
Castilla y León, entre la búsqueda de acuerdos y los reajustes internos
El presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, ha iniciado una ronda de contactos con los distintos grupos parlamentarios con el objetivo de recabar apoyos para los próximos presupuestos autonómicos. Una iniciativa que, en un momento de complejidad política, adquiere una relevancia especial. El Gobierno del Partido Popular, ahora en solitario tras la ruptura de su coalición con Vox, necesita abrir espacios de diálogo y reconstruir mayorías parlamentarias que doten de estabilidad a la legislatura.
La situación no es sencilla. La salida de Vox del Ejecutivo dejó al presidente Mañueco sin mayoría suficiente en las Cortes, y los próximos presupuestos se presentan como la primera gran prueba de fuego para su capacidad de negociación. UPL, Soria ¡Ya! o Por Ávila se convierten en interlocutores clave en este nuevo escenario. Su respaldo o abstención puede marcar el rumbo político de Castilla y León en los próximos meses. Frente al ruido nacional, que tantas veces contamina el debate autonómico, aquí hay una oportunidad para que las fuerzas políticas prioricen lo urgente y lo importante: la financiación de los servicios públicos, el reequilibrio territorial y la respuesta a los desafíos estructurales de la Comunidad.
Al mismo tiempo, el PSOE de Castilla y León atraviesa un proceso interno de reconfiguración que no pasa desapercibido. La salida de Luis Tudanca de la portavocía parlamentaria, tras casi una década como líder indiscutido de los socialistas castellanos y leoneses, marca el fin de una etapa. Su designación como senador autonómico puede entenderse como un gesto de reconocimiento, pero también como una retirada pactada. Patricia Gómez Urbán, su sustituta, asume una portavocía difícil en un momento incierto, en el que el PSOE necesita más que nunca reencontrarse con un electorado que le ha sido esquivo en los últimos comicios.
Este relevo forma parte de una estrategia más amplia, impulsada desde la dirección federal, que busca renovar liderazgos y preparar el partido para un futuro en el que ya no basta con resistir. Pero el riesgo es claro: si no se gestiona con inteligencia, esta transición puede agudizar las tensiones internas y dejar al PSOE sin una voz sólida en un momento clave.
Castilla y León no está para juegos de poder. El deterioro demográfico, la necesidad de inversiones, el mantenimiento de los servicios públicos en el medio rural y la vertebración territorial requieren políticas valientes, pero también consensos duraderos. Es hora de que los partidos actúen con altura de miras. La ciudadanía no exige unanimidades imposibles, pero sí acuerdos útiles. Porque, al final, gobernar —desde el poder o desde la oposición— es tomar decisiones que mejoren la vida de la gente.