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Los presupuestos de Castilla y León no enseñan un adelanto electoral

Félix Ángel Carreras Álvarez
Félix Ángel Carreras Álvarez
Lectura estimada: 3 min.

La resaca de la convulsión política de Galicia ha tenido su rebote en Castilla y León. El incontestable triunfo de Alfonso Rueda ha rebajado las ínfulas socialistas, rematadas con el caso Koldo y esa extraña habilidad para reaccionar con la respuesta del "solo sé que no sé nada". Además de sujetar a Feijóo ante una previsible caída al precipicio, la mayoría absoluta de sus paisanos ha refrendado el mensaje del Partido Popular ante una posible revuelta de barones y afiliados. Ese alivio refrendado en las urnas rearma una situación que, indudablemente, hubiera tenido otra repercusión en caso de unos resultados diferentes.

Y el rebote en Castilla y León no ha sido precisamente que Fernández Mañueco aprovechara la inercia positiva de Galicia para anunciar o intuir un adelanto electoral. Al contrario. El presidente ha presentado los presupuestos de 2024 con un mensaje en clave de continuidad y de agotar la legislatura. Es cierto que siempre hay una cuña posterior que añade aquello de que mientras sea "útil y eficaz" para el conjunto de la ciudadanía, pero la realidad es no hay un clima de ruptura en el matrimonio de conveniencia entre PP y VOX, básicamente porque de manera silenciosa, los populares están fagocitando aquellos primitivos aires de grandeza que exhibían los de Abascal cuando se estrenaron en su primera experiencia de Gobierno.

No sería un buen momento para plantear unas elecciones en Castilla y León. Más bien no tendría sentido repasando el mapa político de la Comunidad. El PP se ha hecho más fuerte después del susto que recibió con la victoria insuficiente de Tudanca y aquel experimento de moción de censura que provocó a posteriori la ruptura definitiva con Ciudadanos y las insólitas elecciones de 2022. En este periodo, el PSOE se ha ido desinflando en la Comunidad hasta convertirse en un actor secundario asumiendo que la mayor cuota de protagonismo en esta tierra recae en los ministros Redondo y Puente.

Los presupuestos de Castilla y León son demasiado ambiciosos como para plantearse un corto recorrido. El Gobierno tratará de marcar una estrategia rentabilizadora de esa apuesta que supone el incremento del 5,45% para alcanzar la cifra récord de 14.562 millones de euros con 674 millones dirigidos a beneficios fiscales que afectarán a 674.000 ciudadanos de la Comunidad. Todas las consejerías aumentan su dotación y 8 de cada 10 euros de inversión están orientados hacia políticas sociales. Este esfuerzo no puede entenderse en un ciclo corto y más bien está enfocado a afianzar la estabilidad que el PP busca para presentarse en 2026 con mayores garantías, ansiando esta mayoría suficiente de antaño que le posibilite caminar sin necesidad de otros apoyos.

Pero esto es política y la situación puede cambiar en cualquier contexto. Precisamente el protagonismo de los ministros socialistas podría propiciar un cambio de líder en la Comunidad y alterar ese escenario que ahora se dibuja en un entorno de calma. Indudablemente, VOX querrá volver a ocupar su espacio y asumir el protagonismo del que ahora carece, salvo cuando García Gallardo se asoma al balcón y pregona contra los actores. Pero el vicepresidente de la Junta está tierno y tranquilo. Dice que Mañueco es un "buen presidente" y que mantiene con él una relación "cordialísima". Lejos de ese cruce verbal de bondades, la realidad es que Castilla y León no necesita ahora un adelanto electoral. La Comunidad ya tuvo su cuota y marcó el camino de los pactos imposibles a otros territorios que hoy tienen el mismo esquema de Gobierno. Después de tiempos de sobresaltos, es fundamental estabilizar la estabilidad.

 

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