Confieso que me saca de quicio. ¿A ti no? Bueno, quizás tú eres de aquellos a quienes les gusta adoptar tradiciones de otros países y, al tiempo, sientes cierta vergüenza de las propias o, a lo sumo, eres un tipo/tipa/tipex de mente abierta (no como yo) y eres capaz de asumir todas las que vayan cayendo además de las que ya tenemos desde tiempos inmemoriales.
Mira, llega hasta tal punto la estúpida asunción de costumbres ajenas que, en la tele, le preguntan a una pava y dice, tan pancha, que ha decidido pasar "el puente de Jalogüin" en Peñíscola... con dos coj... ¡¡¡"el puente de Jalogüin"!!!
Hasta hace no mucho, si a los de Pedrajas nos permitía el currelo disfrutar de este puente, cogíamos el Puente de Los Santos, en realidad, el Puente del Día de Todos los Santos (que no hay que dejarse a ninguno en el olvido).
Incluso cuando pudimos comprar un 600 y tuvimos la oportunidad de irnos a la playa durante tres días, lo que hacíamos era quedarnos en casa; el día de Los Santos era lo suficientemente trascendental como para no fallar. No se nos pasaba por la imaginación dejar de acudir al cementerio o faltar a misa... Ya el día de antes habríamos acudido a las sepulturas de nuestros familiares y adecentado todas hasta dejarlas como los chorros del oro, habríamos colocado flores frescas (que en aquella época no había chinos vendiéndolas, sosas y de tela, a 2,50 euros el ramo) y, por otro lado, no tendríamos miedo de que nos las "levantasen" de allí para ponerlas en otra sepultura, cosa que pasa ahora a poco que te despistes, porque ya no hay respeto ni en los cementerios.
Después de acudir al camposanto, los vivos volveríamos a casa y dedicaríamos buena parte del resto de la jornada a compartir vivencias y, acaso, merendar juntos. Diría que ninguno de nosotros creció más necio o papanatas por dedicar esta fecha a recordar a sus muertos y guardar un cierto luto, siquiera un emocionado recuerdo, acompañado del resto de su familia.
Hoy pareciera que no podemos contar a nuestros hijos que la vida se acaba, que no deben saber que duele cuando se pierde a un amigo, un padre, un hermano o un hijo... que resulta emocionante y valioso recordarles, que, incluso, podemos reír con alguna anécdota o historia de sus vidas sin faltarles por ello al respeto. Lo cierto es que uno vive mientras es recordado.
Así que hemos adoptado una fiesta que empieza con disfraces y discoteca y termina en la nada, como cualquier otra fiesta, cansados y sin blanca.... Eso nosotros, los adultos, porque los niños acaban igualmente cansados y, en su caso, pre-diabéticos, de tanto caramelo con el puñetero "truco o trato".
Se cansa uno de ver a la peña disfrazada de esqueleto, muerto viviente o enfermera asesinada (con el que debe de ser el uniforme oficial de enfermería en el Sacyl, esto es, faldita corta y camisa blanca manchada de "mercromina" y atada con un nudo a la altura del ombligo) pidiendo caramelos o te dan un susto... que digo yo, no hace falta disfrazarse para que te den un susto, con que digan que son de Hacienda ya valdría.
Lo que no se ha perdido con el Jalogüin son las ganas de comer buñuelos y huesos de santo, aunque con el correr de los tiempos se hagan ya rellenos hasta de calabacín (pa' los veganos, supongo). Una antigua leyenda decía que por cada buñuelo zampado, un alma salía del Purgatorio. Con los que se comen estos días, no creo que quede allí ni Dios... (¿Pillas la paradoja?).
Este es, además, el tiempo de las castañas asadas que, cuando hacía frío, eran una excelente manera de mantenerse calentitos.
Si no sales a la calle tampoco evitas darte de bruces con todo este mondongo, no vayas a creer que estás a salvo; basta que pongas la tele pa' ver el Telediario y te apabullan con noticias de 15 países distintos haciendo todos el mismo tipo de tonterías.
Cada día que pasa damos un paso más hacia el momento en que celebraremos, en Pedrajas, el Día de Acción de Gracias y nos comeremos el pavo que cría en su casa mi amiga Pili; gordo lo va a tener que criar pa' que comamos de él los 3.500 vecinos.
Y el día en que lo hagamos habremos caído ya en la peor de las degradaciones, habremos olvidado que somos partícipes de una cultura que es más rica y antigua que casi todas las que habitan el planeta. Quizás no nos importe hoy, pero lo lamentaremos mañana, estoy seguro.
No es que me moleste Jalogüin, en serio, me da un poco igual; el ser humano hace tanto el chorra que una más no agrava demasiado la dolencia... lo que me molesta, lo que me preocupa, es el camino que hemos tomado y para el que no veo ya retorno, porque en este caso, a mi modesto entender, era más sensato, más emocionante, más verdadero, lo que antes celebrábamos, la forma en que vivíamos el Día de Todos los Santos.
Llámame antiguo.