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El nuevo movimiento de la veleta de Pedro Sánchez

Tribuna
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Pedro Sánchez ha decidido eliminar el concepto de sedición para convertir este delito en 'desórdenes públicos agravados'. Argumenta el presidente que España debe orientarse en la misma dinámica que los países de nuestro entorno europeo. No oculta, sin pudor alguno, que esta modificación en forma de proposición de ley para esquivar los informes de los consejos de Estado o del Poder Judicial, tiene como objetivo "distender la situación en Cataluña". Su reforma, presentada el pasado viernes, ha representado un auténtico triunfo para el independentismo catalán, insaciable en su deseo de disfrazar el referéndum ilegal y transformarlo en otra cosa muy diferente a lo que realmente ocurrió y que supuso un ataque directo contra la unidad de España.

Con este acto, el presidente del Gobierno ha humillado la imagen del Rey de España. Conviene recordar que, de manera extraordinaria, Don Felipe salió de la habitual liturgia protocolaria de la Casa Real para dirigirse a toda la Nación a través de televisión y condenar públicamente los actos que se estaban multiplicando en una Cataluña absolutamente rota, con disturbios en la calle, una consulta chapucera y atropellada, y una proclamación precoz de la República que abrió las fronteras para que muchos de sus cabecillas salieran disparados fuera del alcance de la justicia española.

El presidente del Gobierno está jugando con la información de las encuestas, de las reales que hace su propio partido y que le alejan de la fantasía del CIS. Con esta información puntualmente refrescada, conoce la situación de su partido en el sprint electoral que tendrá en mayo el primer avance con lo que deparen las elecciones municipales y autonómicas. Sabe de su desventaja, de una delicada posición que precisa de movimientos concretos para ganarse alianzas presentes y futuras. Pretende seguir en La Moncloa hasta el final de la legislatura, pero después no quiere salir como el presidente más efímero de la democracia salvando el caso puntual de Calvo-Sotelo.

El entreguismo de Sánchez con sus socios parlamentarios le está llevando a un callejón sin salida. Demasiados frentes abiertos en un presidente maniatado por su entorno. La crisis destapada por el documental de la BBC sobre la tragedia de la frontera de Melilla hubiera supuesto en circunstancias normales un mandato de dimisión al ministro Marlaska. Pero el presidente no puede permitirse muchas fugas y se aferra como una lapa a cambio de concesiones inaceptables con el separatismo catalán o la versión política de ETA representada en Bildu o las exigencias de las diferentes facciones de Podemos. No puede Sánchez aludir a que el delito de sedición procede de los ancestros y que era necesaria su reforma. Mucho más antigua es la figura del indulto, a la que se aferra para satisfacer la petición del compañero socialista Griñán para evitar la prisión, en una muestra más del veletismo que ha denominado una gestión política marcada por las exigencias de aquellos que son fundamentales para su permanencia en el poder.

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