Miradas de agua y barro en Pina

Por Eduardo Blázquez Mateos-URJC

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Miradas de agua y barro en Pina
O.R.R
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Lectura estimada: 3 min.

 

¿Cómo retratar la vivencia interior en la arquitectura escénica?

Al mirar los ojos de las pinturas de Oskar Kokoschka, el espectador se siente atraído por las transgresiones de sus retratos, adquiere un impacto en las alteraciones cromáticas que mezclan la materia visible con las aguas de barro intercaladas por la eterna tristeza de las estilizaciones derivadas de El Greco.

¡Ojos de niebla!

Los impactos puntiagudos, como la experiencia ocular arañada por Aracne, se incorporan a las huellas de los círculos procedentes de las lentas deformes; la luz y el color se amparan en la estética expresionista, la expresividad de la mirada se alerta con los trazos violentos que desnudan su alma desgarrada.

Entran en escena Van Gogh y Tintoretto, de la mano, no cesan en su baile de pincelas multidireccionales.

Los rostros se integran con el fondo, ante dos mapas inconclusos intencionadamente, emerge un esbozo sobre un bosquejo que nos permite definir varias lecturas sobre el Teatro quimérico de Miradas.

La tonalidad de los ojos divinizados dialoga con las bellas Damas de Gustav Klimt, el viaje de las miradas de Oskar se libera y se carga de materia agresiva procedente de la mitificación del Salvajismo.

El Primitivismo se ratifica en la evasión platónica.

La espiritualidad ilumina la agresividad de lo matérico, se baña de barro y agua la contemplación idealista de Pina.

Los pueblos ancestrales, con sus rituales, interpretan las formas arbitrarias del grupo de los putrefactos.

¡Cautivos salvajes, cautivadores ojos!

Las figuras maternales y las magas interceden en el retrato visual de la mirada.

¿Son ojos abiertos a la idealización del buen salvaje de Rousseau? Veo las fuerzas vitales que retornan a las cuevas del Paleolítico.

Los ojos de Pina se inundan del barro de Deucalión, el diluvio del escenario exterior se adentra en el alma en conflicto con el cuerpo.

Mezclamos el barro negro y rojo con la espuma blanca del Crepúsculo alegorizado, se empapa de cristal del documento oculto de la dramaturga poeta.

La intensidad nerviosa e impetuosa de Pina Bausch apela a la introspección subjetiva desde los movimientos que, al tiempo, se corresponden con los impulsos motorizados por las veladuras agresivas que concatenan a Van Gogh con F. Bacon.

Empastes alegóricos que distribuyen el encuentro entre los trazos violentos de luz invisible.

Masas huesudas y alargadas que interpelan el imaginario de los gestos y movimientos de cejas y pestañas.

La naturalidad expresiva del imaginario, en armonía con las alteraciones de la Naturaleza dibujadas por Leonardo da Vinci, ensambla a Pina con Oskar.

Arrasada por sus traumas, la tensión interior aflora en la brutalidad de la dimensión hiperbólica marcada por la desproporción musical.

Ojos meditativos.

Ojos asimétricos.

Los ojos descubren lo oculto desde lo inacabado, se instala la teoría de la emanación de Plotino revelando el velo alegórico de la levedad, la mujer-Vela descubre el valor del desamor en la carencia de luz mostrada en la oquedad, espacio sin pintar alimentado por la Musa de Pina: la Melancolía.

Al contemplar sus recuerdos, Pina se superpone a Cavalcanti y a Dante para para ensalzar el amor contemplativo desde la organicidad primigenia. Amar equivale a danzar.

Los ojos arden enteramente, cautivos, se encuentran con la mítica Beatriz, iconografía platónica destructora que, desde el conocimiento del sentimiento poético del Arte refinado de los clásicos, se reconstruye en imagen siniestra que exalta la mirada deforme de la inmensa locura.

Los sollozos del barrizal se van transformando en árboles recreados en el bosque de Atalanta.

La inquietud de los sueños pintados por Goya se mezcla con los sabores onomatopéyicos de Antonio Gades.

Bajo la luz de las pesadillas, Pina elabora una violencia constructiva alimentada por el mítico Romanticismo alemán.

Entre la seriación de conflictos, la dimensión heroica subyace entre moles de edificios que invocan a los laberintos ruinosos de las obras de G.B. Piranesi.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1 comentario

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liuba gonzález cid 10/25/2023 - 2:49:23 PM
Pina emerge en tu texto como un poema lírico, asimétrico y visual. Su pensamiento trashumante es cristal sobre roca. Sus juegos hídricos nos hacen desvanecer (o morir de amor) entre rosas, sillas, cadenas y escaleras infinitas; ¡qué delicada creación de belleza cautiva! Si a este soneto danzante sumamos tu pertinaz mirada, añadimos fuego y lluvia a la discusión en torno a la mirada cautivadora de la medusa en Caravaggio. Pienso en Blake, en el círculo lujurioso de los amantes en el que Francesca de Rímini, bailarina azulada, subvierte el ritual del amor en cuna y sepulcro.
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