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Éxtasis en Flor, Cupido viaja a Ruiz de Ocenda. Acto III

Por Eduardo Blázquez Mateos-URJC

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Éxtasis en Flor, Cupido viaja a Ruiz de Ocenda. Acto III
O.R.R
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Lectura estimada: 2 min.

El Acto III en Ruiz De Ocenda, cierra las vivencias compartidas en la presentación del libro Éxtasis en Flor.

EL reino de Cupido preside este epílogo sobre la estancia en el templo veneciano de Flora en Bilbao. De la mano de Cupido, participamos de la belleza de Irati, Ane y Virginia (hija de Virginia y nieta de Virgilia); las tres hadas brillaron aportando una luz platónica-vasca, una belleza eterna que define las coloreadas sensaciones de las bellas durmientes.

Lucas Cranach El Viejo pintó a Cupido quitándose la venda a sí mismo, un acto que explica la elevación a una nueva vida; entre arcos y flechas, Irati-Ane e Virginia llevan las alas doradas desde la flor solar de Bilbao; sus proverbiales elegías, aportan innumerables afirmaciones sobre el poder de una épica alegórica reflejada en los ojos de las jóvenes aladas, viajeras poetizadas por los vergeles y bosques en flor.

¡Las emociones amorosas, bajo la lluvia de pétalos, se inscriben en la llegada de la eterna primavera!

Entre la luna y el sol, las tres jóvenes se sumergen en la vitalidad del laurel de Dafne para viajar al jardín de las Hespérides; entre olores, retiran la venda de sus ojos para ilustrar los Triunfos del Amor de Petrarca, para unirse a la exaltación de los ideales de Belleza del Renacimiento italiano que, altamente Neoplatónico, aporta las versiones femeninas de lo Sublime.

¡Mítico Cupido de Boccaccio!

¡Vendas de flores de Cloris!

La luz cubre los puentes en flor.

Los caminos de conocimiento, inundados de flores nutritivas y de musgo, definen un ingente ingenio en un sentido de elevación, panteísmo redimido en la sublimidad maternal.

Cupido guarda las armas bajo el rosal rosa, se deleita con Irati-Ane y Virginia; liberadas de la venda, en éxtasis, la visión poética platónica, aérea, ennoblece las dimensiones contemplativas del amor, dignificando la sabiduría de sus madres: Virginia y Begoña.

Ante el amor sublime de sus madres, lo velado visible se muestra entre los panegíricos del Renacimiento, al alabar la belleza de la mujer, se iluminan los senderos de las tres hadas eternas en su felicidad fortalecida.

Asumida la sabiduría de las madres de las hadas, las almohadas se convierten en nubes.

¡Vaso perfumado con helecho!

¡Cupido tiene las armas del Amor!

¡Fuego celeste del amor intermediario!

¡Verdad perpetuada en los insondables diálogos!

¡Armonía de la alegoría primaveral!

Ante la mirada despierta de Virginia, se adivinan amplios registros interpretativos aportados desde la sensibilidad y la curiosidad. Virginia comprende el poder legendario de las palabras, es decir, ama el teatro.

Ante los ojos de Ane, se descubre la belleza de la alegría en flor construida, además, por su talento para la Comedia, un espejo de Chaplin. Su cielo gradúa la sugestión de las estrellas en el brillo de sus pudorosos ojos.

Ante Irati se vislumbra la belleza absoluta, su capacidad de entrega va tejida a los ojos de una diosa en flor. Su presencia me adentra en las ventanas de luz. Vestida de blanco y azul, aporta las vivencias artísticas del arte clásico griego, intercalado con los ideales de las damas nórdicas. Su cabellera susurra, con musicalidad veneciana, los ecos de los querubines con alas de mariposa.

¡Irati y Ane son Dríades, ninfas del bosque de Oma, morada embalsamada con las flores de Begoña!

En este libro de Flores, en éxtasis, he vivido, de la mano de Begoña y Errikarta, en un lugar de reposo (mi Ofelia), espacio fértil para facilitar el descanso de mis ojos platónicos.

1 comentario

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liuba gonzález cid 2/6/2023 - 10:02:14 AM
En el bosque de símbolos de Oma cada cosa es simulacro de otra, así sucede en el libro de las flores en éxtasis, una danza trémula bailada por las ninfas sobre nenúfares; Nymphaea Virginalis. Tu mirada platónica sobre el manto de Ofelia es histórica y precisa, si hubo una semblanza soñada por El bardo inmortal de Avon, acabó muriendo en el trazo de tu impecable oda historiográfica a la heroína romántica. Cuántos rincones y matices para dibujar su morada, tampoco Pannini pudo verla tan severamente como tú, bajo las ruinas de una Roma escénica, desolada.
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