El próximo sábado 22 de marzo con la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Salud
La mano-jaula de Bilbao
Por Eduardo Blázquez Mateos-URJC
El Cazador (1933) es una obra maestra del Museo de Bellas Artes de Bilbao, se trata de un óleo sobre lienzo que proyecta enigmas de objetos poetizados, un misterio insondable que retoma el alma romántica para llegar a una libertad multiplicada.
Desde la inmovilidad se agita la mano-jaula que explora el paisaje de espirales del autor, Óscar Domínguez se adentra en las elaboraciones espaciales de sus parajes volcánicos, universos mitificados por André Bretón en su ascenso al Teide; desde libertinos contrastes, la ambivalencia surrealista derrama los líquidos vegetales y sexuales elaborados por los ingenios arbitrarios y aleatorios de Óscar Domínguez.
Al fragmentar y descontextualizar, las asociaciones de las imágenes se unifican en las degradaciones de las nubes de Eros.
La caza del pájaro es espiritual para los surrealistas, en Dalí y Buñuel va unido a inspiración poética, su captura es desgarradora por excelencia, con alas cloroformizadas se inscribe en la iconografía de la Vía Láctea, el ave se convierte en auxiliar de los dioses ultramundanos.
¡Se esparcen los pigmentos venerados por el deseo inmortal, se eclosiona el cuerpo espiritual quebrado por el abismo putrefacto surrealista!
¡La jaula es la caverna platónica del pájaro surrealista!
El pájaro de Óscar es un ventilador.
Cada pájaro onírico se alimenta de los cuervos del Romanticismo y de los bodegones cubistas, el director de cine dispara y caza imágenes, se suprime la realidad objetiva para crear la mosca antagónica del pájaro de Canarias.
El paisaje canario volcánico está soleado por la cal blanca de los parnasianos alimentados por greguerías, versos musicales que fecundan la mirada de la sombra gigante del paseante redimido en una mancha negra saturniana, gesto que contrasta con la dimensión inmaculada del lienzo.
La mano camina en El Ángel exterminador en diálogo con los labios de la mano de la película Sangre de un Poeta de Jean Cocteau, las imágenes subversivas, convertidas en escenas míticas a la manera de la mano-hormiguero de Un perro andaluz, desmenuzan las manos cortadas como exvotos que rememoran los significados aleatorios de las naturalezas muertas, visiones de amor y muerte explicadas entre Eros y Thánatos.
¡Pulsión de Deseo!
Mano liberada del gesto, mano abierta que saluda y abandona las correspondencias para establecerse en el disfraz.
Al alejarse de la mano en flor, la disolución se canaliza en el líquido imperante del espacio temporal, la mano entre lazos rememora y lleva al Auriga de Delfos, bronce del siglo V antes de Cristo convertido en emblema de acción y de sabiduría; entre la palma y los dedos levantados, que invocan al aire puro advertido en las liturgias teatrales, se amplían los rituales de las danzas que asedian el espacio virginal perpetuado en el ojo de la cerradura.
La mano, como signo de acción salvaje y sabia, se explica en la fecha que se expone en el Quirón/Sagitario, la mano y la flecha se adentran en el himno al salvajismo común a la vanguardia.
Las imágenes del lienzo se recrean en diagonales y ondulantes, crece el atrevimiento ante el poder de la fantasía, se yuxtaponen los personajes en una hipérbole que, entre lo figurativo y lo abstracto, prescinde de la lógica cartesiana para introducir las turbulencias del desplazamiento semántico visual.
Ante el rompecabezas erótico, el color rojo y el negro se enfrentan a la sombra anamórfico que parte de la mutilación para crear objetos, se fractura desde un sadismo que llevará a la metáfora del tejedor retórico que fabrica una realidad transcendida, en la cima del blanco paisaje lechal se presenta la supra-rrealidad.
El encadenamiento de las imágenes contrapone la amabilidad y la brusquedad de los conceptos que alimentan la nueva realidad, los cuerpos aislados se defienden desde la ambivalencia abstracta de la paganización de la cremación; la tiniebla luminosa del paisaje unifica los pensamientos, el objeto amado, la mano-jaula, aporta la síntesis del poema visual expresado en el deseo purificador del blanco sobre las cenizas de la muerte, manjares aportados desde el tempestuoso volcán que invierte el espesor de lo ígneo en un vapor alimentado por la suavidad de la Aurora.
La mano expresa la síntesis de lo masculino y lo femenino.
La mano volará en Bomarzo.