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Kristin Scott Thomas, la Diosa Blanca

Por Eduardo Blázquez Mateos-URJC

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Kristin Scott Thomas, la Diosa Blanca
O.R.R
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Lectura estimada: 3 min.

¿Cómo afrontar el desnudo ambiental de una diosa? Los pechos y los ojos, el cuello y las caderas, los labios y la cabellera imprimen la belleza de un mito: KRISTIN SCOTT THOMAS.

En la película El paciente inglés (1996) reposa tendida en la cama y en un desierto que, en analogía reverencial, introduce la naturaleza en su piel suaviza por la luz de la caverna interior.

Entre vestidos y telas blancas, la actriz canaliza el descanso del amor en plenitud, oasis que, desde la iconografía del abandono, amplía las humedades oculares en flor.

Su mirada atraviesa las dunas de la fidelidad para construir la tumba del placer sensual que, entre alusiones sensitivas, inmortaliza la representación abstracta de LA VÍA LÁCTEA; como las nubes del nocturno, los pliegues van creando formas mortuorias cristalizadas en una gran crisálida que, al salir de la gruta, entrelaza a Eros con Tánatos.

Gentil dama que toma el mando, el timón del amor muestra las oquedades del cuerpo de la hermosa actriz, paraje para conquistar la fluidez y la suavidad del ceremonial blanco.

¡Pluma de pavo Real Blanco de la Isla Bella!

Vigilada estrechamente, su mirada esquiva fragua registros que descubren los perfumes exóticos. Ella dialoga con Eros en su aposento, ella se abandona a Tánatos en la cueva.

Al igual que en la película Ángeles e Insectos, seduce con el lápiz y el pincel recurriendo a bocetos y esquemas retocados desde el ojo femenino primitivo.

Una y otra vez, la diosa Scott descansa sobre la cama de Eros y sobre el lecho ancestral para tumbar el retorno de la armonía.

Al borde del abismo, su espalda y su cuello marcan el testimonio de un placer grande y amplio en consonancia con los desnudos mágicos de Giorgione y de Ticiano.

La mirada ambiental procreada por Giorgione lleva consigo el tránsito hacia los canales de vapor, nos detenemos en una estancia sin vegetación. Ella es el vergel de un páramo.

Las celosías de la habitación ejercen de motor para los aromas que alteran el cuerpo de la diosa blanca. Se puede leer en su mirada el fuego eterno de Eros, su alma se adentra en un voluptuoso descanso.

La diosa Scott glorifica la belleza de la Antigüedad.

El sueño del caballero inglés está limitado, el Sueño de la Dama es insondable.

Desde lo ilimitado, entramos en el viaje de la diosa pintora para acompañar cada fábula de amor, desdoblada por los tonos blancos y tierra, se imponen las texturas de mil paisajes, de cien leyendas definidas por viajes al reino de Plutón.

Tomemos un sorbete de té, bebamos los manjares trenzados de las fantasías de la hermosa Kristin-Katharine, poderosa en su desnudo en reposo, a la manera de la Venus celestial y Terrenal pintadas por Ticiano, se crea el Himno al Neoplatonismo desdoblado entre el Amor Sagrado y Profano, entre sentimientos duales que, desde claves alegóricas, inscriben la conciliación de dos conceptos que reinan unidos para desinhibirnos ante el cuerpo femenino, motor solar que, desde Ficino, redime nuestro amor en flor del desierto.

Huidas.

La diosa blanca moviliza el ciclo de los labios en flor, bocas subsanadas por el levantamiento vertical de la diosa tumbada en horizontal.

El cuerpo femenino evoca sensualidad desde la extraña fascinación de la fertilidad; la llama de Scott llena de vida la escena desde la lanza de Eros, se prolonga el secreto, se alienta la emoción desde la perdurabilidad de una satisfacción cristalizada en la mirada acuosa de la diosa de las aguas en flor.

El acompañamiento musical de la película potencia los sonidos de la soledad de la protagonista, todo está determinado por los silencios de una eterna soledad orquestada por las lágrimas de Ofelia y Julieta que, unidas, decoran con vegetación a la Madre Naturaleza.

La amada espera en la bañera blanca cubierta por níveas flores.

La entrada está prohibida para hombres perdidos en sus tauromaquias.

Scott está inmersa en un Museo, visualiza la Victoria de Samotracia, aborda los plegados al viento para ser coronada con el laurel, pureza de perlas ejecutada por Orlando, hijo ilegítimo de Virginia.

El color de la tierra carmesí destruye con rigor geométrico las manchas abstractas de la diosa pintora, con la forma redonda venera los vientres de la Venus veneciana, desde ahí se invierte la energía del arte que nos llega de las mujeres retratadas en los personajes de Scott.

Al estar tumbados con la actriz, podemos pensar en los labios aterciopeladas por el baño del dolor blanco.

1 comentario

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liuba gonzález cid 8/29/2023 - 9:14:04 PM
Vibrante descripción de un mito más allá del cine. Una Medea-Electra-Ofelia-Gertrudis-Virginia..., ella, Scott Thomas, una Bacante cabalgando entre la niebla del húmedo bosque inglés, desafiando la paleta florentina de Botticelli, pincel empapado de azul y rosa palo en el Arno sediento. La dama se entrega en "El paciente inglés" como la amante esperanzada del Renacimiento, aguardando la aurora, en un acto incondicional de epifanía amorosa. La amable soledad que añora la alegría, dulce enfermedad de la esperanza que conoce largamente el desatino. Cuánta turbación, la belleza recogida bajo el velo virginal de su interpretación, más allá de la fotografía.
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