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carta del director

Cinco años de la pandemia: la memoria como herramienta de futuro

Se cumplen cinco años desde que la pandemia del COVID-19 trastocó nuestra realidad de forma drástica. Marzo de 2020 quedó grabado en la memoria colectiva como el mes en que el mundo se detuvo, en el que las calles quedaron desiertas, los hospitales colapsaron y miles de personas perdieron la vida. En España, el virus se cobó más de 121.000 vidas, y en Castilla y León, la cifra superó las 18.800 muertes. Estos números no pueden quedar reducidos a estadísticas frías; cada una de esas víctimas tuvo nombre, historia y seres queridos que siguen llorando su ausencia.

Recordar es un acto de justicia. No solo hacia quienes fallecieron, sino también hacia quienes aún sufren las secuelas del COVID persistente, un problema que, pese a afectar a miles de personas, necesitan recibir la atención sanitaria y social adecuada.

El confinamiento fue una prueba extrema de resistencia y disciplina para la sociedad. No debemos olvidar los balcones convertidos en refugios de solidaridad, los aplausos para los sanitarios o la creatividad con la que intentamos sobrellevar la incertidumbre. Pero tampoco podemos pasar por alto el agotamiento de nuestros profesionales de la salud, la insuficiencia de medios, los errores en la toma de decisiones y las deficiencias estructurales que la pandemia puso en evidencia.

A cinco años de aquel marzo de 2020, es imperativo analizar las lecciones aprendidas. La gestión de una crisis sanitaria de tal magnitud no estuvo exenta de fallos, y es responsabilidad de la sociedad, las autoridades y la comunidad científica asegurarse de que esos errores no se repitan. ¿Está nuestro sistema de salud mejor preparado hoy que entonces? ¿Se ha fortalecido la atención primaria, que fue la primera línea de contención de la pandemia? ¿Hemos aprendido a escuchar con más atención las alertas de la ciencia?

Si algo nos enseñó el COVID-19 es que la salud pública debe ser una prioridad indiscutible. No podemos permitirnos la amnesia colectiva ni el olvido institucional. Honrar la memoria de lo ocurrido es también prepararnos para el futuro. Porque la próxima crisis sanitaria no es una posibilidad remota, sino una certeza para la que debemos estar mejor preparados. La memoria, en este caso, no es solo un deber moral; es una herramienta de supervivencia