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ÉXTASIS EN FLOR. El páramo de APOLO/SERGIO

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ÉXTASIS EN FLOR. El páramo de APOLO/SERGIO
R.C.G.T
R.C.G.T
Lectura estimada: 3 min.

Por Eduardo Blázquez Mateos-URJC

Sergio e Iker crean, con sus cuerpos, la consumación del cálido regazo, espejo de la rosaleda sombría en el libro Éxtasis en Flor.

El refugio de los dos guerreros (inmersos en flores), se define y se encauza al definir una crisálida de ramas perpetuadas ante las flores de los jacintos silvestres que, sobre las amapolas, proyectan la esfericidad de la cueva nupcial del paisaje abismal.

El barro y la lava surcan las ramas de los velos apolíneos, transcurridos entre las cortezas y las cáscaras de la Gorbea de Errikarta; los ramajes son aclarados por la brisa del ritual del parnaso, monte nutrido entre los tejidos de las musas apolíneas.

Desde el éxtasis en flor, resucitamos los dioses paganos explorados amorosamente desde la batalla interior.

Los guerreros, desnudos, quedan inscritos en el bosque para petrificarse en el monte abstracto del castro celta; entre juegos azarosos de ondulaciones, se alimenta la vida campestre de Iker y Sergio, ambos viajan por los campos de la libertad de su tierra, paisajes de armas y letras transitados por sus cuerpos misteriosos; al encontrarse con Begoña, atrapan nuevos velos blancos, su anatomía adquiere el poder de las túnicas de las diosas de la fertilidad.

¡Al estar húmedos, las ramas se funden con sus cuerpos!

Lo celeste, desde lo terreno, se revela en el ocultamiento del éxtasis.

¡Ritual de flores que altera la dimensión subterránea de los cuerpos vegetales!

Los desnudos en éxtasis aportan repertorios insólitos, ambos tocadores de espaldas, enfatizan sus texturas de algodón apolíneo; sobre los esfumados encuentros velados por la vegetación, se alarman las fuerzas épicas de unos guerreros protectores decantados por la belleza, pilares pétreos suavizados por las flores rojas de su interior; almas en flor con pieles de bienhechores de los bosques, almas emparentadas con el bosque de Oma; almas alteradas por los salvajes que avanzan para adentrarles en la aventura dionisíaca.

La lira (Sergio) y la flauta (Iker) potencian la astucia y la elocuencia; se traza así el pintoresquismo de dos cuerpos que avanzan ante la imagen de la Naturaleza.

¡El cuerpo de Sergio se eleva en éxtasis, emulando la proa de los barcos de Ítaka!

La espalada y el pecho de Apolo rememoran, en su unión, la media luna de los cultos de fecundidad; se explora la ambivalencia de la movilidad del brazo táctil, un sendero esencial para abordar la iconografía del abandono en acción.

La flor del monte del dios Apolo, alimenta el páramo desde las permutaciones de la elasticidad vegetal; los bosquejos (bosques abocetados) se alimentan de los meandros de Sergio, para impregnar un nebuloso círculo en el alma de Jacinto.

Las formas masculinas, gestadas en interiores fértiles, determinan los ovillos entrecruzados sobre las espaldas de dos guerreros de la paz.

Jacinto (Iker) y Apolo (Sergio) muestran el ideal de belleza de Thánatos.

¡Morir para renacer!

La tristeza de Apolo enfatiza el éxtasis de Jacinto.

Se incrusta la belleza neoplatónica para evitar el naufragio floral.

¡Llegaron los jardines de jacintos a la isla de Ítaka!

Los ideales de belleza logran unir el concepto del cuerpo solar con las flores veladas por las ramas.

En éxtasis, Sergio e Iker unen sus espaldas y desplazan los cuellos para interiorizar la cohesión de sus cuerpos; al cerrar los ojos, el contacto de la piel altera la sensualidad y la espiritualidad de los centinelas en flor; las flores se evaporan para dar paso a la aspereza del páramo, antesala de la muerte de Jacinto; las ramas enmarcan la escena para crear una poética potenciada en un paisaje que celebra, entre verticales y diagonales, la irregularidad de las líneas quebradas.

Se intensifica el poder romántico del amor neoplátonico en el libro ÉXTASIS en Flor.

¡Los héroes platónicos aman las flores!

El bosque de los héroes, de floración otoñal, se alimenta de las texturas de sus cuerpos velados, se contraponen para fundirse con la capa de Ariadna; el algodonoso cuerpo de Apolo, contrasta con las huellas que embellecen el cuerpo de Jacinto.

¡Los símbolos del reino ultramudnano acarician las flores nocturnas!

Apolo(Sergio) visualiza la belleza de Jacinto; inmerso en su flor negra, reflexiona sombre la duplicidad interior de la rosa, dual entre los pétalos y las espinas; se elabora el doble camino hacia Eros en el jardín de las Hespérides.

El cuello soleado por Dédalo, aglutina la energía poderosa del Cielo; la mirada trepa por los idealizados surcos del Averno.

El Sueño de Apolo se redime en el acto de Contemplar en éxtasis; entre la muerte y la vida, se vivifica la luz de las espinas-pezones.

Apolo(Sergio) y Jacinto(Iker) se alimentan de las rosas que se descomponen en el paseo estético por el cuerpo en reposo, el ciclo de Eros se glorifica en los desnudos, para definir uno de los caminos del Neoplatonismo.

La experimentación entre las luces y las sombras, lleva a la espiral del deseo. La función del amor es armonizar los contrarios.

Anteros consuma su ideal en el amor sagrado.

¡La rosa representa el Crepúsculo, luz para poder caminar desde el sueño a las ensoñaciones en flor!

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