circle
Reels

La capellanía de Juan de Villarejo en la iglesia de Navaluenga

Artículo de Juan Carlos Grande Gil

La capellanía de Juan de Villarejo en la iglesia de Navaluenga
Iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Villares de Navaluenga.
O.R.R
O.R.R
Lectura estimada: 5 min.
Última actualización: 

"Juan Villarejo dejó una capellanía en esta igl(es)i(a) para q(u)e (e)n este altar se digan dos misas cada semana, la una los lunes, de requien por las ánimas de (é)l y de su muger y de sus defuntos, y la otra el sábado de N(ues)tra S(eñor)a, por la misma intención. Son patrones de (e)lla los alcaldes y rector y regidores de (e)ste lugar (de) Navaluenga. Y el capellán (h)a de ser hijo de V(illarejo), si lo oviere. Y para esto dejaron sus vienes. Año 1550" (J. A. Clavo Gómez)

Este interesante texto lo podemos ver en el arranque del arco formero que abre la capilla del lado de la epístola del altar mayor de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Villares, frente a la nueva sacristía.

Las capellanías son fundaciones perpetuas hechas con la obligación de cierto número de misas u otras cargas espirituales que debe cumplir el poseedor en la forma y lugar previstos por el fundador. El fundador dejaba una parte de sus bienes recogidos en el testamento, en el cual se reflejaban los bienes adscritos a la capellanía. Podían ser colativas o laicales.

El fundador segregaba de su patrimonio unos bienes destinados a la manutención del clérigo poseedor de la capellanía, el cual se comprometía a celebrar en una capilla un cierto número de misas u otros rituales sagrados para la salvación del alma del fundador y, normalmente, también su familia.

Generalmente, una capellanía nace con el otorgamiento de la escritura de fundación ante el notario o escribano público. Las figuras que intervienen en la creación de una capellanía son tres: el fundador, en este caso que nos ocupa D. Juan de Villarejo, el patrono que según aparece en el texto son los Alcaldes, rector y regidores de este lugar de Navaluenga y finalmente el capellán que especifica que será hijo de Villarejo si lo hubiese.

El fundador establece que se digan en este altar de la iglesia de Navaluenga dos misas cada semana, una los lunes y otra el sábado. Nombra los patronos y establece como se ocupa la plaza de capellán cuando queda vacante.

El patrono tenía entre sus misiones velar por el cumplimiento de las cláusulas de la fundación, proponer el nombramiento del capellán, recibir la certificación del cumplimiento de las misas, todo a cambio del prestigio social que suponía ser el patrono de una capellanía. Debía estar presente cuando el Obispo o persona delegada por el mismo realizara una visita de la capellanía.

El capellán debía atender las cargas espirituales en número y días señalados en la Memoria de misas, residir en el lugar designado en la escritura de fundación y asistir y servir en las misas mayores, procesiones y demás funciones que estuviesen estipuladas.

"don Melchor Pérez de Arteaga, abad mayor de esta Abadía del Burgo hondo (...), en veynte y dos días del mes de febrero de mill y quinientos y nobenta años ... (ordenó), que se ocuparen las rrentas dellas especialmente en una capellanía que doctaron don Juan Villarejo y su muger en una iglesia de las dichas subsidiarias, de Santa María de los Villares, del dicho lugar de Navaluenga. (Libro Alberche Mágico de J.A. Calvo Gómez)".

Mentalidad religiosa

La creación de una capellanía estaría justificada por la mentalidad religiosa de la época donde la donación de unos bienes (normalmente casas y tierras para ser arrendadas y obtener ingresos o rentas) se entendía como un acto supremo de piedad religiosa que perseguía como objetivo último, la salvación eterna del alma del fundador y generar una renta, a partir de la cual se mantenía al capellán que la atendía.

En algunas ocasiones estas fundaciones patrocinaban la ampliación de la parroquia, la construcción de un altar para decir las misas que manda el fundador y ayudaban a la veneración de ciertas imágenes. En el libro de fábrica de la parroquia (1770-1855) se cita que pasa a visitarse la capellanía de esta iglesia y menciona la existencia de un altar dedicado a San Bartolomé, sin olvidarnos de la vinculación que existe entre la imagen de Nuestra Señora de los Villares y la Capellanía de D. Juan de Villarejo.

D. Juan de Villarejo es sin dudas un personaje destacado en la historia de Navaluenga y de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Villares que merece ser estudiado, puesto que puede aportar mucha información sobre nuestra historia local.

Iglesia parroquial

La ermita de Santa María, que se conserva en el interior del templo actual, es erigida en parroquia en el año 1466. Desde este momento la sociedad de Navaluenga fue organizándose social y espiritualmente alrededor de su parroquia.

Esta ermita con pila bautismal y cementerio se construye en las afueras del pueblo con un claro carácter funerario. Formando parte de la iglesia actual podemos ver sus cuatro arcos carpaneles del siglo XV, sostenidos por seis columnas de piedra decoradas con interesantes capiteles en motivos vegetales y una pila de agua bendita finamente decorada con el típico perlado abulense.

La iglesia es ampliada en el siglo XVI. En este segundo momento constructivo se amplía el templo eliminando la cabecera y se levanta un gran arco triunfal de gran luz, de medio punto, sobre dos solidos pilares realizados a soga y tizón. Así mismo, se alzan dos arcos formeros de medio punto, que abren una capilla a cada lado del presbiterio. En una de estas capillas encontramos una inscripción de 1550 que señala la fundación de una capellanía, las obligaciones y como estaba organizada

Exteriormente son muy interesantes sus dos portadas de los siglos XV y XVI respectivamente. Aún pueden apreciarse en el muro de poniente, el más antiguo, los arranques de la antigua espadaña, sustituida en 1958 por la torre actual.

No se conoce el origen de la mariana devoción a la Virgen de los Villares, pero como demuestran algunos documentos es antigua en el tiempo. El Abad don Melchor Pérez de Arteaga, ya menciona la parroquia de Santa María de los Villares en un documento fechado el 22 de febrero de 1590. La talla de la Virgen de los Villares que preside el altar mayor, que es la original, se salvó de su destrucción durante la Guerra Civil en 1936, ocultándose, en el interior de una tinaja, en la bodega de una casa cercana.