Conferencia de Jesús Gascón dentro del Ciclo Cultural de la UNED
Espejo alegórico en Ruiz de Ocenda
Por Eduardo Blázquez Mateos-URJC
La alegoría del Tiempo Homosexual, creación de Begoña Moares Segurola, se construye al ubicar ante un espejo los tres rostros de Erri, Gustavo y Eduardo; en la ficción son Odiseo, Kerman e Vicino. En el marco del ambiente veneciano de Bilbao, en la Floristería-Perfumería Ruiz de Ocenda, se apuesta por la alegoría temporal que Begoña vincula con la homosexualidad, se innova con genialidad en una formulación icónica transcrita a la iconología del Deseo.
La imagen mítica de Begoña Moares Segurola, está logrando inscribirse en los relatos artísticos que, con críticas favorables, nos descubren a una creadora de universos enigmáticos, recintos para hombres que sabe diseccionar como una taxonomista vasca; dentro del duelo de miradas, se crea la reflexión de Eros sobre el simbolismo de las flores.
El combate entre los narcisos y la peonía aporta feminidad a la representación de los tres filósofos de la alegoría del Tiempo de Tiziano, obra maestra de 1565.
Begoña destaca el poder de los rostros, un enigma cargado de simbolismo sobre las tres cabezas. La nitidez de dos rostros contrasta con la imagen velada de Errikarta como Odiseo, difuminado, desvía la mirada sobre los amantes que, en el instante arcádico, emanan esoterismo en sus búsquedas de referentes en la obra de Alciato, un emblema sobre la prudencia (La Concordia Insuperable); dibujando un cuerpo con tres cabezas, que salen del torso del guerrero, coronado y con barba, se elevan los tres rostros realizados en la obra de Alciato. Los semblantes se enriquecen con los celajes y las ruinas clásicas, se invade la iconografía de Jano para apelar a la unión entre el pasado y el futuro desde el presente.
Pasado, presente y futuro -como si se tratara de las Parcas - se unen para exaltar la Prudencia que representa el amor maduro entre hombres. Begoña MS quiere unirlo a su gigante, el Tartalo, al tiempo, se vincula con la figura de Geriones; gigante que poseía tres cabezas y tres cuerpos hasta la cintura, era hijo de Crisaor y de Calírroe, mientras, vivía en la isla Eriteya, donde se criaban sus bastos rebaños de bueyes robados por Hércules en su décimo trabajo.
Los tres gigantes del emblema son Geríones, Ortro y Euritíon, Begoña une el clan manteniendo la encrucijada del amor existente entre Kerman y su amigo Vicino. Unidos, los tres caballeros aportan libertad a sus islas entrelazadas por el león alado pintado por Cesare Arbasia en su Mansión de Saluzzo.
Los personajes de la obra de Begoña miran en la misma dirección, al tiempo, como Tiziano, establece analogía entre los personajes y sus animales icónicos: el lobo (Erri), el perro (Gustavo) y el león (Eduardo). La fuerza de la soledad establece una reflexión sobre el Amor en la Madurez, acto impregnado de experiencia desde la Prudencia.
La atmósfera de la floristería aporta credibilidad en las ensoñaciones que rememoran el emblema del sol de Piero Valeriano, estampa de 1551 que Begoña unifica con la mitología de Bilbao.
El retrato realizado en la Floristería de Bilbao refuerza la metáfora del Amor eterno dorado por la flor, escrito insigne sobre la pérgola de Bilbao.
Los personajes retratados parten de libros clásicos, como la obra de Microbio, a su vez, Begoña aporta reflexiones sobre la belleza del amor entre hombres, encrucijada tapizada por el espejo y las flores. El retrato de los hombres está dentro de un bodegón conformado por el espejo y las flores.
La ladera de cristal se alimenta de la peonía alquimista y de los narcisos, que aportan una inmóvil oscuridad.
Gustavo y Eduardo se hunden en el cristal, en las aguas, entre Ofelia y Caronte rompen su trayecto, estalla su cristal interior.
¡Arriate de flores con bailarinas de cristal!
Espejo ardiente, altar de musas.
La epopeya sagrada creada, domina el desarrollo del fuego dentro del espejo.
Ficino identificó el espejo con el cielo, una ventana clara que dibuja la Belleza de Begoña vestida de Vulcano, que capta los rayos de Febo para encender las fraguas de Bilbao, para producir y potenciar los secretos del amor entre hombres, entrecruzamiento ardiente que une el concepto solar neoplatónico con la iconografía de Eros, ante el espejo de los colosos, emerge la flor sexual rosa.
El temblor de las miradas se instala en los ojos, cúspide del viaje nocturno por la barca acristalada de Caronte.
La gran rueda de cristal, el eguzkilore, prodigio no revelado, gira sobre los tres caballeros para crear las islas solares inmersivas de Begoña.
¿Dónde está el punto luminoso del grito amoroso cabalístico?