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Clásico

Piedras Sacras: Leyendas y tradiciones de Navaluenga

Por Juan Carlos Grande Gil

Piedras Sacras: Leyendas y tradiciones de Navaluenga
O.R.R
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Desde la noche de los tiempos el hombre ha utilizado numerosos ritos y símbolos buscando la protección sobre malos espíritus, demonios y otros infortunios atribuidos al enfado de los dioses.

Las Piedras Sacras que velaban por la seguridad de las comunidades animistas que se establecieron en el Valle del Alberche fueron los primeros símbolos protectores. En estos paisajes destacan, inmutables, determinadas rocas que concentran un sentido religioso de animismo primitivo, cuando se dotaba a los elementos naturales de alma propia y vida, en una idea que pasó a las sucesivas culturas y creencias a través de los siglos.

En el caso concreto de Navaluenga destaca el Canto de la Toribia, centinela y Guardián de las crecidas del río Alberche. Junto a esta Peña, en este sentido Animista, estarían el Risco de Peñaltar, el arroyo de Arremoro y la cuerda de la Toribia como lugares de un culto primitivo al agua.

En el mundo Celta pequeños montículos de piedras protegían a los viajeros y de esta costumbre nacieron los cruceros, humilladeros y las ermitas que nuestros antepasados construyeron en los caminos a la entrada o salida de las aldeas, pueblos y ciudades.

Durante el siglo XVII, Navaluenga contaba con tres ermitas de devoción. La ermita de Nuestra Señora de la Concepción,  hoy ermita de San Isidro, construida junto al puente románico, entre los caminos de Cebreros y Piedralaves; la ermita de Nuestra Señora de la Mercedes, edificada en el paraje conocido como "las erillas", al inicio del camino viejo de Burgohondo y la ermita de San Bartolomé, al inicio del camino viejo de Navalmoral.

Cumplían así una función protectora a la hora de emprender un viaje, al igual que sucedía con los humilladeros. También protegían de la entrada en el pueblo de enfermedades y males como brujerías y conjuros, acorde con el pensamiento de la época. Estos templos habían heredado, de forma al menos indirecta, con la función que tenían en el mundo romano los compita vialia o capilla de la Lares Viales, que eran genios protectores de los caminos a los que el viajero en la salida o entrada del pueblo, acudía a encomendarse a los Dioses o a dedicar sus votos de agradecimiento por los riegos afortunadamente evitados. El mayor número de cruces protectoras y otros símbolos mágico religiosos se concentran en el puente románico de Navaluenga, construido mediado el siglo XVI.

A parte de las cruces esculpidas en los petriles del puente románico de la localidad, también podemos encontrar estos signos protectores en varios dinteles de las casas del pueblo, en las jambas de la puerta del mediodía de la iglesia parroquial y en dos piedras que forman parte de los muros norte y sur del templo, en lo que fue el antiguo cementerio.

Proteger viviendas

Para proteger la vivienda de la entrada de malos espíritus, brujerías y enfermedades, siguiendo la mentalidad de los siglos XVI y XVII, se esculpían cruces sobre los lugares por los que podía entrar el mal, es decir puertas y ventanas, para impedir su entrada. Estas cruces también podemos observarlas en los dinteles y jambas de las puertas de varios molinos harineros, en especial por su gran número en el Molino del Puente.

Otros investigadores señalan que también fueron utilizados estos símbolos, especialmente la cruz del calvario, por descendientes de judíos conversos para indicar que ya eran cristianos viejos esculpiendo esta cruz sobre las jambas o el dintel de la puerta de su casa.

Cuenta la tradición local que la Virgen se apareció en varias ocasiones en la bifurcación de los caminos de la Muela y los Chivitiles "desaparta los caminos" para anunciar la presencia de 'Perro Malo' cuando la rabia asolaba nuestro valle. En el lugar donde se apareció se esculpió una cruz sobre una roca llamándose desde entonces este paraje 'La Cruz del Arenal'. Entre la toponimia del callejero municipal llama la atención la calle Cruz del Pradillo, muy próxima a la Iglesia Parroquial.