Lo sagrado, de las Peñas Sacras a los templos crisitanos

Por Juan Carlos Grande Gil.

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Lo sagrado, de las Peñas Sacras a los templos crisitanos
El Canto del Moro.
O.R.R
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Lectura estimada: 5 min.
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Durante este mes de junio estamos haciendo un pequeño recorrido por las Peñas Sacras de Navaluenga, atendiendo a la información recogida por Martín Almagro-Gorbea en la clasificación de Peñas Sacras dentro de la obra 'Sacra-Saxa, Creencias y Ritos en las Peñas Sacras', Huesca, noviembre 2016.

El Canto del Moro

En tiempos de la Reconquista, un caudillo moro que vivía en un asentamiento en la zona del Barranco, bajaba entre las peñas de 'La Bujera' para no ser visto por el enemigo. Las tropas castellanas ya habían tomado varios pueblos de los alrededores.

Subido en una gran piedra vigilaba que las tropas cristianas no llegaran a su poblado. Cuando un día observó su llegada regresó a su poblado, escondieron sus tesoros en uno de esos "bujeros" que dan nombra a este paraje, con la intención de recuperarlo a su regreso. Desde ese día la piedra desde donde vigilaba se llama El Canto del Moro.

Numerosas noticias orales hablan de la existencia de un cementerio moro en la zona de El Barranco y de como se habían encontrado tumbas en esa zona. Existe el covacho de 'La Bujera' a través de éste se pasa por debajo de un peñasco y se sale al otro lado del risco.

Leyenda de Cueva de la Mora

Cuenta una leyenda que una bella mora estaba cuidando un rebaño de ovejas en las vegas del río Alberche. Contemplando el gran remanso que formaba el río Alberche en las tierras de Navaluenga se la hizo de noche sin darse cuenta.

Había transcurrido la tarde tejiendo y las ovejas a las que cuidaba empezaron a inquietarse con la llegada de la noche. Sin saber de donde, los lobos empezaron a bajar hasta a la orilla del río en busca de alimento.

La joven, creyendo que aún estaba a tiempo de recoger el ganado sin que sufriera daño alguno se refugió entre los árboles con la intención de ahuyentar a los lobos. Viendo que cada vez eran más agresivas aquellas alimañas decidió adentrarse en la montaña ocultándose en la maleza.

Pensó que la mejor manera para que pudieran encontrarla era dejar un hilo de la madeja enredado entre los arbustos y árboles por donde fue pasando, hasta ocultarse en una cueva. Nadie encontró a la doncella mora, lo único que hallaron fue un ovillo en el interior de una cueva, que desde entonces se conoce con la Cueva de Mora.

 

Las leyendas de las Moras y el Hilo de un ovillo.

Es curioso que tanto en la leyenda de la mora del puente como en la mora que cuidaba el rebaño, se utiliza el hilo de un ovillo para encontrar su paradero. Si bien, en esta última el ovillo localiza la Cueva donde se ocultó la joven en su huida de los lobos. En estas dos leyendas el lobo es símbolo del mal o quizás del inframundo.

Una vez más el ovillo es el protagonista en la leyenda de la Fuente de la mora. El joven al romper el hilo de oro vuelve a encantar a la mora de la fuente, dice la leyenda "durante otros cien años". Estas referencias a un ovillo pueden estar relacionadas con la figura "de la Hilandera" que teje para siembre con su rueda de marfil en el interior de una peña, según la mitología celta.

La Cueva de la Mora, la Fuente de la Mora y el Canto del Moro son peñas, fuentes y cuevas donde mora la divinidad del lugar, un numen loci. Estas formaciones naturales deben ser entendidas con la mentalidad sobrenatural o mágica de la tradición animista ancestral y no con nuestro pensamiento racional que busca siempre una explicación natural.

Los ritos de tradición prerromana asociados a estas peñas sacras que se han conservado en el folklore, se perdieron cuando los habitantes de las zonas rurales perdieron su cultura ancestral, un sustrato celta muy antiguo conservado en un impresionante proceso de "Larga Duración" que ha llegado hasta nosotros en forma de leyendas, historias y ritos, muchas veces carente de su significado ritual, mantenido como mera repetición de algo recordado en nuestro imaginario colectivo.

Lo sagrado continua, a través de los siglos, formando parte de la cultura tradicional de Navaluenga, pasando desde de las Peñas Sacras con sus ritos y leyendas, a otros ritos y gestos litúrgicos de carácter cristiano que tienen lugar en otros espacios y que en algunos casos coexisten.

Muy cerca del Canto del Moro y sus leyendas de tesoros escondidos se edificó la ermita de la Concepción de Nuestra Señora, hoy dedicada a San Isidro. En una paraje cercano a la Cueva y a la Fuente de la Mora, desde la época visigoda, se rendía culto en la ermita de San Marcos, en el cerrillo que lleva su nombre.

De esta continuidad de lo sagrado nacieron los templos y tradiciones cristianas que forman parte de la historia de Navaluenga. Templos que existen en la actualidad y otros que desaparecieron pero que forman parte de nuestro rico Patrimonio.

Leyenda de la Mora del puente de Navaluenga.

 

Cierto día, abandonó como de costumbre el campamento que tenían instalado los moros en lo que hoy es el pueblo y se marchó a la otra margen, a la que ella consideraba el paraíso. Una tarde feliz estaba siendo aquella, que con el ansia de ver terminado el echarpe de colores tan vivos como los de la naturaleza apuraba su último ovillo. No apercibió que las sombras de la tarde habían hecho ya sus apariciones y que, en lo alto, la nieve con su brillo anunciaba el peligro de los lobos, cuando de pronto los aullidos sobrecogedores de una manada, la hizo salir del embeleso en que la había sumido su labor.

 

 

Apresuradamente, cogió su echarpe y su ovillo. Corría a la margen derecha del río en busca de su balsa, cuando de repente se vio rodeada por las fieras. Cuando la noche hacía casi imposible ver, se advirtió en el campamento la demora de lo joven doncella y una sacudida de intranquilidad, de tragedia, zigzagueó por el poblado.

 

Salieron en su busca con antorchas encendidas y al cabo de unas horas y con un carro de madera improvisaron una balsa para pasar al otro lado del río. Allí, donde estaba asida la balsa en que debía retornar la doncella, hallaron un diminuto ovillo. Siguieron su hebra y no muy lejos de ese lugar llegaron al lugar donde la infortunada mora había saciado el hambre de las fieras.

 

Meditando sobre lo ocurrido pensaron que de haber habido un puente unos metros más arriba, había tenido tiempo de llegar a la otra orilla y ponerse a salvo. Aquella misma noche acordaron la solución, construir el puente de Navaluenga. Los mayores contaban que en la noche de San Juan podía verse a una joven mora junto al puente, bañandose en las aguas del Alberche o peinándose a la puerta de la cueva que lleva su nombre, Cueva de la Mora.

 

Sobre el puente románico también recae un mágico encantamiento que se manifiesta en forma de toro a través de los sueños y aparece bramando a la medianoche entre una espesa niebla cada cien años, pero esta leyenda la dejaremos para otra ocasión.

 

La imaginación del escritor e historiador, García Zurdo, le llevó a decir que posiblemente la doncella mora de la leyenda fuese enterrada en una de las cepas o pilares del puente.

 

 

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