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El descubrimiento de la viagra, los rayos X, el microondas o la penicilina tienen un componente en común: la casualidad, porque los investigadores llegaron a ese momento 'eureka' en el que encontraron algo realmente relevante de una forma inesperada y cuando buscaban algo completamente diferente.
Como esos, relata EFE, y también fruto del azar o la suerte, una larga lista engrosa los descubrimientos que fueron fruto de la serendipia (hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual) porque ahí están también el fósforo blanco, la anestesia, los colorantes sintéticos, la sacarina, la radiactividad, el velcro, el superpegamento o los rayos infrarojos.
Y una cosa más que también tienen en común: el hecho de que esos valiosos hallazgos fueran obra del azar no les resta un ápice de mérito, porque son fruto igualmente de la constancia y de muchas horas de investigación, un argumento que refuerza la idea de que la ciencia, como la vida, está llena de casualidades, y que esas casualidades se convierten muchas veces en oportunidades.
Son los argumentos que esgrime la científica y divulgadora Mireia Ortega, coordinadora en un laboratorio de investigación y vocal de relaciones internacionales en la Asociación Catalana de Comunicación Científica, y que ha recopilado algunos de los descubrimientos casuales que han cambiado el mundo en el libro 'La Ciencia y el Azar' (editorial Pinolia).
De la nimiedad y de la intrascendencia de pequeños detalles que a la mayoría de las personas les pasan inadvertidos surgen también algunas de las historias que han cobrado fuerza con el paso de los años, mantiene Mireia Ortega, y detalla por ejemplo que es seguro que Isaac Newton no formuló la teoría de la gravedad cuando vio caer una manzana aunque ese detalle tan gráfico y poético sí fue la espoleta que le inspiró.
Los anestesistas son hoy fundamentales en la medicina, pero tuvo también -hace 160 años- un componente de azar y hasta un minoritario rechazo de quienes lo consideraban una práctica satánica; pero las ventajas de la eliminación del dolor eran tan evidentes que se impuso de forma rápida y desde entonces ha evolucionado para mejorar y perfeccionar la dosis hasta convertirse en una especialidad médica por sí misma.
"La existencia del factor suerte en todos los descubrimientos relatados no menosprecia el valor de los científicos que los realizaron, al contrario", ha manifestado a EFE Mireia Ortega, y ha subrayado que ser capaz de interpretar lo inesperado como algo valioso y con potencial para la investigación, aún cuando toma un camino imprevisto, "requiere de cualidades como imaginación, curiosidad y capacidad de pensamiento lateral que son imprescindibles para lograr los tan ansiados avances científicos".
Ortega cita en el libro el caso de la penicilina -que dio el pistoletazo de salida a la era de los antibióticos y es uno de los mayores avances de la historia de la medicina- como el ejemplo más paradigmático de descubrimiento científico casual, y describe que existen diferentes versiones sobre cómo Alexander Fleming llegó a dar con ella, pero todas coinciden en algo: la intención de las investigaciones que condujeron al hallazgo no era encontrar un antibiótico.
Y en el caso de la viagra, la investigadora y divulgadora escribe en el libro que muchos mantienen que se trata "del error médico más rentable de la historia", y ella cuestiona lo de "error" pero no que ha sido uno de los medicamentos más lucrativos del último siglo ni que su descubrimiento fue fruto de la casualidad.
Mireia Ortega ha señalado que en unos casos -como el del velcro- el azar facilitó la inspiración para buscar un resultado; en otros -como la viagra o el LSD- los hallazgos fueron completamente inesperados y surgieron mientras se investigaba en otras direcciones; y otros fueron auténticos fracasos que sus responsables supieron aprovechar, como el superpegamento, ya que una propiedad tan pegajosa era un inconveniente pero sus descubridores tuvieron la pericia de valorar lo útil que podía resultar.
Ha lamentado además el escaso protagonismo (sólo dos), también entre los descubrimientos casuales, que tienen en la publicación las mujeres, y ha subrayado que "ni tenían las mismas oportunidades que el hombre para dedicarse a la ciencia ni cuando lo conseguía era reconocida de la misma manera".
La investigadora ha incidido en que el factor suerte no resta ningún valor al descubrimiento porque denota la capacidad del investigador de discriminar lo que es útil de una serendipia para avanzar hacia unos resultados de interés para la ciencia y porque el azar por sí solo no habría generado ninguno de los inventos o descubrimientos "sin grandes mentes dedicando muchas horas de trabajo", y ha citado la célebre cita de Picasso: "Cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando".
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