Llovía en Valladolid esta mañana; a ratos, aguanieve. Decidí acudir al trabajo en autobús porque, de otra manera, iba a llegar calado a la oficina, aún a sabiendas de que me iba a encontrar empujones por coger sitio para subir al bus y la chorretera del paraguas de algún pánfilo que lo cerraría justo sobre mi cabeza. Lo asumo. Pasó.
Línea C1. Antes ya era larga, circular, pero es que ahora, para llegar a las Delicias, se pasa antes por Segovia, Cáceres y Badajoz, todo por culpa de unas obras en el Polígono de Argales que llevan año y medio afectando al tráfico. Vaya tela.
Me ha encantado el viaje. La conductora pisaba el acelerador como si condujese un Aston Martín, cogía las rotondas trazando un interior que ni Fernando Alonso, se ciscaba en las preferencias de paso (que pa'eso llevaba el bicho más grande) y te daba tres segundos para bajarte en la parada, como no apretases, la puerta te pillaba una pierna e ibas colgando del bus hasta la siguiente, tu verías. En un momento dado se puso a nuestra altura un coche y pegó un bocinazo escandaloso (minutos antes el bus le había cortado un paso en el que tenía preferencia). La conductora le respondió con otro bocinazo aún mayor y todos en el bus pudimos escuchar, clarito como el agua, un "Baaahhhhh, toooooonto". Fué divertido hasta que una señora, sentada en la primera fila, se estampó de morros contra el cristal y las gafas salieron volando. En el descansillo a un señor mayor se le salió el hombro y, en el asiento de atrás, dos chavalitos que iban haciendo carantoñas se partieron los dientes.
Gracias a Dios llegué a mi parada sano y salvo, salí a toda leche y acampé en el primer bar que pillé para tomarme dos tilas y tres ibuprofenos.
Antonio Gaudí fué atropellado por un tranvía, el 7 de junio de 1926, en la barcelonesa calle de Las Cortes, cuando se dirigía a la iglesia de San Felipe Neri.
En sus posteriores declaraciones, el conductor afirmó que el famoso arquitecto se abalanzó sobre el tranvía, sin que nada pudiera hacer él para evitar el atropello, pero le dio poca importancia y emprendió de nuevo la marcha; digo yo que estaba el hombre "apretado" por cumplir con los horarios de la línea y no iba él a quebrantarlos por un atropello más o menos.
Gaudí cantó las 10 de arrastre, precisamente el 10 de junio y dejó sin poner los ladrillos que faltaban en la Sagrada Familia. Ahí siguen dando el callo los albañiles, no he visto obra más larga. Todo sea por el tres per cent.
Al conductor del tranvía le cayó una suspensión de empleo y sueldo que le dejó tiritando.
La Comisión de Justicia de nuestro Parlamento va a aprobar una ley de amnistía de amplio espectro: amplio perdón para el terrorismo, para la malversación y hasta para los hijos de Pujol.
"Cagüen sos..." se han olvidado del conductor del tranvía que se cepilló a Gaudí. Igual aún están a tiempo de añadir una enmienda.
Manda huevos.