Llevar una vida sana y cribados desde los 65 años son algunas de las medidas que proponen los expertos
La edad es un factor de riesgo para sufrir una enfermedad cardiovascular y, por ello, además de medidas preventivas como el ejercicio, una dieta saludable y el control del estrés, sería necesario realizar pruebas de cribado de manera periódica a partir de los 65 o 70 años. "Esto podría reducir de forma importante, entre un 20 y 40%, el riesgo de sufrir un evento cardiovascular", ha asegurado en una entrevista con EFE la doctora Clara Bonanad, investigadora en Cardiología Geriátrica dentro del Grupo de Investigación Traslacional en Cardiopatía Isquémica del Instituto de Investigación Sanitaria INCLIVA.
Entre las pruebas de cribado periódicas necesarias para la prevención cardiovascular, apunta a la necesidad de hacerse un electrocardiograma de doce derivaciones "para que ninguna arritmia haya pasado desapercibida". También medir la tensión arterial y hacerse analíticas, tanto sanguínea como de orina, para el despistaje de la diabetes y la hipercolesterolemia, conocer el nivel de la lipoproteína A y determinar si hay algún problema renal. A eso, se sumaría una exploración física al paciente y la auscultación, pues hay estetoscopios que amplifican mucho el sonido y permiten detectar soplos que, en caso de facultativos que no están muy entrenados, pueden pasar desapercibidos.
Según Bonadad, que presidió la Sección de Cardiología Geriátrica de la Sociedad Española de Cardiología (SEC) entre 2019-2021 y actualmente es vocal de la junta directiva de Cardiología Clínica, estudios y modelos predictivos sugieren que una combinación de estrategias preventivas podrían reducir entre un 20 y un 40% el riesgo de infarto en la población de más de 65 años.
En el caso del control de la hipertensión la reducción de riesgo estaría entre un 20 y un 30%; bajando el colesterol LDL sería de hasta el 25%; controlando la diabetes y la prediabetes se reduciría el riesgo hasta un 20%; el ejercicio y una dieta saludable lo bajaría hasta un 20%; y dejar de fumar hasta un 50%.
Como factores de riesgo cardiovascular, según Bonanad, están los "clásicos modificables" como el sedentarismo, fumar, la hipertensión o la diabetes, a lo que se suman el estrés emocional y laboral y también los factores socioeconómicos y, en este sentido, indica que estratos de población que tienen un nivel socioeconómico más bajo tienen más riesgo cardiovascular que aquellos en los que es alto.
Al respecto, señala que las personas con un nivel socioeconómico más bajo suelen tener factores de riesgo adicionales como el "acceso limitado a cuidados preventivos y educación en salud, dietas menos balanceadas, mayor prevalencia de tabaquismo y niveles más altos de estrés".
"Todo eso contribuye a este aumento de la incidencia de enfermedades cardiovasculares, incluyendo el infarto", señala Bonanad, que añade que los estudios realizados en diversas regiones del mundo muestran que las personas en situaciones socioeconómicas más desfavorecidas "pueden tener hasta un 50 por 100 más de riesgo de sufrir un infarto de miocardio en comparación con aquellos niveles socioeconómicos más altos".
Además, destaca la importancia de desarrollar políticas de salud que reduzcan esa disparidad y promuevan el acceso igualitario a programas de prevención y educación de salud, sobre todo en comunidades vulnerables.
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