inflexión en relación a la evolución de la pandemia de la covid-19 —asegura—. Gracias a su aparición aquel drama empezó a dejar de perder esa cara negativa, terrible y dramática de muerte y hospitalizaciones y el horizonte empezó a ser mucho más positivo".
El presidente de la AEV subraya que "desde algunos foros se empezó a cuestionar la calidad de las vacunas, pero sin aportar evidencias, sin aportar conocimiento: aportando exclusivamente opiniones", lo que a su juicio provocó "un debate entre ciencia y creencias".
"Ante el debate riguroso del conocimiento científico y el debate espurio fundamentado en opiniones, el hecho de que hubiera quienes cuestionaran las vacunas, estaba vinculado a un deseo de crear aún más crispación en una situación que a nivel global ya estaba lo suficientemente crispada", insiste García.
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Las vacunas contra el coronavirus fueron objeto de falsedades desde el primer minuto: ni tenían grafeno, ni creaban esterilidad, ni modificaban el ADN