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El (nuevo) peso político de Castilla y León

Félix Ángel Carreras Álvarez
Félix Ángel Carreras Álvarez
Lectura estimada: 3 min.

Castilla y León ha ganado evidente peso en la dirección nacional del Partido Popular con el nombramiento de la abulense Alicia García como nueva portavoz del Senado. Llama la atención el ascenso de esta exconsejera del Gobierno Autonómico, también candidata fallida a la Alcaldía de Ávila y diputada nacional, porque su nombre no figuraba entre las apuestas que empezaron a surgir a raíz del anuncio de cambios en la estructura de Feijóo. Alicia García, con una valiosa trayectoria como consejera de Familia e Igualdad de Oportunidades, nunca ha tenido una experiencia en este tipo de cargos tan relevantes y, sobre todo, ante una Legislatura que se anuncia dura por el indudable papel de una oposición numerosa que pretende ejercer un protagonismo vital y continuo frente al Gobierno de Pedro Sánchez. Además, Feijóo ha integrado en su equipo a la leonesa Esther Muñoz como vicesecretraria de Sanidad y Educación del Partido Popular en otro espaldarazo más a Castilla y León.

Estos movimientos pueden tener muchas lecturas. Desde la más simplista del contrapeso al Consejo de Ministros de Sánchez que incluye tres figuras de esta Comunidad: Margarita Robles (León) y los vallisoletanos Puente y Redondo, al equilibrio autonómico que quiere dibujar Feijóo en su partido teniendo en cuenta que el PP de Castilla y León posee el grupo de senadores más amplio en la Cámara Alta. Sea como fuere, la Comunidad necesita presencia y gestión para trabajar sobre los múltiples problemas que tiene un territorio con personalidad, pero castigado por la despoblación y la continua pérdida de población, entre otros problemas.

El presidente de la Junta de Castilla y León ha tenido un papel con evidente iniciativa en las últimas semanas. Fernández Mañueco fue el primero en anunciar que su Gobierno recurrirá ante el Constitucional la Ley de Amnistía, así como la condonación de la deuda de 12.000 millones de euros que se recoge en el infame acuerdo con Esquerra. También ha protagonizado movimientos interesantes que le han dado un plus en el status de baronías dentro de los populares. Su buena sintonía con Isabel Díaz Ayuso le impulsa en esa consideración que pudo tener sus horas bajas tras el acuerdo con VOX que tiempo después han tenido replicar líderes populares para consolidar en forma de Gobierno sus victorias insuficientes en las elecciones de sus autonomías.

Entre tanto liderazgo de ministros y cargos de todo tipo, el PSOE de Castilla y León sigue absolutamente absorbido por la niebla de su desubicación. Es curioso, pero tanto poder en La Moncloa no se traspasa a una acción coordinada para ejercer una oposición inexistente ante el PP autonómico. No tiene mucho recorrido un Luis Tudanca amortizado en un partido desorientado que solo tiene en la delegada del Gobierno, Virginia Barcones, a una figura reconocible por acción, discurso y determinación política. En esta indefinición se puede integrar VOX, también aplanado y con cada vez menos protagonismo en su coalición con los populares.

Todo esto viene a cuento de la necesidad que echamos en falta para que la política de Castilla y León tenga al fin un liderazgo reconocible. Si a los ministros que ha sumado Sánchez se añade la aparición de Alicia García o el posicionamiento más firme de Mañueco, podemos concluir que tendrá un efecto positivo para la Comunidad. Pero ha habido otros ejemplos que no invitan al optimismo precisamente y por eso es fundamental estar vigilantes ante una evidencia: Castilla y León necesita que su peso se convierta en hechos tangibles y no solo en palabras de esperanza.

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