No es posible dar más de uno mismo cuando uno ni tan siquiera sabe lo que tiene, y de tenerlo, cómo utilizarlo. La psicología fantasma trata precisamente de eso, de entender que puede que no seamos conscientes de todo cuanto podemos dar en la vida y que vaguemos por ella hasta morir sin saberlo. Al igual que ocurre con los fantasmas debemos creer para ver, y una vez visto todo lo que llevamos encima, empezar a organizarlo.
Prácticamente nadie sabe quién es hasta que se pone a prueba, o hasta que la vida le obliga a hacerlo.Hasta entonces nos creemos por debajo de nuestro potencial, lo desconocemos, y no es que no estemos dispuestos a entregarlo todo en la vida es que de forma literal no sabemos ni lo que podemos entregar. Esta es la realidad para millones de personas, antes de encontrar respuestas a sus problemas lo que deberían hacerse son las preguntas que les lleven a descubrir cómo de grandes son en su interior. Algunos malos consejos y algunas malas experiencias, y personas también, han influido en esta percepción que tienen las personas sobre sí mismas y los resultados son apatía hacia el cambio, rechazo y autocopadecencia. Creer que el mundo está por encima nuestro es ponernos a nosotros mismos en una realidad que no nos corresponde.
Aquellos que sufren pensando que la vida sigue su propio curso y que deben adapatrse a ella, son a menudo quienes caen en lo que se llama "despensa vacía". Piensan que cada obstáculo con el que topen es nuevo y que, si quieren vencerlo, deben practicar un sinfin de técnicas y comportamientos nuevos. Si esto ocurriese de esta forma muchos de nosotros nos encontraríamos agotados de tanto cambio sin apenas tener tiempo para respirar y disfrutar. Entonces, ocurre algo más sencillo y que no nos deja con el aliento en lo más mínimo, se trata de una reestructuración que nos permita utilizar herramientas que ya tenemos en lugar de fabricar unas nuevas. Consiste en saber que no es lo mismo ver la despensa vacía que tenerla vacía de verdad. Por eso hablamos de psicología fantasma, porque tenemos esas herramientas listas para su uso pero no las logramos ver. Entonces, ¿es creer para ver? Exacto, y además es lo que marca esa diferencia a veces demasiado sutil entre los que saben lo que son en realidad y los que no se atreven a reconocerlo.
Para los que se atreven, ellos ven algo normal utilizar sus propias experiencias a su favor, las aprovechan sin temor a equivocarse. Saben que las guerras de la vida se repiten y les es suficiente combatirlas con las armas que aprendieron en el pasado. Para los otros lo común es tropezarse con las mismas piedras del camino, las analizan sistemáticamente e intentan catalogarlas como algo nuevo. El resultado es que mientras unos se cambian a sí mismos y adoptan una posición de automerjora para los demás lo que queda es la creencia de que la vida cambia demasiado rápido, no se ven capaces de seguir el ritmo y los miedos gobiernan sus acciones.
La despensa se llena de lo nuevo y lo aprendido, sacando comportamientos que han quedado inservibles y metiendo nuevos que resulten más útiles. No es lógico ni emocionalmente sano ver la vida como algo para lo que no tenemos control y limitarnos a seguir los pasos de quienes parecen tener algo más que nosotros, algo más de sabiduría, de control o de confianza. Pasados los últimos diez años, ¿qué experiencias hemos vivido que nos aporten una referencia sobre nuesta manera de actuar que pudo servir para superar un problema? Esas experiencias proporcionan las herramientas que quedan guardadas hasta volver a ser utilizadas en futuros combates, y pueden ser transformadas y mejoradas tantas veces se requiera. Cuanto más nos hayamos atrevido a vivir con más armas contaremos para enfrentar el futuro, por negro e ingobernable que nos pueda parecer en el presente, lo que nos da la oportunidad de relajarnos y disfrutar de lo que hacemos.
El inventario personal es casi infinito y la llave que da acceso a todo el arsenal de armas se llama confianza. Confianza en uno mismo. Confianza en quiénes somos. Es poco probable que la suerte nos acompañe durante décadas si finalmente decidimos creer que nada es como antes, que todo es algo nuevo y debemos "reinventarnos" constantemente, palabra que me provoca cierta aversión en lo que a transformación personal se refiere, ya que lo que hacemos es transformarnos, evolucionar. En realidad, lo único nuevo que deberíamos buscar no son nuevas soluciones para viejos problemas, sino nuevas experiencias con las que poder disfrutar la vida que tenemos mientras confiamos en esas "viejas" armas. De esto es de lo que tenemos que llenar la despensa