Obra del periodista abulense Álvaro Mateos
Del teatro pintado al cine, de Velázquez a Eisenstein
Por Eduardo Blázquez Mateos-URJC
Al leerse en el teatro la síntesis de los opuestos, se orquesta una ecuación nueva en la vanguardia impulsada por Eisenstein; al unir Piranesi con Velázquez, se ordena la seriación de composiciones y planos para ascender y descender por las escaleras construidas por Eisenstein en base al caos y a la ambigüedad de escenarios fragmentados, espacios transformados en impulsos telúricos que traducen la nueva alternación basada en el montaje.
La disolución de las normas apuesta por la culminación del phatos, se expresa el automatismo del espacio visual del cine que, apoyado en el campo plástico, transcribe la estética de los contrarios que subyacen desde la yuxtaposición, para redimir la concatenación en las combinaciones libres y arbitrarias del espectador emocionado por los primeros planos verosímiles, rostros del éxtasis en el trance realista del avance invariable de las mujeres retratadas.
La profundidad de las cárceles de Piranesi alimenta el éxtasis espacial de Velázquez en Eisenstein.
La iluminación aporta los ascensos y descensos de las pasiones perpetuadas en los efectos redentores de las huellas de los rostros y las escaleras. Primeros planos y plano coral que, desde la intensidad del éxtasis, permite penetrar en los espacios sublimados por los rostros femeninos.
Calderón de la Barca estrena en 1625 El asedio de Breda, pintando las armas y las letras de la rendición de Breda que realizará Velázquez en su obra entre 1634 y 1935, que se ensambla en el imaginario de Eisenstein. Las escaleras de Odesa perpetúan la comunión entre Velázquez y Calderón.
Velázquez glorifica una victoria, Eisenstein exalta la libertad desde la alegoría de dos madres, imagen de Victoria Alada que inmortaliza el combate heroico de las diosas terrenas, emocionales transcripciones que entregan las llaves de damas generadoras de vida sobre las fortalezas innovadoras de Breda.
El Caballo de Spínola se desploma, una bala alcanza el vientre de Pegaso flechado por Picasso.
La partida de ajedrez de Velázquez se consolida en Eisenstein.
La táctica militar de los humanistas quiebra las barreras defensivas del lienzo de Velázquez.
Se sugiere un estoicismo aniquilado por las damas de Odesa.
Calderón entrega las llaves de la ciudad fortaleza.
Calderón de la Barca compara el orden regulado de los lanceros con los campos de trigo dorados por la diosa Ceres.
Torres y antorchas que enfrentan a las Lanzas emblemáticas con las armas de fuego del ejército del zar.
Las Lanzas y los laceros se imponen en la escalera simbólica para salvar el conflicto entre el orden de los vencedores, frente al desorden de los vencidos, opuestos marcados por las verticales y las horizontales, las diagonales canalizan el espíritu del phatos-éxtasis registrado por Aby Warburg.
Los lanceros sin rostro se alimentan de las utopías, Velázquez rechaza la definición de ideales, Eisenstein eleva los conceptos abstractos asumidos en Wagner.
Teatro Total, lugar de silencio, isla unida a los ideales de libertad. El Teatro se superpone a la ciudad; contra la frívola urbe, la escalera contiene la belleza de la acción teatral.
La escalera es el centro de gravedad, es el ágora del libro de las damas en libertad.
Las Lanzas se disuelven en las metáforas espaciales de Calderón, el éxtasis arquitectónico de Odesa cambia de ángulos que, desde la simultaneidad cubista, aporta la borrasca perpetuada en las cárceles realizadas por Piranesi.
Calderón establece la iconografía de las sombras al relato pintado por Velázquez.
Entre peldaño y peldaño, cada escalón marca intenciones distintas que enuncian los dramas establecidos en las desgarradoras vivencias del phatos.
Fugitivos espacios marcados al compás del éxtasis dramático revelado en Picasso.
Transvases de miradas, moribundas madres en el Teatro de Calderón.
Tramos inesperados que se detienen en quimeras reservadas en la Cárcel de Segismundo, recinto revitalizado en Eisenstein desde la analogía de las alegorías de Apolo.
La escultura de Rodin se impregna con la ensoñación infinita.
¿Cómo encontrar la fuga-retorno de la melancólica diagonal escénica?
La escalera tiembla al aproximarse a la soledad del grito maternal que une a Munch con Bacon.
Difuminación de la escalera, delimitación interior.