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Clásico

Juana I, Reina Sonámbula: El sueño de la leona y el león

Por Eduardo Blázquez Mateos-URJC

Juana I, Reina Sonámbula: El sueño de la leona y el león
O.R.R
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Lectura estimada: 4 min.

A la Baronesa Karen Blixen.

JUANA I se viste de Atalanta para alimentar al León y la Leona que están a los pies de su sepulcro, un lecho nupcial que dialoga con el Otro Mundo.

La Leona de la Tumba mira a Juana I, vigila los sueños de la reina en una íntima representación coronada en el viaje al paraíso.

¡Vergeles configurados por árboles con troncos fieros!

¡Nudos de árboles silvestres que dibujan dos pérgolas en flor!

¡Melodías de ruiseñores entre vientos agitados por Céfiro!

¡Troneras que alimentan il balleto di Venus!

El monumento funerario, realizado entre 1519 y 1521, fue ejecutado por Bartolomé Ordóñez en comunión con el sarcófago de los Reyes Católicos, obra de Doménico Francelli, el monumento respira la estética italiana del Renacimiento, ideal perpetuado desde la visión de Lucio Marineo Sículo, erudito vinculado a la corte de Isabel la Católica desde 1497.

La imagen idealizada de Juana I está unida a Marineo, poeta y cronista, docente humanista, determinante impulsor de la revisión de la Antigüedad constituida en la Corte de Isabel y Fernando, modelo de vida de Juana I de Castilla en Tordesillas.

Entre Plinio y Cicerón, llegan los madrigales vénetos a las estancias reales del Duero.

¡Emerge el emblema del León/Leona!

Juana I, portadora de Conocimientos y de Oratoria, potencia la imagen del león para evocar el trono de Salomón.

Abrimos el libro de los leones enamorados, manuscrito ilustrado con la iconografía innovadora de san Jerónimo y de la poesía alegórica que, iluminada por la literatura ultramundana, establece el símil de la leona con la luna, el león es el sol, Juana I es el Eclipse, el Enigma.

La luminosidad de la Reina explica su capacidad para amar. Reina protectora de sus hijos, es decir, de la corona.

La visión solar de la leona y del león se revela en la iconografía solar, explicada en los conjuros del dios Apolo, eje del simbolismo de los leones de Juana I, ideario transcendental para abordar el timón de la Tumba de la Capilla Real de Granada.

El Mausoleo de Juana I está en Tordesillas, en el paisanaje del lugar activado por la reina Lamia que, entre las aguas del Duero, se aferra a su peina dorado elaborado con un esqueleto de pez procedente del mar de Bilbao.

Los leones del Duero viven en las cuevas celtibéricas de Tordesillas que, bajo el sol subterráneo, entran en los recodos con textura de azufre para implorar la llegada de las tonalidades rojas que, procedentes de las granadas, incorporan el fuego de la leona alada al Sueño de Polia, autora de las islas amorosas del Duero.  

Los animales solares de Atalante, mito que vive en un bosque brillante de Tordesillas, vislumbra el recorrido del sol en un circuito feminizado por el umbral cíclico que implora el retorno al Sol, a Apolo.

Las alegorías de Aurora y el Crepúsculo son regeneradas por la Leona solar. Atalanta revisa las huellas de su carrera por la fortaleza de Tordesillas, muralla ancestral vigilada por los dos leones.

Desde el trono o sobre Carro solar, los leones viajan para vigilar los Sueños de Juana I, alegoría de la Sabiduría que acaricia a la leona dorada desde el Paraíso de la Fuente de La Alhambra.

La leona vive en un bosque de Tordesillas, con la llegada de la primavera, viaja a su señorío de Vizcaya, a Guernica.

Mientras, Errikarta está inmerso en la creación de Isak Dinesen (Karen Christence Blixen-Finecke) para iluminar su inmensa belleza.

JUANA Y EL LEÓN, por ERRIKARTA RODRÍGUEZ.

¡Tanto tiempo, recluida! ¡Tanto tiempo, encadenada que ya no recuerda ni quién es! ¡Si tan solo pudiera ser fuerte una vez más, si tan solo pudiera invocar el poder! Tambaleante la Reina se acerca a un cuadro de la pared y susurrando muy despacio pide ayuda a la imagen. Apoyando su cuerpo, sus manos sobre la fría pared de piedra, resbala muy despacio hasta llegar al duro suelo. Un rugido en su garganta y la fiera aflora de su cuerpo como una mariposa de su crisálida.

La fiera recorre la habitación rugiendo fuertemente, ensordeciendo todo a su alrededor. Atalanta de mi vida que escuchaste mis plegarias, hoy te siento más fuerte que nunca. Fiera jadeante que no puede escapar, ansiosa mira por la ventana, contemplando el río Duero. ¿Si pudiera recorrer la vereda a mis anchas y beber de su agua pura? Tumbada junto a la ropa de la reina, apoya su cabeza sobre la corona, tomando el lugar y el poder que le corresponde. Extasiada por la transformación cierra sus ojos y sueña con los campos de Castilla, con bosques de hayas y robles. ¿Si tan solo pudiera recorrerlos?

¡Dormida, sonámbula, cruza el umbral al otro mundo, al mundo de los sueños, real o fantasía! Paraíso dionisíaco donde puede ser ella misma, donde puede ser libre. Con paso majestuoso el león reclama su corona y ascendiendo a lo alto de una montaña, contempla a sus pies un inmenso mar de nubes. Majestuoso, imponente ruge a los cuatro puntos cardinales, de sus ojos brotan ríos de lágrimas, ríos prisioneros que sueñan con ser libres. Caminante del mar de nubes, Reina poderosa, que ondea su melena al viento, Reina engalanada que contempla un mundo que no ha sabido entenderla. Dolorida por el esfuerzo la fiera lame sus heridas, heridas de pérdidas, de muerte, una vida de desgracia que siempre quedará impregnada en su piel. Elevada, segura y confiada agita su melena al viento mientras grita, Que los leones guarden a la Reina.