circle
Clásico

Los Quintos, costumbres y tradiciones de Navaluenga

Por Juan Carlos Grande Gil

Los Quintos, costumbres y tradiciones de Navaluenga
O.R.R
O.R.R
Lectura estimada: 11 min.

Ser quintos es un momento trascendental para los jóvenes de Navaluenga que coincide con la mayoría de edad. Un año cargado de rituales y costumbres que se pierden en la noche de los tiempos. El rey Juan II de Castilla estableció la obligación de alistarse en el ejército a uno de cada cinco varones que alcanzaban la mayoría de edad, en muchos espacios históricos esa edad eran los 17 años. Este joven era llamado "el quinto", y configuraba la denominada "contribución de sangre". 

Siguiendo con esta tradición el Rey Carlos III estableció el reclutamiento de quintas, recogido en las Reales Ordenanzas de 1768. Esta ordenanza indicaba que uno de cada cinco mozos de España, en edad entre 17 y 36 años, sano y con una altura de al menos 162 centímetros debía dedicarse a la vida militar y trabajar para el Rey.

Este sorteo se realizaba durante las primeras semanas de enero por un reclutador militar que acudía a los pueblos para seleccionar a los mozos y realizar el sorteo. La duración del servicio variaba según las necesidades. En 1856 la duración era de 8 años, 4 en activo y 4 en reserva, en 1943 eran tres años en activo y en 1993 su duración era de nueve meses.

También existía la posibilidad de librarse del servicio, para ello en 1856 había que abonar 5.000 reales, en esa misma ordenanza también podía librarse encontrando un sustituto. A ese sustituto, denominado "soldado de cuota" se le abonaba una cantidad económica y se nombraba un destinatario o beneficiario en caso que este falleciera durante el servicio. Esta situación fue muy común durante las guerras de Cuba y Filipinas a finales del siglo XIX.

En la primera mitad del siglo XX los mozos eran llamados a filas por el alguacil del Ayuntamiento entre los jóvenes que cumplían 21 años, así lo recuerda Simón Quiroga, a sus 99 años. Después la mayoría de edad se establecería a los 18 años. Los mozos eran tallados en el Salón de Actos del Ayuntamiento a finales del año anterior, entre los meses de noviembre y diciembre, debiendo medir un mínimo de ciento cincuenta y cinco centímetros.

En Nochebuena comenzaba su andadura como quintos con la asistencia a la Misa del Gallo, para una vez finalizada y con el permiso del cura y del Alcalde comenzar a 'rondar' a las novias, hermanas o madres de los quintos. Éstos iban acompañados por el 'cuadro' un acordeón, una guitarra, una bandurria y el triángulo. A las canciones dedicadas por los mozos a las novias o familiares se denominaba 'ronda'.

Los jóvenes recorrían las calles del pueblo para detenerse frente a la casa de la persona a la que se dedicaba la ronda. Entonces comenzaban las estrofas de la ronda, "Ve despertando, niña, ve despertando, que la ronda a tu puerta, ya va llegando", y acto seguido, si la ronda estaba dedicada a la novia, "Eres alta y delgadita, como junco de ribera, y entre las mozas de este pueblo, tú te llevas la bandera", "Eres chiquita y bonita y eres como yo te quiero, y eres la mejor naranja, que ha traído el naranjero".

Con cierto nerviosismo se esperaba, impaciente, que la luz de una habitación se encendiese, esa era la señal para saber que la novia aceptaba la dedicatoria de la ronda y entonces el quinto que era el novio o pretendiente mandaba o cantaba, si tenía voz para ello, la estrofa que indicaba quién había mandado cantar la ronda a esa persona.

Si la ronda era dedicada a la madre o hermana la luz no tardaba en encenderse. Si estaba dedicada a la novia o pretendiente, se hacía espera, "Si quieres saber (nombre de la novia), quién me ha mandado cantar, uno que se llama (nombre del novio), que bien le conocerás".

Si la espera se hacía demasiado larga podía escucharse, a modo de broma, "Si me quieres dímelo, y si no, di que me vaya; no me tengas aquí -al raso, como a un cántaro de agua". Una vez que se habían cantado varias estrofas de la ronda llegaba el momento de la despedida, "Allá va la despedida, la que echan los labradores, surco arriba, surco abajo y adiós ramito de flore".

Por la mañana acudían a cobrar la ronda y eran obsequiados con dinero, chorizo, morcillas, huevos, pan, lomo, jamón, etc., que guardaban en una banasta de mimbre y los chorizos o morcillas colgaban de las garrotas o cayados que portaban al hombro. Al tratarse de la familia o futura familia cada uno obsequiaba según sus posibilidades, pero se intentaba ser generoso.

Con los productos de matanza y los huevos recogidos organizaban varias meriendas durante el año y con el dinero obtenido se pagaba el baile en días señalados. Una de las fechas escogidas solía ser el Día de Reyes.

En nochevieja realizaban la hoguera de Año Nuevo, para lo cual con el permiso de Junta de la Dehesa y del Ayuntamiento cortaban un carro de leña para encender y mantener esta hoguera. Este carro era tirado por una yunta de vaca.

Posteriormente se incorporó la costumbre de poner el pino de navidad en el centro de la plaza, elevándolo con sogas y maromas a pulso. También fue costumbre colocar todos los carros del pueblo en la plaza, como una de las acciones trasgresoras propias de la etapa de quinto.

El sorteo para saber el destino durante el servicio militar solía coincidir con los meses de enero y febrero, como dice la copla de quinto... "El Día de las Candelas (2 de febrero) que día más desgraciado, metí la mano y saqué el boleto de un soldado", estas coplas también hacían referencia al día de tallarse... "Cuando me estaban tallando, mi corazón palpitaba, al ver que, en aquel madero, soldado me declaraban".

Antes de la llamada a filas, que se dividía en tres llamamientos o reemplazos, celebraban las costumbres de Carnaval, es decir la Fiesta de la Vaquilla, el miércoles de ceniza y Correr los Gallos, el martes de Carnaval.

Posiblemente la costumbre de Correr los Gallos se realizó inicialmente en la calle Corredera, atendiendo al significado de su nombre, para ello se colocaban dos postes de madera a ambos lados de la calle unidos por una soga o maroma. De esta soga colgaban los gallos que colocados boja abajo eran decapitados por los quintos montados en caballerías engalanadas con cintas de colores para la ocasión.

Algunos autores defienden que esta tradición está relacionada con los ritos paganos propiciatorios y de fertilidad que buscaban favorecer la fecundidad de personas, animales y tierras. Para el mundo celta el gallo era portador de las almas de los difuntos y en algunas culturas centroeuropeas el gallo estaba relacionado con el cereal y la agricultura. No tenemos muchos datos sobre la fecha en la que desapareció esta costumbre, ya entrado el siglo XX.

Durante su año de quintos realizaban otras tradiciones como las enramadas que consistía en adornar las ventanas, puertas y otras partes visibles de la casa donde vivía la novia, la hermana o la madre de un quinto, con ramas y flores cuidadosamente entrelazadas para demostrar el amor que se sentía por esa persona.

Más polémicas, porque muchas veces terminaban en el calabozo del Ayuntamiento, eran Las cencerradas. Era un acto de recriminación pública a un vecino o vecina del pueblo por realizar, según la moralidad de la época, un acto inmoral o reprobatorio, como podría ser una infidelidad. Los mozos acudían con cencerros y cacerolas a la casa del vecino que lo había cometido y mostraban su desaprobación haciendo sornar los cencerros y cacerolas. Muchas de estas cencerradas terminaban en un juicio de faltas que finalizaba con la intervención del Juez de Paz del municipio que, en la mayoría de los casos, ponía fin al conflicto.

Muy bien reflejan estos momentos de controversia las estrofas más conocidas, actualmente, de las coplas de quintos... "Arriba quintos, arriba, arriba no hay que temer, si nos meten en la cárcel, nos tienen que mantener", "A los quintos, a los quintos, los van a llevar; al Ayuntamiento para declarar, declaremos todos la pura verdad, para que, a ninguno, nos puedan cerrar".

Otro momento de cierta tensión era la costumbre de cobrar la llamada 'Media' a los jóvenes foráneos que se emparejaban con chicas soleteras de la localidad. Estos debían invitar a los quintos a tomar unos vinos o aguardiente para recibir el beneplácito y no terminar arrojados en un pilón o en el río.

Las actividades de este intenso año finalizaban con la participación en la becerrada de las Fiestas Patronales, formando la cuadrilla de solteros. La otra cuadrilla la formaban los casados. Con el paso del tiempo estas cuadrillas sólo la formaban los quintos dividiéndose en dos cuadrillas y otra cuadrilla para las quintas. 

En la actualidad participan de forma importe en el desarrollo de las Fiestas Patronales, acudiendo al pregón de las fiestas, donde tienen una intervención muy esperada por vecinos y familiares. Llevan su ofrenda floral a la Virgen de los Villares, forman parte del pasacalle que precede a los festejos taurinos y celebran su becerra que pone el punto y final a su estatus de quintos/as.

Ya pasadas las Fiestas Patronales comenzaban las llamadas 'despedidas', finalizaba su periodo como quintos y comenzaban, en breve, a primeros de año, los llamamientos a filas. Las coplas de quintos también reflejan en sus estrofas la tristeza de madres y novias por la partida de los mozos, que en algunos casos era la primera vez que abandonan el pueblo.

Unas coplas hablan del sufrimiento de las madres "Al ser soldado llora mi madre, la escarapela no quiere darme, no quiere darme, no quiere darme, y al ser soldado, llora mi madre", "Las madres son las que lloran, que las novias no lo sienten, les quedan cuatro chavales, que con ellos se divierten". Por su parte, las novias también reflejaban su pena en estas coplillas, "Ya se van los quintos Madre, ya se va mi corazón, ya se van los que tiraban, chinitas a mi balcón", "Ya se van los quintos Madre, ya se va la gente loca, ya se van los que divierten, los domingos a las mozas".

Por último, también mostraban su tristeza y se despedían del pueblo los mozos, como podemos ver en estas estrofas de las coplas de quintos, "Adiós pueblo Navaluenga, adiós pueblo mi querer, mi querer; adiós pueblo Navaluenga, cuando te volveré a ver", "No me marcho por las chicas, que las chicas guapas son, guapas son; me marcho porque me llama, el Ejército Español".

Los jóvenes ya no son llamados a filas de forma obligatoria al desaparecer el Servicio Militar Obligatorio en 2001. Ya no existen quintos atendiendo al significado etimológico de la palabra, pero los ritos de iniciación y las costumbres asociadas a la entrada en la mayoría de edad siguen vigentes en la actualidad. En Navaluenga están muy arraigadas estas costumbres y muchas de ellas siguen celebrándose.

Actualmente los quintos siguen adornando el árbol de Navidad, cortan la leña para realizar la hoguera de Nochevieja, cuidando que no se apague. Sortean un carro de leña para sufragar los gastos de sus actividades. Colaboran en la Cabalgata de Reyes, ayudando a los pajes y carteros reales.

LA VAQUILLA DE NAVALUENGA O VAQUILLA DE QUINTOS.

La Vaquilla de Navaluenga la podemos encuadrar en las Mascaradas de Invierno dentro de la categoría zoomorfas que representan a la vaca como símbolo de la tierra nutricia. Una fiesta cargada de simbología relacionada con el origen ganadero de Navaluenga.

Esta tradición está muy arraigada en Navaluenga cuya celebración coincide con los actos del Carnaval. Podemos asegurar que el Miércoles de Ceniza ha contado todos los años con la Fiesta de la Vaquilla, incluidos los años de la Dictadura, finalizada la guerra civil de 1936.

La Vaquilla, portada por los quintos que cuelgan cencerros de su cintura, recorre las calles del pueblo, año tras año, reviviendo esta tradición pastoril que ahuyentaba a los malos espíritus con el sonido de los cencerros y proporcionaba fertilidad mediante esta vaquilla hecha de madera, cubierta con pieles y dotada de cornamenta.         

Se trata, desde un punto de vista social, de una fiesta iniciática ancestral, de origen pagano, que simboliza el paso de la pubertad a la madurez. El paso al estatus de 'mozo' suponía la capacidad para trabajar y constituir una familia, abandonando el estado de miembro dependiente de otra de la que se ha formado parte desde su nacimiento.

Los quintos de la localidad construyen, días antes de carnaval, su última vaquilla puesto que una vez que se ha salido con la Vaquilla de los quintos ya no se vuelve a salir más. Ya serán los quintos entrantes los que continuarán con la tradición. Los más pequeños podrán salir con su vaquilla o bien acompañar a los quintos, portando cencerros en su cintura.

La vaquilla se construye con una armadura de madera en forma trapezoidal a la que se añaden unos travesaños para sujetarla a modo de asidero y unos alambres o mimbres para formar el cuerpo. Después, se añade piel de vaca o tela de color negro o marrón. Para finalizar, se coloca el testuz forrado de piel o terciopelo y se coloca la careta y los cuernos.

Antaño, esta vaquilla más pequeña que la actual, era portada por un solo quinto sobre los hombros y estaba adornada con pañuelos, cintas y las escarapelas que realizaban las madres, las hermanas o las novias de los quintos.

Otra modificación que aparece a partir de la década de los sesenta o setenta del siglo pasado es el hecho de 'mantear' a las mozas, es decir, elevarlas estando sentadas en el testuz de la Vaquilla, acción que suele realizarse tres veces. Anteriormente, se simulaba embestir a las mozas, acto que se denominaba 'correr' a las mozas.

La Vaquilla de Navaluenga supone uno de los recursos turísticos y etnográficos más importantes del municipio. Esta tradición está muy arraigada en la sociedad local, siendo las nuevas generaciones las que garantizan el mantenimiento de esta fiesta ancestral.

Cada Miércoles de Ceniza son más las vaquillas realizadas por los más pequeños las que se dan cita, al caer la tarde, en la Plaza de España junto al Ayuntamiento, para mostrar sus vaquillas realizadas con gran esmero con la ayuda de sus padres.

LA VAQUILLA Y LA QUINTA DEL 51.

En 1951 pasó por un momento delicado cuando el párroco de la localidad, D. Teodomiro intentó impedir que la Vaquilla estuviera presente durante el Entierro de la Sardina. Los quintos del 51, la quinta más numerosa del pueblo formada por 60 mozos, había hecho su aparición por sorpresa causando el desconcierto entre las mozas que corrían asustadas.

El párroco persiguió a los quintos para impedir que 'corriesen' a las mozas que es el término que se utilizaba para definir el acto de simular una embestida de la Vaquilla. Fue tan insistente su propósito de impedir la tradición, por considerarla pagana y no respetuosa con la cuaresma, que terminó en un forcejeo entre los quintos y el párroco, al que amenazaron con tirarle al río.

Por suerte, D. Miguel Toledano, médico y alcalde de Navaluenga, intercedió ante el Gobernador Civil con el fin de solucionar el altercado, alegando que la Vaquilla era una tradición que honraba el pasado ganadero del municipio y no contravenía las obligaciones del tiempo cuaresmal.