Un pasado difícil puede estar en ocasiones fuera de control, como esperando alguna oportunidad para hacerse un hueco en el presente. Mientras permanezcamos permisivos con él, este pasado que no tiene más fuerza que la que nosotros le queramos dar, crecerá hasta gobernar cada uno de los intentos en que pretendamos mirar al futuro con ilusión.
El pasado es algo que trae gratitud por muchas cosas de las que hemos podido aprender para ser quienes somos hoy. Nos ha formado, nos ha dado lecciones que nos han conectado con otros y con nosotros. Pero también nos hace recordar lo malos que fuimos con alguien, o lo malo que fue alguien con nosotros. Quizás lo más natural de la vida nos quitó a una persona especial en el peor momento, o nos ocurrió lo que menos deseábamos y nos vimos desamparados y sin fuerzas para volver a confiar. El castigo al que nos vemos sometidos es cruel y se presenta una batalla dura de superar.
Parte de la verdad que se esconde es que lo que hay que superar no son los recuerdos, algo imborrable, sino la forma en que los hemos etiquetado con tal fuerza que hasta nosotros nos hemos etiquetado con ellos. Pero es que nosotros no somos nuestros recuerdos de lo que ocurrió aquel día o aquel año, no somos lo que se suponía que nos iba a pasar por haber vivido aquel instante, y por ello no podemos seguir perteneciendo a un tiempo que si nos aplastó el corazón, fue porque necesitaba morir para renacer convertido en algo más.
¿Qué has hecho mal para merecer este castigo? Nada. Ahora ya hay un muro entre tú y tu pasado. Es como empezar de nuevo. Elisabeth Kübler-Ross
Tanto para mí como para cualquiera, resulta sobrecogedor sentir cómo la vida se para en seco en un momento determinado y ver cómo pasan los años mientras una parte de nosotros sigue allí atrás, parada, porque todavía no ha sabido cómo encajar el golpe. Tómate un tiempo para vivir con la pregunta: ¿Qué hay de malo en todo esto? Verás que lo que parece como un castigo personal de la vida hacia ti no es más que un acontecimiento de la vida, que a otros les ocurrió lo mismo y otros vendrán despues que tú.
Personalizar los problemas pasados como si construyesen nuestro carácter es la manera más desnaturalizada de no aceptar que estamos en la vida vivos y actuando, y que uno debe dejar espacio para el desorden y la reconstrucción. La idea es que uno puede canalizar su fuerza hacia la pérdida o entenderla como un paso más hacia la meta. ¿Cuál es la meta? Canalizar las emociones pero esta vez no hacia el recuerdo o su represión (lo que se reprime tiende a persistir), sino hacia honrar lo que se siente de forma correcta, que es darle permiso al mundo para nacer y morir dentro de nosotros en cada experiencia.
Tras el pasado, ¿sientes que ya no eres la misma persona? Es porque no lo eres. No has cambiado tu estatura, ni tus gustos son distintos, no te levantarás a diferentes horas, la vida te ha colocado en un lugar para recordarte que nada es para siempre, que todo tiempo es un regalo que puedes coger y llevarlo contigo como muestra de una identidad que a la vida ha venido a jugar la partida con todas sus reglas. Como dijo el ajedrecista y por veintisiete años imbatido Emanuel Lasker: "Para jugar no hace falta ser inteligente, es la propia partida la que hace, a través de los errores, inteligente al jugador".
Tu partida hoy sigue en juego. Aún hoy cometes errores de los que aprendes porque sigues en la partida. Y sigues en la partida porque es a lo que has venido a esta vida, a ser algo más que un espectador. ¿Cuál va a ser tu próxima jugada?