Anoche me visitó el insomnio. Me acosté temprano, pero a la una de la madrugada me encendió la cabeza el caso de la denegación de la residencia a una mujer latina que no denunció a tiempo a su particular maltratador. Sino que, aquel tipo la denunció a ella por autodefenderse en una discusión de pareja. Había estado trabajando en el recurso toda la tarde hasta que se me ocurrió una solución viable a la que todavía seguía dándole vueltas. Me dije, venga Gretell que la ayudas más descansando, y volví a cerrarlos con la esperanza de dormir el resto de la noche.
Marcaban las dos de la madrugada, sobre el fondo de pantalla de mi móvil, desde el que mi familia me sonreía desde un verano en La Habana. Inconscientemente, pensé en mi isla, en los cuatro días que recientemente estuvo en absoluto apagón. Se cuantifican las pérdidas nacionales a la industria, pero nadie cuantificó los niños con miedo a la oscuridad, ni las madres con miedo a que se les echara a perder la poca comida que temblaba en su refrigerador. Las cosas del comer, que se dificultan tanto en una isla sin peces, ni vacas, ni leche. Cerré los ojos sintiéndome como esas olas que lanzan sus besos de sal al inmutable muro del malecón de la Habana.
Desperté nuevamente a las tres, la hora de las brujas. Las brujas me hicieron pensar en la noche de Halloween cuando me disfracé de bruja piruja y mi niño de Spiderman. Pero enseguida se desvió hacia el día siguiente, por ser el día en que nació una de las personas que más quiero en el mundo. El 1 de noviembre que España celebra con buñuelos y misas del día de todos los Santos; el mismo que para México marca el reencuentro con sus ancestros en su colorido Día de los Muertos. Por algún motivo, ese "día de los muertos", me hace pensar en las muertes injustas de la humanidad, me duelen todas: los más de 210 que sepultó la furia del agua en Valencia; los más de 30.000 en casi tres años de guerra en Ucrania; los 42.885 muertos en un año de Genocidio en Gaza, de los cuales 17.210 eran niños. Y todo esto después de una pandemia de la que sobrevivimos con la ilusión de ser mejores personas. Lloro de impotencia en cada telediario, me niego a acostumbrarme a las muertes, a la inhumanidad.
Volví a abrir los ojos cuando eran las cuatro y cincuenta y seis de la mañana. A esas alturas me resigné, afelpando los pasos para no despertar a mi amor, bajé las escaleras y apagué el dolor de cabeza con un paracetamol de un gramo. Encendí una vela en mi altar criollo por Gaza, por Ucrania, por Cuba y por Valencia. Me enchufé al ordenador y comencé a escribir.
Lo primero que viene a mi mente es el microcuento en el Insomnio de Virgilio Piñera, de él tomé el título de esta entrada. Como es absolutamente genial, os comparto un fragmento.
"(...)A las seis de la mañana carga un revólver y se levanta la tapa de los sesos. El hombre está muerto pero no ha podido quedarse dormido. El insomnio es una cosa muy persistente". Virgilio Piñera, En el Insomnio.
Fuentes:
https://efe.com/mundo/2024-10-26/gaza-guerra-muertos-heridos-israel/
https://ciudadseva.com/texto/en-el-insomnio/ Virgilio Piñera
https://elpais.com/ideas/2024-11-03/en-gaza-mueren-mas-ninos-que-hombres.html
https://www.rtve.es/noticias/20241103/dana-3-noviembre-ultima-hora-directo-resumen/16313770.shtml
https://ich.unesco.org/es/RL/las-fiestas-indigenas-dedicadas-a-los-muertos-00054?RL=00054
https://newsweekespanol.com/2024/02/08/muertos-guerra-rusia-ucrania/