No hace mucho tuve ocasión de dictar una conferencia en el Ateneo de Madrid, y precisamente sobre los temas que estamos tratando en Tribuna: la perduración casi increíble del Imperio español, durante los siglos XV a XIX. En esa conferencia evoqué lo mismo de lo que hoy escribo aquí: la gobernanza de la Monarquía Hispánica, en su tercera entrega. Dedicándonos a los secretarios reales de gran nivel, también para la desgracia en el caso de Antonio Pérez. Estudiamos igualmente en esta presentación de hoy los validos de los Austrias menores, entre los cuales destacan dos por encima de todos: el Conde Duque de Olivares, que quiso hacer de Felipe IV el más grande rey de la monarquía española, sin conseguirlo. Y con mucho menos cometido, el Marqués de Oropesa, el hombre para todo de Carlos II, que consiguió mantener casi incólume el Imperio, redujo los impuestos, y permitió vivir mejor a sus súbditos en unos tiempos de paz que no se habían conocido antes. Esas cuestiones que hoy tratamos, son las que nos dan una cierta sensación de que la gobernanza de España no estaba ni mucho menos en condiciones tan malas como pretenden las diferentes versiones de la leyenda negra.
LOS GESTORES POLÍTICOS
La gobernanza, como ahora tanto se dice, de la Monarquía Hispánica, tuvo su nervio principal en los reyes, en sus muy diversos talentos y capacidades, pero también en sus colaboradores, singularmente en la figura de lo que hoy llamaríamos jefe de gobierno o primer ministro, validos, secretarios universales, etc. Veremos seguidamente esas figuras, las más relevantes, relacionadas con los hechos históricos más destacados para cada periodo.
Secretarios reales de Carlos I y Felipe II
En el caso de los primeros Austrias (Carlos I y Felipe II), los hombres prepotentes del reino eran los secretarios de despacho. En los tiempos de los Austrias menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II), la función estelar correspondió a los validos.
En el caso de Carlos, su principal secretario español fue Francisco de los Cobos y Molina, nacido en Úbeda, en 1477, y que muy joven entró al servicio del rey católico, Fernando. En 1516 fue enviado a Flandes para conectar con los principales flamencos que viajarían a España con Carlos I, surgiendo entonces muy buena relación de Cobos con el señor principal de los flamencos, Guillermo de Croy, en el que propio rey Carlos I tenía su mayor confianza.
Después de muerto, en 1528, del gran Canciller del Emperador Mercurino Gattinara, Francisco de los Cobos pasó a ser el hombre con más relevancia en la Corte: fue, además, gran Mecenas y coleccionista, amigo de Tiziano, y adquirente de mucho arte, para la Casa Real, antecedente del luego Museo de El Prado.
Francisco de los Cobos acompañó a Carlos V a Bolonia, en 1530, para su coronación como emperador. Un trámite fundamental para Carlos V en sus mentadas aspiraciones de ser cabeza del imperio universal cristiano, como le había inculcado el citado Gattinara. Cobos fue secretario del Emperador hasta su propia muerte en 1547.
Le sucedió el Cardenal Granvela, originario del Franco Condado, área de dominio de los borgoñones; el grupo de la Monarquía Hispánica con el que Carlos se sentía más cómodo por ser ese su verdadero origen.
Con Felipe II, ya desde príncipe, destacó como hombre de su privanza Gonzalo Pérez, que le aconsejó desde que su padre Carlos V le encomendara la regencia de España, en sus largos viajes fuera de ella.
A su muerte, Gonzalo Pérez, fue sustituido, en la calidad de secretario universal de Felipe II, por su hijo Antonio Pérez, que acompañó al rey en sus viajes europeos desde 1553, para casar con María Tudor y convertirse en rey de Inglaterra. Y a la postre, asistir a Bruselas, en 1555, a las abdicaciones del envejecido Carlos que dejó a su hijo los dominios de Flandes, Francia, Italia, España y las Indias.
Las relaciones entre Felipe II y Antonio Pérez se complicaron a partir de la muerte de Juan Escobedo (1578), secretario de Don Juan de Austria, cuando éste era gobernador de los Países Bajos. El cese de Pérez y su huida de Madrid para Aragón, y luego a Francia, fue uno de los principales episodios del nacimiento de la Leyenda Negra[1].
Validos de los Austrias menores
Con los siguientes reyes de la Casa de Austria se perfiló la figura de los validos del rey, como personajes en los que los reyes descargaban el manejo cotidiano de los complejos asuntos de la Monarquía, debilitando así la propia figura del rey. Felipe III, tuvo dos validos, que fueron el Duque de Lerma, despedido por abusar de sus potestades y enriquecerse con operaciones económicas especulativas, y el Duque de Uceda, hijo de Lerma, en su segunda parte.
Un hecho interesante del reinado de Felipe III con el Duque de Lerma, fue el Tratado de Paz y amistad entre Inglaterra y España, firmado el 28 de agosto de 1604[2]. Con ese texto, se finalizó la Guerra anglo-española de 1585-1604[3], de enormes pérdidas para ambos países, durante la cual hubo dos victorias inglesas (la expedición de Drake de 1587 a Cádiz, y la de la Armada Invencible en 1588), en tanto que los sucesivos enfrentamientos, y singularmente el de la Contra Armada inglesa en 1589, fueron victorias españolas[4].
La mentada Invencible Inglesa, con más barcos (180) y hombres (27.000) que la Española, atacó las costas ibéricas para explotar sus éxitos sobre la Felicísima Armada de Felipe II del año anterior. Con desembarco en La Coruña, donde el ataque fue repelido por tropas allí aprestadas, y también por vecinos de la ciudad (con una gran alférez como María Pita y gran número de coruñesas). Lo mismo que sucedió luego en el territorio de la costa de Galicia y Portugal; con grandes pérdidas para los ingleses, miles de soldados, retirados de entre los que ayudaban a los rebeldes holandeses contra las tropas españolas en Flandes[5].
Esos efectivos terrestres de los corsarios Drake y Norreys fueron más que diezmados a lo largo de su espeluznante trayecto de La Coruña a Lisboa. Y lo mismo sucedió con las naves al arribar a la capital lusa y a las Azores; frustrándose el triple propósito anglo de hacerse con la flota de Indias, navegar allende el Atlántico para conquistar, y entronizar en Portugal, apartando a Felipe II, al ya mentado pretendiente Antonio, Prior de Crato.
En ese contexto, puede entenderse que en el ulterior Tratado de Londres de 1604, el rey de Inglaterra y Escocia, Jacobo I, prometiera no intervenir más en los asuntos hispano-holandeses (tregua de 1609/1624). E incluso se consiguió que Londres garantizara la tolerancia al catolicismo.
Por su parte, España renunció a imponer un monarca católico, y concedió facilidades al comercio inglés en las Indias, y permitió que se establecieran colonias en la Costa Este de Norteamérica (Tierra de Esteban Gómez), como las que poco después llegaron a fundar Jamestown en la actual Virginia en 1607 y los peregrinos del Mayflower (1620) en el Massachussets de hoy.
Al igual que luego sucedería con la victoria de Blas de Lezo en Cartagena de Indias (1741), la verdadera historia del desastre de la Contra Armada inglesa de 1589 fue ocultada por mucho tiempo por los derrotados. En ese sentido, para restablecer la verdad histórica, en abril de 2019 España organizó el Primer Concurso Internacional sobre la Gran Armada española de 1588 y la Contra Armada inglesa de 1589, que tuvo gran éxito. Hasta el punto de que en noviembre de 2019, la BBC viajó a La Coruña para grabar sobre el doble tema, lo que significó el reconocimiento inglés de la derrota de 1589. Ese testimonio de la BBC tuvo gran resonancia pública[6].
Volviendo ahora al tema de los validos, Felipe IV tuvo inicialmente al Conde-Duque de Olivares, Gaspar de Guzmán y Pimentel Ribera y Velasco de Tovar, de grandes ambiciones para España, pero que por la pretensión de crear la ya mentada Unión de Armas -un ejército permanente para la Monarquía Hispánica en sus diferentes países, en plena Guerra de los Treinta Años-, desató las pretensiones soberanistas de Cataluña; y las mencionadas de Portugal, que acabó por separarse de la Monarquía Hispánica según se vio antes. Más tarde, el valido Luis de Haro (desde 1643), mucho más discreto que Olivares, pacificó Cataluña, pechó con las consecuencias de la Paz de Westfalia de 1648 (independencia de los rebeldes holandeses), y preparó la paz de los Pirineos con Francia (1659).
La citada Guerra de los Treinta Años, se libró principalmente en Europa Central (Sacro Imperio Romano Germánico, Alemania y Austria) entre 1618 y 1648[7].? Y aunque inicialmente fue un conflicto político-religioso entre Estados partidarios de la Reforma, o de la Contrarreforma, la intervención progresiva de distintas potencias convirtió la contienda en paneuropea; en la que la Francia de Luis XIII con Richelieu, y Luis XIV, buscaron la victoria especialmente sobre España[8]. En ese sentido, la paz de Westfalia de 1648 supuso el predominio francés en la rivalidad con España, y de los Borbones sobre los Habsburgo en la lucha por la hegemonía en Europa[9].
Dejando ya el reinado de Felipe IV, los validos de Carlos II fueron, primero, el austriaco padre Nithard -confesor de la reina madre, Mariana de Austria-, y Fernando Valenzuela, durante la minoría de edad del monarca. Ya reinando Carlos II, esos altos cargos los ocuparon el Duque de Medinaceli; y sobre todo el Conde de Oropesa, Manuel Joaquín Álvarez de Toledo, quien trabajó a fondo, reordenando la Hacienda a fin de evitar nuevas bancarrotas, colocando en los puestos de la Administración a verdaderos expertos en vez de aristócratas. Al final, cayó en desgracia, al optar por los Habsburgo en vez de los Borbones, en la crisis sucesoria de 1700, tras la muerte de Carlos II.
A Carlos II, el hechizado, se le ha atribuido, injustamente, la mayor decadencia de España, pero lo cierto es que durante su reinado hubo una cierta prosperidad: se contuvo la inflación y se bajaron los impuestos. Al tiempo que el Imperio se mantuvo prácticamente incólume frente a la voracidad de Francia e Inglaterra[10].
Dejamos aquí el tema hasta el próximo viernes, y como siempre, los lectores podrán conectar con el autor a través del correo electrónico castecien@bitmailer.net.
[1] Manuel Fernández Álvarez, la princesa de Éboli, Espasa Calpe, Madrid, 2009; Gregorio Marañón, Antonio Pérez, Espasa, Madrid, 2012; Geoffrey Parke, Felipe II, la biografía definitiva, Planeta, Barcelona, 2010.
[2] Capitulaciones de la paz, hecha entre el Rey nuestro señor, los serenissimos Archiduques Duques de Borgoña, sus hermanos y el serenissimo Rey de la gran Bretaña en Londres, a 18 de agosto, de 1604; traducidas de latín en castellano, Ed. Francisco de Robles, Valladolid, 1605.
[3] https://es.wikipedia.org/wiki/Tratado_de_Londres_(1604)
[4] Rafael Ordóñez, 'La Contra Armada, la revancha española que Inglaterra ocultó. El mayo desastre de la Armada inglesa, mayor que el de la Armada Invencible, es un episodio desconocido', www.elindependiente.com, 27.IV.2019.
[5] Luis Garrochategui, Contra Armada. La mayor victoria de España contra Inglaterra, Crítica, Barcelona, 2020. También Hugo O?Donnell, 'Contraarmada', La Razón, 8.XI.2020.
[6] Luis Garrochategui, Contra Armada?, ob.cit., pág. 331.
[7] https://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_de_los_Treinta_Años
[8] Geoffrey Parker, La Guerra de los treinta años, Crítica, Barcelona 1988.
[9] John Elliot, El conde-duque de Olivares, Crítica, Barcelona, 1987.
[10] José Calvo Poyato, La vida y época de Carlos II, Planeta, Barcelona, 1998; también Jaime Contreras, Carlos II el hechizado, Temas de Hoy, Madrid, 2003.