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El botijo como elemento de la cultura popular en 'La piel del agua'

Botijos convertidos en esculturas y objetos pictóricos en el almacén visitable del Museo de Ávila

 El botijo como elemento de la cultura popular en 'La piel del agua'
R.C.G.T
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Lectura estimada: 3 min.

Por Jesús María Sanchidrián

A falta de una semana para la clausura de la exposición de botijos artísticos 'La piel del agua', perteneciente al folclorista Ismael Peña, abierta en el Museo de Ávila hasta el 8 de enero, el cantautor y folclorista Ismael Peña Poza, convertido en botijero de arte, ha instalado en el almacén visitable del  Museo de Ávila, hasta el 8 de enero de 2023, su impresionante colección de botijos convertidos en esculturas y objetos pictóricos.

Es la tercera vez que Ismael recala en el Museo de Ávila. Ya lo hizo en febrero de 2020 disertando sobre las colodras y cuernas labradas, testimonios del arte pastoril, e interpretando piezas del cancionero popular. 

Volvió en noviembre de ese mismo año en un concierto dedicado a la mujer juglaresa, creadora y presente en la música tradicional española en el período que va desde la Edad Media hasta la actualidad.

Entonces hizo  gala de virtuosismo en el empleo de instrumentos como el dulcimer de la familia del salterio, guitarra, cencerros y campanillas, un caldero y tijeras de esquilador, almirez, hoz y piedra de afilar, tapadera con dedales, pandereta, rabel, zanfoña, y una tablilla huesera.

Ahora, a propósito de la exposición de botijos, Ismael, su artífice, nos recuerda que el humilde botijo «tuvo su esplendor cuando la necesidad le hacía imprescindible.

Volviendo a la exposición 'La piel del agua' instalada en la iglesia románica de Santo Tomé, almacén visitable del Museo de Ávila, allí se exhibe una selección de cuarenta botijos, entre el centenar de la colección que atesora Ismael Peña, coleccionista también de 1.200 instrumentos de música, 2.700 juguetes, 600 trajes, 700 encajes o 1.200 objetos vinculados a la vida tradicional castellana. 

Los botijos que se presentan aquí están decorados por otros tantos pintores y escultores españoles contemporáneos (s. XX y XXI), quienes han recreado sobre estas piezas su particular concepción estética del significado de la botijería que ahora adquiere vida propia.

 El resultado es la reconfiguración de la antigua iglesia de Santo Tomé en un lugar donde los botijos comparten espacio con robustas y primitivas esculturas de  verracos (toros o cerdos) vettones, estelas funerarias medievales, carros de labranza, el alfarje del antiguo palacio de Valderrábanos (s. XVI), un mosaico romano de la villa de Magazos (s. IV), el sepulcro de Bernardino de Barrientos esculpido por Vasco de la Zarza (s. XVI), el sepulcro de 'Abd Allah ibn Yusuf, el Rico' (s. XV) y otras piezas  como capiteles, laudas, piedras de molino, capiteles, balaustres, molduras, o tuberías.

 También una mujer saliendo del baño, escultura de escayola patinada de Fausto Blázquez (1968) mira de reojo, e incluso una valla publicitaria del mítico café 'Pepillo' arropa la 'botijería' de Ismael Peña.

 La exposición de botijos presenta un original recorrido por el arte contemporáneo ofreciendo una singular composición. Primero tenemos un recipiente humilde hecho de barro siguiendo las formas tradicionales de fabricación de estas vasijas de cuerpo esferoide con un asa en su parte superior y dos orificios, uno a cada lado llamados boca para llenar y pitorro para beber.

Se trata de una escultura arcillosa universal con personalidad propia, cargada del simbolismo y la historia que desprende la narrativa que llevamos escrita.

 La plasticidad de su imagen se observa en los retratos que le hicieron Sorolla (1904) y Dalí (1921), y en el modelado cerámico de Picasso (1952), igual que hicieron de los aguadores Velázquez (1618) y Goya (1810).

 Después, este peculiar elemento artesanal, tan arraigado en la cultura popular, se convierte en soporte escultórico sobre el que se modela una obra artística única, la cual adquiere una función nueva. La creación final ya no es botijo de aguadores, ni de pinches, ni de utilleros.

 Es una obra que se presenta interactuando con el visitante, lo que se produce ahora en el 'bazar arqueológico' del museo de Ávila adquiriendo una nueva vida entre culturas arcaicas y ancestrales. La composición final es una simbiosis de la figura cerámica de barro dotada con asa, boca y pitorro, sobre la que el artista deja su huella como vestimenta.

Y en esto, pasando revista a los botijos dispuestos en perfecta formación, observamos que hablan desde los altares del arte aportando novedosas experiencias creativas.