Cuando éramos niños había el momento, nada más. No planes de futuro, no expectativas y cero compromiso. Éramos consistentes con lo que teníamos que serlo y había guardianes protectores que facilitaban el trabajo. Hoy, como adultos, ya hemos descubierto la fragilidad por una nula o escasa consistencia. Hoy nuestros objetivos son mayores, nuestras miras más altas, y queramos o no se requiere de nosotros la mejor versión posible.
Las características principales de una persona consistente son dos: resistir y avanzar.
Una persona resiste cuando lo que hace le produce más placer que sufrimiento o cuando le compensa seguir adelante a pesar de la dificultad o el dolor.
En la vida los momentos en que todo parecerá irse por donde ha venido hacen multitud, y podemos sacar una oportunidad de ellos o terminar arrastrados. Como arrastrarse no es algo que nos vaya a ayudar a ser mejores personas, nos fijaremos en la primera. Resistir no es otra cosa que negarse a caer hasta encontrar una solución.
Llegamos a un punto en que nuestro negocio va mal, se acumulan algunas deudas y la única solución posible es cerrar porque ya no hay marcha atrás. Aquí muchas personas harían lo más fácil, dejarse llevar por la tristeza y encontrar el desahogo cargando contra otros o caer en depresión y advertir a esos otros del lado oscuro de abrir un negocio.
¿Qué pasa entonces con la pasión y el esfuerzo del primer día? Resistir el impulso inicial de perder el control y centrarse en los caminos nuevos después de un tropiezo requiere no dejarse llevar por las emociones antes descritas, ayudarnos a nosotros mismos y creer en que las etapas están para madurar, nunca para confirmar los juicios que lanzamos de forma despiadada contra nosotros cuando las cosas nos salen mal.
En palabras de John Paul de DeJoria: ?En la vida vas a atravesar por decepciones, con seguridad lo harás. Vas a atravesar por cosas que están equivocadas pero al final, todo va a estar bien. Y si no está bien, entonces aún no es el final.? Somos más fuertes de lo que estamos enfrentando ahora, y no importa lo nublado que esté, solo procura caminar por la tormenta con la misma determinación con que lo hiciste cuando brillaba el sol.
Hace ya unos cuantos post (y algún año que otro), comentaba en La renuncia es lo que te salva que sin desapego no hay avance. Si nos resistimos a soltar la carga que llevamos encima jamás podremos llegar a la meta, al menos no con aliento para disfrutarlo.
Avanzar significa cambiar. Una persona cambia cuando se da cuenta de que su actitud ante la vida ya no está dando los frutos que llenan los días de sabor. Por lo general esto pasa cuando ya no somos capaces de disfrutar con lo que hacemos y nos hemos quedado estancados, razón por la que decidimos dar un tiempo a la situación por si algo sucediese, hasta que descubrimos que con el tiempo no va a ocurrir y terminamos por dar el paso de hacer algo nuevo.
El elemento clave del cambio es la pasión. Sin pasión no hay cambio ni ganas de vernos avanzar. Tanto si estamos saliendo de un antiguo problema como si estamos inmersos en un nuevo proyecto la pasión por construir hace que superemos cualquier impedimento que se nos pueda presentar. Imagina que te estás cambiando de ciudad y al llegar a la nueva no tienes a nadie con quien salir, solo vas y vienes del trabajo, haces la compra y poco más. Si tu pasión solo era el cambio de trabajo probablemente pase que no hagas más que eso, pero si lo que querías era construir una nueva vida el hecho de salir y conocer gente nueva estará en tu agenda y no pararás hasta conseguirlo, resistirás los días en lo que todo lo haces a solas hasta encontrar nuevas compañías con las que pasar tu tiempo.
Así es como las personas avanzamos en la vida, proponiendo objetivos nuevos y sintiendo la pasión por conseguirlos.
Lo fundamental es que te hagas una persona madura, que cree que es posible construir si hace falta a partir de de cero e involucrarse en cualquier proyecto que le genere interés. El victimismo rara vez lleva a las personas a ningún tipo de mejora, pero la responsabilidad por mejorar sí es un rasgo atractivo de quienes destacan y tienen aptitudes. Pregúntate qué haría una persona a la que ya consideres con estas capacidades en la situación en la que te encuentras para hacerlo tú exactamente igual. No esperes más para construir algo que merezca la pena recordar.