Los hechos se produjeron a las 20.52 horas de este domingo
San Esteban del Valle, Pedro Bernardo y Santa Cruz del Valle vuelven a vivir la historia de muchos veranos. Sus montes y sus pinos son nuevamente pasto de las llamas. Retrasos en las actuaciones políticas y falta de medios, están en el flanco de las críticas. La alcaldesa, Almudena García Drake, insta a la Junta de Castilla y León a hacer una reflexión "seria" y "serena" con los ayuntamientos sobre cómo "afrontar el problema".
"Ay de mí, el fuego devora ya el elevado alcázar, la ciudad entera y las más altas murallas. El polvo y el humo, en alas de los vientos, me roban mi palacio. Se olvidará el nombre de este lugar, como todo se olvida. Tiembla. Tiembla la tierra al desplomarse, Troya; temblorosos miembros míos, arrastrad mis pies. Vamos a vivir en la esclavitud". Esta frase, sacada del libro El infinito en un junco, de Irene Vallejo, sobre las palabras que dijo Hécuba, reina de Troya, tras ser incendiada, saqueada y destruida por los griegos, resume el sentimiento que queda en San Esteban del Valle por culpa del incendio que ha arrasado sus bellos y hermosos montes.
Tristeza, desolación, impotencia, amargura, todos los adjetivos se quedan cortos para definir la enorme pena que los vecinos de esta preciosa villa barranqueña sienten por lo que ha sucedido, no solo en San Esteban del Valle, sino en Santa Cruz del Valle y Pedro Bernardo. Impotencia es lo que, en todo el fin de semana, han sentido las numerosas cuadrillas de voluntarios, de miembros Protección Civil y de trabajadores de la Junta de Castilla León que forman parte de los equipos de extinción, de los agentes medioambientales, por no haber logrado detener a tiempo tan cruel catástrofe.
En el momento de escribir esta crónica, los helicópteros sobrevuelan incesantemente mi cabeza, el pueblo está lleno de un humo irrespirable, caen innumerables cenizas junto con trozos de corteza de pinos quemados, y las personas se asoman a sus terrazas, incrédulos ante lo que está ocurriendo, desde el viernes 5 de agosto.
"Se podía haber evitado", es la frase que más se oye decir entre los voluntarios que han estado al pie del cañón, exhaustos por la cantidad de horas que llevan metidos en auténticas ratoneras, intentando apagar lo que un desalmado ha generado. "Los incendios se apagan en la primera media hora. Después es muy complicado todo", así de contundente se muestra Miguel Gómez, vecino de San Esteban del Valle, que lleva desde el pasado viernes, 5 de agosto, en el monte intentando lo imposible.
Azada en mano, converso con él mientras está, junto a otros dos compañeros de la localidad, Flores y Miguel, realizando un cortafuego para evitar que las inmensas llamas que están arrasando la ladera no bajen a una zona que arrasaría todo el monte de San Esteban. En tareas de extinción llevan, desde las 6.00 horas y son las 22 horas del domingo. El sábado se pegaron otra paliza de 15 horas, y el viernes estuvieron desde las cuatro de la tarde hasta altas horas de la madrugada, justo cuando arrancó el gran desastre.
Mi aventura en el incendio comenzó con Ángel Jiménez, diputado provincial, afincado en la localidad, y José Lombardía, que regenta el autoservicio de San Esteban, voluntarios ambos para llevar los víveres (la cena) a las cuadrillas que trabajan en las labores de extinción. La llegada a la zona quemada por la pista que arranca desde el mismo puerto de Pedro Bernardo es dantesca.
A la vista, me encuentro con enormes pinos totalmente negros, la tierra calcinada y llena de pavesas (cenizas) como si acabase de nevar, piornos que han perdido su verdor y se muestran absolutamente desnudos, a la vez que negros, humo que salía plácidamente del suelo. Todo un cementerio lunar que antes no existía y que hacía escasos minutos había sido provocado por Hefestos, dios del fuego en la mitología griega. En mi cámara y mi móvil, archivo esas fotos que jamás habría querido realizar.
Pocos instantes después de transitar por la pista forestal, trabajadores de un camión del grupo de bomberos de Ávila, tratan de apagar con sus mangueras los rescoldos que aún quedan. El objetivo es evitar que una chispa y un golpe de viento traspasen el incendio a la zona derecha. "La situación es muy mala", nos comenta José Miguel Álvarez, sargento, que está al frente del equipo. Vemos que algunos trabajadores están con las clásicas palas, muy ligeras y resistentes a las altas temperaturas, que están acompañando a las mangueras de agua.
Seguimos nuestro camino por la pista forestal y, cada vez, son más horribles las imágenes que presenciamos. Una nueva cuadrilla realiza las mismas labores pero en este caso delante de llamas más elevadas y complicadas de apagar. "Hay que darle agua ahora", dice uno de los miembros. "Dad más presión, para que no se nos pase", añade otro.
En ese momento, me vienen a la mente las miradas ennegrecidas de los mineros cuando, tras el hundimiento de una galería de carbón, salen a la superficie con los ojos vidriosos. Les pregunto y la respuesta es la misma: "lo vemos muy difícil. Si no hay viento, podremos hacernos con ello. Pero si se levanta viento y no favorece, estamos perdidos".
La llegada a la zona que se conoce como Cerrito Pedro Díaz es dantesca. En medio de una enorme explanada, un bulldocer está haciendo un enorme cortafuego para evitar lo mismo: que el fuego baje más y arrase todo el monte. A derecha e izquierda, todo está calcinado. La misma escena: enormes capas de ceniza blanca y piedras de granito ennegrecidas son el rastro que a su paso ha dejado el fuego.
En pleno círculo, ha resistido un pino centenario. Majestuoso, tiene toda la parte de su tronco negra, su piel como el carbón, aunque la copa la mantiene verde. Me digo para mis adentros: ojalá resista el enorme calor al que le ha sometido el incendio y quede como el monumento al recuerdo que nos dejó tan penosas imágenes.
Converso unos momentos con Lino García, jefe de Protección Civil de San Esteban del Valle. Aunque se resiste a ser crítico, ante mi insistencia, me afirma que un fuego de estas características es imposible de controlar. "Todo se produce porque el monte está muy sucio y no se hace nada por limpiarlo. Corresponde actuar a la Junta de Castilla y León. Los ayuntamientos no tienen medios ni dinero para ello", declara contundentemente.
Más adelante, pero en la misma zona, se encuentra el pulmón del incendio. Varias cuadrillas que han llegado de otros pueblos próximos están haciendo labores de extinción pero con más nervios por intentar parar lo que puedan. Con mucha prisa y rabia, se han visto obligados a realizar un contrafuego para que se queme la parte que resta y se una a la otra y, de esta forma, hacer una especie de cierre perimetral. Es lo que se conoce como cercar el propio fuego y tenerlo controlado.
Esta decisión es muy dura de tomar porque tienes que provocar intencionadamente un incendio para impedir que todo se descontrole. Presenciar tal imagen es impresionante. El ruido que hacen las llamas en el silencio de la tarde es algo tremendo para la retina y para la mente. Los pinos que están siendo resinados, la propia cara por la que se extrae el líquido blanco, se convierten en una auténtica tea que eleva las llamas hasta la propia copa del pino. El pasto de los enormes zarzales alimenta el triste espectáculo.
Nos detenemos ahí porque todo está cortado. En esa zona, se ha montado el final del campamento y donde se encuentran los mayores dispositivos, con dos camiones que ayudan con sus mangueras mientras las cuadrillas terminan el cortafuego. Previamente, las motosierras han realizado la labor de cortar enormes piornos y los pinos que se necesiten.
"Aquí no miramos si este pino es grande o pequeño. Tenemos que dejar limpia la zona y hay que cortar todo lo que se pueda", me comentan. Todos los trabajos están coordinados por el equipo de agentes medioambientales que están en el incendio.
Además de los agentes forestales, se encuentra Lucio, teniente alcalde de Villarejo del Valle, y Guillermo, alcalde de El Arenal. Hay varios miembros de Protección Civil y de los equipos de bomberos. La alcaldesa de San Esteban del Valle, Almudena García Drake, ha estado coordinando todas las labores de ayuda, comunicación y demás actuaciones con los ediles de Pedro Bernardo y Santa cruz del Valle.
La caída de la tarde avisa que hay que darse mucha prisa para tener controladas las llamas y que éstas no se pasen a otra zona porque en la noche esa labor es casi imposible realizar. En esos momentos, presencio una de las imágenes que más me han impactado. Veo que Miguel Gómez, vecino de San Esteban, está intentando apagar con la tierra de su azada la enorme llama de un pino resinero. Pese al cansancio que arrastraba, después de varios intentos, logró apagarlo y salvar al pino. Toda una hazaña, que los compañeros aplaudieron y nos unimos a ellos.
Debo recordar a los vecinos que, en ese momento, se encontraban realizando labores de extinción. Entre ellos, estaban Flores, Migue, Miguel, Pedro, Amadín, Ismael. Estaban además, los voluntarios del pueblo El Arenal, junto con Pilar Plaza, muy valiente, que asiste a todos los incendios que puede de la zona porque, según me afirma, "lo llevo en la sangre. Por mi padre, aprendí a amar el monte y, hasta que pueda, seguiré ayudando", dice.
La noche se ha echado encima y toca recuperar fuerzas. En un improvisado cuartel de avituallamiento, nuestros héroes eligen lo que más les apetece. Me comentan que el menú ha sido enviado por el chef José Andrés. Uno de los platos es carne con patatas, junto con mucha fruta, agua y refrescos.
Mientras unos reponen fuerzas, otros están vigilantes y siguen echando agua en las partes más peligrosas. Alguna motosierra suena en la oscuridad y otros ayudan con sus azadas para que el resto pueda comer.
La cena es rápida porque tienen que hacer el relevo de cuadrillas y muchos están agotados. Es realmente hermoso ver la enorme camaradería y compañerismo que hay. En medio de la tristeza, no faltan las bromas que ayudan a que todo se haga más llevadero.
Los comentarios son coincidentes. "Es un gran espectáculo ver cómo colaboran todos los pueblos. Lo que nos falta es coordinación entre los de arriba (los políticos). Si se pusieran de acuerdo, nos iría mejor. La limpieza de los montes es esencial. Menos reales decretos y más dinero para los montes", recalca afirma Flores.
"Esta zona es preciosa. Es un paraíso. Pero con el monte quemado no es nada", apostilla Miguel. En ese momento, enormes llamaradas de fuego similares a las de un volcán en erupción, se vislumbran a lo lejos. Es la zona que se conoce como El Canto del Queso, repleta de pinos centenarios y preciosas vistas. El comentario que algunos hacen es para temblar: "puede haberse reproducido el fuego en esa zona. Como sea así, estamos perdidos en la noche", apuntan.
Nos despedimos de ellos con mucha tristeza pero con gran alegría por haber compartido, durante unas horas, el enorme trabajo que realizan. Un gran apoyo también a los resineros, familias que sus ingresos dependen del monte y a los ganaderos que pierden una parte de sus pastos.
Como declara la alcaldesa, Almudena García Drake, en la página web de la localidad, "cuando todo esto acabe, habrá que hacer una reflexión, seria, serena y profunda, entre los ayuntamientos afectados y la Administración Regional sobre cómo afrontar el problema del fuego en nuestros montes. Su extinción pero, no menos importante, su prevención", concluye.