Organizado por la Junta de Cofradías de Semana Santa de Ávila en colaboración con el Ayuntamiento de la capital
La Isla de Eros en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Citera está en Bermeo
Por Eduardo Blázquez Mateos-URJC. Dedicado a Begoña MS, en su embarcadero.
Luis Paret pintó los paisajes de Bizkaia con alma romántica, intercalando el conocimiento de los paisajes pintados en la cultura septentrional. Paul Brill determinó composiciones que afectan a la percepción visual y a los volúmenes de la Vista de Bermeo (1783), obra maestra del Museo de BA de Bilbao que, a su vez, remite a las obras de Adam Elsheimer, a los paisajes de fantasías del manierismo flamenco que aportan la precisión del dibujo del orfebre, diseños primordiales para Paret en sus elaboraciones majestuosas de la Naturaleza que, entre primeros y segundos planos, se lanzan a los serpenteantes páramos entre las atmósferas vénetas entrelazadas a la pasión del artista por los parajes míticos vascos.
La pintura se puede estructurar en tres iconografías: las ruinas, el acantilado y la borrasca. La conjunción de estos emblemas espaciales permite hablar de los ideales de belleza del Romanticismo, preámbulo de insignes pinturas alemanas.
Viajar a Bilbao para ver el lienzo de Bermeo revitaliza el espíritu, puede unir a Bill con Claudio Lorena para emerger hacia la Citera de Theo Angelopoulos, partiendo de la peregrinación a la isla de Citera de Antoine Watteau, referente esencial en la obra de Paret.
¡El viaje a la isla de Venus, patria del amor incondicional, está sesgado por el eclipse vasco!
La pintura se puede considerar una topografía sensible, en su crónica visual, el muelle y el puerto, son ejes de puntos de vista de una compleja caja espacial elaborada desde criterios perfectos de perspectiva científica, un conocimiento adquirido por el artista en Roma. El caballete lo ubicó en el muelle derecho de la bocana de entrada (Venancio Nardiz), el punto de vista bajo aporta una significación primordial para ver Bermeo como una nueva Jerusalén Celeste, como una Nueva Roma.
Desde un punto de vista bajo, se sublima la arquitectura pétrea, que se agita con la coreografía del cielo y de las nubes. La naturaleza invade los edificios para canalizar la poética del pintoresquismo apoyado en la mirada sensible sobre Bermeo; la iglesia de santa Eufemia, la torre-mansión Ercilla y las ruinas de Santa María de la Atalaya, sustentan las masas verticales frente a las horizontales que separan la épica tierra de las aguas soñadas. Los macizos y vanos se enriquecen con la luz que acompaña los detalles. Las zonas oscuras se contraponen a las atmósferas resplandecientes, mientras se enfrentan las luces arcádicas venecianas de un lado, frente a las oscuras nubes que, en su organicidad, dan forma a una coreografía mítica, espejo del sentimiento romántico del artista.
El abismo invasor tiene la fuerza suficiente para atrapar al espectador, los actores del idilio bucólico están ajenos a los acontecimientos, la calma será alterada mientras la actitud contemplativa de las damas nos evaden en sus tareas; entre el naturalismo y el realismo mágico, la escena se recrea en asuntos míticos compartidos entre el pintor y su mentor el Infante don Luis de Borbón Farnesio, ambos se deleitaron con las refinadas cuerdas de Luigi Boccherini, el canto de las aguas emergía para recordarnos las visiones homéricas que, en su épica, se enriquecían con el embarco a Citera.
Al estar liberado, al estar alimentado por las sombras de la tormenta, la barca de Polifilo se revela en la escena. La bella barca de Eros está acompañada por tres damas que, como ninfas (náyades), definen un triángulo ideal y, unidas, representan la semblanza de Niké, mientras, la barca aislada está tejida con los versos de Virgilio, signos alegorizados que las tejedoras de redes han bordado para consolidar la trayectoria de las constelaciones.
Citera está oculta, está cubierta con el velo de la Venus Citerina.
El paseo por mar, por las aguas de Bermeo, desdobla la calma del embarcadero con la agitación que acompaña a la escenografía en sombra, una dama vigila las agitadas aguas, otra se viste de alegoría de un río; aisladas, visten las rocas con bodegones de peces enriquecidos por pigmentos y veladuras que dan movilidad a su recodo de moles diagonales, rocas que evocan una tridimensionalidad feminizada por el canto de Eros.
Las ligeras aguas están firmes, las severas nubes bailan.
La isla de la belleza, recodo bucólico de maternidad, nos condiciona al escuchar el adagio evocador de los jardines pintados de Boccherini, canciones a capitanes del mar, homéricos sonidos evocadores de la música pintada desde la doctrina secreta de Eros.
Ante Bermeo, coloso imponente, las proporciones áureas son superadas por la fuerza de la Naturaleza, la claridad del misticismo se carga con la energía vital del velo saturniano del Romanticismo imperante.
Ante la meditación de las damas, centinelas de la barca de Eros, se presenta la escena para armonizar opuestos, Neoclasicismo y Romanticismo se presentan desde una iconografía inversiva que encuadra las alusiones a la ruina desde las secretas energías del enigma de Bermeo.
¡Las nubes pasaban, las lágrimas de Begoña esculpían con sal la barca de su gran amor!
Se completaron las actividades programadas el viernes, con visitas guiadas y actividades infantiles
Este sábado a partir de las 11.30 horas con salida en el Mercado Grande
La Orquesta Filarmónica de Minsk y el Coro de la Filarmónica de Chisináu se unen en Ávila para interpretar 'Carmina Burana' de Carl Orff y el 'Réquiem' de Mozart