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Clásico

Juana I, Reina-Sonámbula en su jardín imaginado

Por Eduardo Blázquez Mateos-URJC

Juana I, Reina-Sonámbula en su jardín imaginado
O.R.R
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Lectura estimada: 4 min.

A la coreógrafa Teresa González

Juana I se vistió de Atlas (tritón que lleva la esfera del Conocimiento) para girar, en lo Solar, sobre las formas convexas de su biblioteca-jardín en Tordesillas.

El titán Atlas lleva el peso de la bóveda celeste, para ampliar una nueva forma de Conocimiento de la mano de Filóstrato.

Desde la iconografía del intervalo, el IMAGINARIO de JUANA I define a la NINFA DUAL; con capacidad para unir el humanismo pagano y cristiano, bebe de la fuente de las Ménades para ilustrar los movimientos del cuerpo e invocar la danza telúrica que lleva al abismo del amor.

¿ESTAMOS ANTE UNA REINA BAILARINA?

Al pervivir los clásicos en el Renacimiento Italiano y Septentrional, el Ballet de Atlas se vivifica en las Hespérides Castellanas. Las estancias del museo-palacio de Tordesillas, se cristalizan en una serie de imágenes dinamizadas por la dialéctica conciliadora del imaginario florentino y véneto, la Ninfa se revela en el jardín de las Hespérides para articular los pliegues mojados de Fideas en el caos de Erasmo.

¡Pina Busch quiere ser la reina Juana I!

La NINFA de Ovidio ha evolucionado, su rostro dionisíaco se revelará en la mansión de Atlas que, desde los procesos cíclicos de Saturno, evoca las imágenes de la Ninfa; Juana I ha avanzado desde el fósil dinámico de la primigenia Ninfa, para aportar el neoplatonismo italiano a las trayectorias teatralizadas ante Catalina.

En Tordesillas, se elaboran unas insondables visiones de la Ninfa Coronada con Laurel (Dafne-Juana I) que, aposentadas en las pinturas de Botticelli y de Domenico Ghirlandaio, apelan a la danza y a los movimientos para expresar un complejo pensamiento sobre la pervivencia de la Antigüedad.

La Ninfa del siglo XV, grácil y en pura armonía, compañera de los combates de amor en los ballets, guarda en su interior su espíritu dionisíaco.

El interior de la Ninfa es la Ménade.

¡Cabelleras de guirnaldas, técnica de paños mojados, las Náyades danzan en el río Duero!

Aby Warburg evoca a la Ninfa desde la metáfora de la mariposa danzante que, al salir de la crisálida, invoca a una transformación esencial en el ballet clásico que, al tiempo, une a la Ninfa con Psique.

No existe belleza apolínea sin Dionisos.

La belleza de lo monstruoso, marca a la Ninfa por un camino de alarmas, la Ninfa se une a la locura, unión con Ofelia, devenir del horror, de todo horror plegado al eclipse sonámbulo.

La lucha titánica de la heroína con el eterno monstruo, gesta el drama eterno del éxtasis.

Ghirlandaio, hijo de un orfebre que creaba guirnaldas para adornar las cabelleras de las damas florentinas, alegró a los personajes con bodegones y símbolos que convertían los tocados en paisajes poéticos, que prolongaban el ideal de belleza de los poetas del siglo XIV. En el Nacimiento de San Juan Bautista, 1485-1490, la Ninfa que se adentra por la derecha con una canasta de frutas, representa la entrada de la cultura pagana. Vasari se enamoró de la Ninfa, representaba el Ideal de las Damas de Castiglione recogido en El Cortesano, en 1534. Para ser admirada en las Cortes palaciegas, las damas deben saber bailar.

La danza y el movimiento, desde el doble parámetro de las Ménades y Las Tres Gracias, marcarán el pensamiento visual de Juana I en Pina.

La Ninfa y la Ménade, unidas, aportan luminosidad a la Musa de la Memoria y a la Melancolía. La reina Juana se adentra en el jardín de la Hespérides, bajo la influencia de Filóstrato El Viejo, se cubre con las aguas de la fuente de aceite para enlutar su sendero.

Dos atletas danzan en un combate coreografiado por la reina. Atlas y Hércules quedan hechizados por el vergel, doblan las rodillas para obtener las manzanas doradas del jardín de la reina Juana. Los deleitosos frutos circundan sobre la cabellera de la reina, un tocado natural con laurel entrelazado a las perlas que fluyen en el locus amoenus, huerto revelado en el palacio de Tordesillas.

Ante la Chimenea, Juana I escribe una carta a su jardín imaginado.

MI AMADO JARDÍN DE LAS HESPÉRIDES de ERRIKARTA RODRÍGUEZ.

¡Y si está carga que llevo sobre mis hombros fuera la decisión de mi vida, y si está decisión hubiera estado meditada más allá de lo impensable! ¡Si aun sabiendo las consecuencias hubiera preferido ser yo la que pierde??! ¡Murmullos a gritos de una humanidad que no sabe lo que pienso, lo que siento!

¡Cómo poder dormir, descansar si mi vida se va al traste! ¡Cómo poder ser feliz si todo lo conseguido lo puedo perder en un momento, mi amado jardín de las Hespérides, mi paraíso secreto, donde puedo ser yo misma, donde puedo amar en libertad! ¿Cómo poder ser traicionada por quién confías? ¿Cómo perder de todas las maneras?

Segura, confiada, me enfrentó a mi castigo, mi destino y me someteré a juicio. Con la cabeza en alto asumo mi destino dirigiéndome a un abismo que ya conozco, amigo del alma que tanto tiempo nos espera juntos. Una última mirada a mi amado jardín, suspiro y con lágrimas en los ojos alzo mi brazos y cargo con el peso de un mundo, de un planeta que no confía en mí, que nadie sabe de mí, de lo que pienso, de lo que siento.

Tanto tiempo ha pasado que ya no recuerdo ni quién soy, solo un vago recuerdo de mi amado jardín de las Hespérides, dios que dejo de sentir, de amar, qué con el paso del tiempo, su alma, su cuerpo, se transformó en piedra, anciana gigante olvidada que soy yo, solo un recuerdo lejano, solo una ensoñación, qué sabe nadie.