Será el próximo 21 de abril en el auditorio de San Francisco.
Bonilla de la Sierra celebró la tradicional 'Procesión de los negros'
Luis, José y Carlos, los tres negros, reviven una tradición que se remonta a finales de la Edad Media
Bonilla de la Sierra, de unos 120 habitantes, volvió anoche a revivir una de sus ancestrales tradiciones, que aglutina no sólo a los bonillenses, sino a otros curiosos que quieren conocer una procesión única en España, la 'Procesión de los negros', que destaca por la austeridad y por estar protagonizada por tres únicos penitentes.
Luis, José y Carlos protagonizaron, con el inicio del Viernes Santo, una noche de silencio, cumpliendo con una tradición que se fecha a finales de la Edad Media, hacia el fin del siglo XV, principios del XVI, y que sólo rompen los sonidos de la esquila, el fagot y el bombo.
Se trata de un rito histórico, que se recuperó en los años 80, y que sirve para anunciar la muerte de Cristo. En la capilla de la colegiata de San Martín de Tours, la esquila es la encargada de marcar el inicio del rito. El primer penitente, a cara cubierta, Luis, sale de la iglesia; a 50 pasos le sigue Carlos, y a otros 50, José. Se cuentan a ojo, pero parecen medidos con precisión, la misma del negro del hábito, los cíngulos y el verdugo, símbolo de la crucifixión.
La procesión se repetirá esta mañana y esta noche, tras el Vía Crucis que anuncia la muerte de Cristo, para acompañar el Santo Sepulcro, esta vez a cara descubierta. Apenas recorre 500 metros, marcados por la austeridad de la Pasión castellana.
Luis Fernández Baena, de 82 años, es siempre el primero en salir. Lo lleva haciendo desde que tenía 18 años, con la excepción de los años en que se perdió la procesión, hacia los 60, cuando una arreglo de la iglesia hizo de los hábitos cenizas y acabó con un rito, que ahora no quieren que desaparezca.
Carlos Jiménez Torres Gómez, que toca el fagot, tiene por edad, 21 años, la responsabilidad de mantener el rito, que heredó de Esteban, su predecesor, un "gran amigo" fallecido, al que cada Viernes Santo recuerda con los ritmos del fagot, un instrumento de viento que aquel mismo hizo, similar al que se perdió que, dicen, "ponía los pelos como escarpias". Carlos ha heredado también el hábito negro, ese que tantos años vistió.
Jose Blázquez, de 57 años, es el encargado de marcar el paso con el bombo, que anuncia que Cristo va a morir. "Bonilla tenía mucha tradición de Semana Santa. Incluso había una cofradía cuya vocación era la Vera Cruz", que se fue perdiendo con el paso de los años, explica a Ical Carlos.
Luis recuerda, según le contaron los mayores del pueblo, la cantidad de fieles que acudían a Bonilla en Viernes Santo, capital del valle y de otros seis pueblos, donde se celebraba un Vía Crucis viviente, hasta el punto de que un año tuvieron que cerrarse las puertas de la iglesia porque no cabía nadie más.
Con el sentir de ser católicos y el "amor propio de vivirlo" y respetar el pasado, Luis, Carlos y José volvieron esta medianoche a mantener una tradición, "sobria y de recogimiento", en honor a Cristo, a la Pasión castellana y a Esteban, el "otro negro".
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