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Clásico

Juana I, reina sonámbula: la melancolía

Por Eduardo Blázquez Mateos-URJC

Juana I, reina sonámbula: la melancolía
O.R.R
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Lectura estimada: 2 min.

A Liuba Cid. 

La MELANCOLÍA es la MUSA de la Reina Juana I.

Al unir Amor y Sufrimiento, la construcción de un arquetipo, en línea con el pensamiento de Aby Warburg, se conquista desde los emblemas gestados en la vida de Juana I, Reina Sonámbula, obra de Errikarta Rodríguez y Eduardo B. Mateos que, editada por Amarante, expresa la sempiterna Soledad del Amor.

Las pasiones y las emociones de la reina Juana I se entrelazan con las obras realizadas en el jardín-bosque de Bomarzo, piezas ejecutadas desde 1550 por Pirro Ligorio y Vignola.

Se expresa una devastación sobrecogedora, que se aproxima a la muerte de la Reina en 1555. El reino de Saturno preside los ideales de Belleza de Bomarzo y Tordesillas, la melancolía del nocturno iluminado, en unión con la lírica mística del Renacimiento, crea acciones para los arquetipos perpetuados en el Régimen Nocturno de Pirro Ligorio.

¡Los astroemblemas de Juana I, se alimentan de la iconografía del negro saturniano!

El Palacio Real de Tordesillas estaba inundado de espectros provocados por las leyendas leídas en los pensamientos de Juana I, los mitos y símbolos de la Reina se potenciaron en las tierras de Castilla.

Los espacios anímicos del Palacio Real abrumaban a las almas sensibles, la voz poetizada, sobre las aguas del Duero, alimentaba las alas del Nocturno que, desde la ventana, vestían de negro a la luna plateada.

La mansión alegórica de Tordesillas, en consonancia con las moradas de la literatura del Siglo de Oro, establecían sus giros saturnianos desde el encantamiento del lugar.

El bosque noctámbulo proyectaba el alma de la Reina.

Ante una Nueva Reina, se define el renovador arquetipo que se vive en el Duero, espejo de Juana I, locus amoenus originario del Noctambulismo.

Al convertir Tordesillas en un paraíso terrenal ultramundano, Juana escribió un poema alegórico, retomó el jardín de Francisco Imperial al leer Decir de las Siete Virtudes, obra del siglo XV marcada por Dante y Brunetto Latini.

La visión de la fuente, el rosal y el río, está protegida por una muralla de jazmín con una puerta de rubí, se escucha el arpa y la dulzaina. La Reina apoya sobre su pecho la viola de arco, para despertar los olores de las flores. La visión se cerró con el puente ultramundano.

Ante la alegoría del Amor, las raíces del cielo de Tordesillas cubrieron con ramas a la Dama de Negro, la imagen nocturna del paraíso terrenal alumbró el espejo de la alegoría de la Melancolía, emblema de Juana I.

El motivo del sueño, sustentado por la literatura medieval, genera una estructura vivificada en Dante y Petrarca, en Juan de Mena y Francisco Imperial.

La poesía alegórica ha sido una musa para nuestra Juana I, Reina Sonámbula.

Las obras de Lucas Cranach sobre la alegoría de la Melancolía, realizadas entre 1528 y 1533, nos permiten abordar algunas singularidades aportadas por la gran Reina. Desde las asociaciones de la Melancolía con los mitos de la Reina, se establece la concepción platónica del Furor.

La glorificación del Palacio Real como Templo de la Melancolía, impone una fuerza marcada desde el poder emocional y creativo de Juana I.

La melancolía contemplativa saturniana se ilumina con Júpiter, para aportar el fuego del rayo transitado en el alma saturniana del claro de Luna.

La glorificación de la Melancolía creativa de la reina, se alimentó con la libertad humanista de una personalidad activa que, desde el alma singular de la genialidad, se puede explorar en la ardiente defensora de Erasmo.

Desde la melancolía voluptuosa de Aretino, Juana I recupera el furor neoplatónico para rehabilitar el dolor sempiterno.

La esfera planetaria se adentró en el aposento de la Reina, para reposar junto al canino alado de los sueños de Catalina.

¿Cómo reverenciar la vida contemplativa de la Melancolía creativa?

¿Cómo reconciliarnos con la luminosidad de Saturno?

¿Cómo traducir la luz ambigua de la encrucijada del Amor?