Con motivo de la celebración de San Patricio
VOLVER A CASA
ASOCIACIÓN DE NOVELISTAS 'LA SOMBRA DEL CIPRÉS'
Dicen que cuando regresas a casa después de un largo viaje, las cosas que la habitan te están esperando y te dan la bienvenida con gestos invisibles, pero que tú puedes notar, como si te aplaudieran al verte entrar de nuevo por la puerta.
Entro en el Corralón de Carmen Pedrosa, primera directora de la Biblioteca que es hoy de la Junta de Castilla y León, injustamente olvidada a pesar de haber sido una mujer emprendedora y cultísima y, aunque no me guste la expresión, adelantada a su tiempo. Sí, señores, el recinto donde se hallan la Biblioteca Pública y el Episcopio se llama así. Se puede ver en una placa viejuna y descuidada que pasa desapercibida según se entra a la derecha.
En el Corralón de Carmen Pedrosa se escucha por las mañanas el campaneo de la Catedral y por las tardes, cuando Primavera empieza a asomarse, el gorjeo del mirlo.
Después de una ausencia involuntaria de unos años, vuelvo a mi Casa de la Cultura: la Biblioteca.
Y allí están todos aquellos de los que aprendí tanto y de los que me despedí una tarde paseando triste por los pasillos flanqueados por estanterías repletas, acariciando con las yemas de los dedos sus lomos y sintiendo cómo me gritaban en su lenguaje de libro preso: ¡A mí, a mí, llévame a mí!
He vuelto a encontrarme con mi señor Cayo, El Azarías y Daniel, el Mochuelo, con Frankenstein, Jane Eyre, Rebeca, El Clan del Oso cavernario al completo y con los innumerables personajes de Juego de Tronos. También me han saludado el prolífico Jordi Sierra y Fabra y Stieg Larsson, que me causó más de un quebradero de cabeza.
Paul Auster me ha dado la bienvenida desde su rinconcito de Anagrama y Camilleri y Montalbano, acomodados en Salamandra, me han guiñado un ojo.
Clarín y La Regenta también se han alegrado de verme, él incluso se ha quitado el sombrero, lo sé.
Me han recibido con las tapas abiertas los libros de Impedimenta y los de Siruela, en concreto los de Domingo Villar, con el comisario Leo Caldas a la cabeza.
Gabo ha salido de sus Cien años de Soledad acompañado de la familia Buendía para estrechar mi mano. Sabe que siempre lo llevo en mi corazón y en mi mochila.
Me he reencontrado con Los asquerosos de Santiago Lorenzo y con el imprescindible El Abrecartas, de Vicente Molina Foix.
Irene Némirovsky me ha abordado con una bofetada de realidad flagrante en su relato durísimo sobre la guerra, Suite francesa; pero cuando estaba a punto de echarme a llorar, Quino ha salido al quite y, sin decirme una sola palabra, me ha hecho reír a carcajadas
Han sido muchos los que han querido darme la bienvenida, como Pier Francesco Orsini, Duque de Bomarzo de Manuel Mújica Láinez que me trasladó al Renacimiento en el momento que mejor lo entendía y todos los convictos y delincuentes que construyeron Los túneles del paraíso, de Luciano García Egido así como la crónica sobre África que hizo el gran Ryszard Kapu?ci?ski en Ébano. Y Blue Jeans y Megan Maxwell, que en realidad se llaman Francisco y Maricarmen, como de la familia, vamos.
Luis Landero no se ha hecho de rogar y me ha presentado a su nuevo hijo, Una historia ridícula. Espero que me guste tanto como Juegos de la edad tardía del que ya disfruté hace muchos años.
Me ha sorprendido también con una nueva obra Cristina Sánchez Andrade, a la que descubrí con Las Inviernas y que ahora me ofrece, llegando a mis manos directamente de las de un usuario, La nostalgia de la Mujer Anfibio.
Los poetas que me han consolado siempre: Machado, Luis García Montero, Juan Ramón, Félix Grande, Ángel González (?Te llaman porvenir porque no vienes nunca??), han vuelto a ponerse a mi disposición, lo que usted guste, señorita.
Hay amigos nuevos, como los que conforman la estupenda colección de novela gráfica y cómic en la que se encuentra Un océano de amor, de Lupano y Pannaccione que me dejó tan buen sabor de boca cuando el género era casi desconocido para mí y la nueva y estremecedora Todavía estoy vivo, de Roberto Saviano, autor de Gomorra, y Asaf Hanuka.
¿Y los infantiles? ¡Menudo recibimiento! Hervé Tullet me ha salido al paso con Un libro, que tantas alegrías me ha dado en mis andanzas de cuentacuentos y Kestutis Kasparavicius con esa habilidad suya para dotar de vida a los objetos cotidianos en Cosas que pasan cada día, por no hablar de Platero que me ha saludado con un sonoro rebuzno mientras me miraba con sus espejos de azabache y echaba las orejas para atrás. Tan pequeño, tan peludo, tan suave?
No quisiera olvidarme de Rosamunde Pilcher cuyos libros muchas veces coloqué, y que me ha envuelto en esa delicadeza suya tan británica, adornada con paisajes perfectos donde no se ve un mal matojo y en los que siempre hace buen tiempo (véanlo ustedes en los telefilmes de los fines de semana en La 1), ni tampoco dejo de saludar a Jo Goodman ni a Johanna Lindsey autoras de las novelas románticas que se prestaban y se siguen prestando tanto. Me han atraído hacia sí y me han besado largamente tal y como hacen sus protagonistas de forma habitual en los encuentros amorosos que describen, al igual que sus primas mayores de La Sonrisa Vertical de las cuales he tenido que desprenderme casi a la fuerza, que ya no tiene una el cuerpo para mucha fiesta?
Se han presentado ante mí, colocadas y firmes como soldados en un desfile, las revistas: National Geographic, Muy interesante, Telva, El cobaya, La Aventura de la Historia, Año Cero? y tantas otras.
En la fonoteca, Lolita Sevilla, Pepe Isbert y Berlanga, me han dado la bienvenida como a Mister Marshall y he vuelto a bailar con ABBA, me he estremecido con Camarón y he cantado La Marsellesa en Casablanca cogida del brazo de Humphrey Bogart.
No quisiera dejar de mencionar a otros habitantes de la casa que también me han hecho sentir, a su modo, que siguen ahí. Es el caso del fantasma del Marqués de Piedras Albas que ha dejado caer un par de manuscritos de Santa Teresa cuando he entrado en las torres, ni al Ratón Ramón que se sigue escondiendo cuando llegan visitas escolares, no sea que le pisen.
Los de carne y hueso (compañeras y usuarios) también estaban ahí aunque he notado algunas ausencias? la vida, que sigue su curso.
No sé cuándo emprenderé el próximo viaje, espero tardar, pero de momento disfrutaré de la compañía de todos los que habitan esta casa, amarilla y de cristal en la que, algunas tardes, huele a mandarina.
BEGOÑA JIMÉNEZ CANALES