El Cabildo ha presentado el logotipo y los actos que celebran el V Centenario del inicio de la construcción de 'La Dama de las Catedrales'
El despertar de la bella Ariadna, se ilumina con el eclipse construido desde la alegoría del sol.
Al ser abandonada por Teseo, miramos el mito de la caverna de Platón.
Desde el éxtasis de la flor solar, se alimentó la unión de la Naturaleza con la heroína del laberinto.
La luz interna y externa, se enfrentó a las sombras fugaces del bosque de Ariadna.
La luz se interpretó como imagen de Belleza, una inquietante alegoría de la Hermosura que explicó la unión del conocimiento con la alegoría solar; con el retorno a la caverna de las sombras, las hojas nutren los pies de la Dama Lunar; la Noche estableció un discurso siniestro, para plantear una correlación que identificó la luz cegadora con la intensa espiritualidad del éxtasis, una luz que fue marcando por la oscuridad en los escenarios pintados en ÉXTASIS EN FLOR, libro sobre las sombras del lumínico bosque velado, espacios que aparecieron desde el paraje ideal de Ariadna. El dualismo antropológico alimentó el claro del bosque de Oma.
La visión de la luz de los ideales Neoplatónicos, se unió a una imagen de la mística de los senderos verdes de Dédalo; morada que se mostró en la poética de las sombras del éxtasis, en el agua representado en la obra Vollmond de Pina.
Las aguas lúdicas y activas, que purificaron para aliarse, revelaron la invisibilidad de las aguas de la Luna negra visualizada por la luz cenital del agua vertical.
La soledad de lo aéreo permitió que Begoña se identificara con el viento, sus brazos alados se elevan para construir el nido sobre la piedra en flor, monte convertido en morada de Gorbea.
¡Vivimos la tempestad del éxtasis al adentrarnos en la grieta azulada!
El gran sueño fue con el viento del remolino, los vuelos oníricos potenciados por los saltos y por las espirales, fueron las auténticas representaciones mágicos-míticas en las secuencias del velo de la Melancolía; las vivencias con el agua y con el aire, unieron las aguas de Oma con el mito de Caronte.
La mística lunar de los ritos de la tierra, como ritos de renovación, alimentaron los cultos de fertilidad que se representaron en el bosque de Oma; paraje en éxtasis, salvaje y primitivo, proyectó sombras ultramundanas en el velo de Ariadna.
Las trayectorias de Begoña definen una coreografía enmarcada en las representaciones simbólicas vascas, los desplazamientos se unieron a la tierra pétrea del suelo invisible; bajo Ariadna, se reforzó el poder vegetal, desde la oscuridad, surgen los volúmenes, simulando arquitecturas de árboles, las agrupaciones se rompieron para moldear el espacio vegetal femenino.
Los gestos cálidos y enérgicos son solemnes para representar el fuego, para secar la tierra húmeda con un infinito dolor, contrastes que llevan al desaliento; la materia y el gesto compensaron la fuerza de la corteza y de las ramas que aportaron organicidad ancestral a la peregrina.
El color y la Oscuridad de los negros se enfrentaron a la tierra de la muerte. La Luz del suelo fertiliza los árboles sin hojas.
Los pliegues negros de Ariadna, como poemas, se ampliaron con la viscosidad de la piel de las piedras, entre las marcas cambiantes, de carácter totémico, visualiza el lugar salvaje ensalzado en jardines y en fiestas vasca, en textos y en mitos sobre la génesis de sus islas con laberintos.
Los sentimientos de la naturaleza, como el ritmo del viento de la mar, mostraron las alusiones a los himnos del fuego, ceremonia de los sacrificios; se marcó la representación de la mitología lunar con el eje del ritual agrario, una iniciación alimentada en distintos actos de revitalización de la materia primitiva, que remitió al regazo de Ariadna: enterrar para fertilizar.
Las tierras de Dédalo se vincularon con los sacrificios siniestros de Saturno, para los antiguos, fue esencial hundirse en la tierra, se enterraban para regenerar, un ritual inmortalizado en las piedras sagradas bajo los pies desnudos de Ariadna.
¡Cuerpos con grietas, cuerpos con tinieblas enfrentados a la Tela Nocturna subterránea!
¡Velo, objeto poetizado que marcó a la doncella, motor de los rostros trágicos!
El Fuego, como elemento sacrificial, permitió alimentarse con la llama nueva de Prometeo, esencial para la tradición espacial y mítica de la tierra vasca.
El páramo se cubre con tierra húmeda; por primera vez, Ariadna bailará con Dédalo, su escenógrafo.
La amistad de Ariadna y Dédalo, de Begoña y Errikarta, es un modelo de amor para mí.
-EL SUEÑO DE ARIADNA de Errikarta Rodríguez, para Begoña Moares Segurola.
Ariadna enlutada busca un lugar escondido donde recostarse, sollozando trata de vencer sus monstruos tratando de buscar una salida del laberinto, atormentada, hundida, construye su lecho de lágrimas y recuerdos, acurrucada y ahogada por la emoción entra en el mundo de la ensoñación, del sonambulismo.
Con sus manos levanta el velo de su cara cruzando un umbral imaginario, atravesando el mundo de los sueños, de los vivos. ¡Mito o leyenda! Extasiada por los acontecimientos, trata de buscar en su interior, los deseos y las caricias que Teseo nunca supo darle, amor de mujer desvalijado y ultrajado.
Hilo de oro con el que sueña sabiendo que gracias a él encontrará su destino. Del cielo un rayo de sol sobre su dedo, convirtiéndose en el hilo soñado, una sonrisa en su cara y vendándose los ojos con un pañuelo bordado, comienza su camino guiándose únicamente por sus instintos, por sus anhelos.
Laberinto imaginario en el que me siento presa del minotauro, de mis sentimientos, hoy tomo mi hilo sagrado, hoy es mi deseo, mi decisión, hembra valiente y temerosa que no conoce la derrota, reina enlutada, que es y siempre será.
Descalza camina entre flores silvestres, y olor a laurel, Victoria ansiada de un viaje interior del que no se quiere despertar, símbolos sobre la madera y rezos sagrados, rituales ancestrales que glorifican su hazaña. Velos negros ondulantes que movidos por el viento simulan una cometa, un acertijo irrepetible, torbellino ecléctico, prohibido, así se siente ella, hilo sagrado que siempre seguirá.
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