Una vez pasado el 8M, debo reconocerlo, me he quedado algo sorprendido. Vaya por delante que me alegro que, al menos en Castilla y León, todas las manifestaciones que tuvieron lugar ese día pudieran realizarse con total y absoluta normalidad y cumpliendo con las normas sanitarias. A partir de ahí, no puedo hacer otra cosa que mostrar mi asombro por la repercusión previa que tuvo todo el entramado de reivindicaciones feministas.
El delegado del Gobierno en la Comunidad, Javier Izquierdo, máximo responsable de la seguridad en Castilla y León, escenificaba en días previos lo que yo considero un disparo certero sobre este tema. "En Castilla y León se han celebrado desde que concluyó el anterior Estado de Alarma aproximadamente 1.700 manifestaciones en la Comunidad Autónoma y todas han seguido el mismo procedimiento. Todas han pasado por un informe previo de la Consejería de Sanidad de la Junta de Castilla y León. Sinceramente, no entiendo la preocupación general por la celebración del 8M", apuntó.
Prácticamente 1.700 manifestaciones, concentraciones o reivindicaciones, muchas de ellas sin mascarilla -recordemos que la obligatoriedad de esta no llegó hasta bien entrado el verano-, con menores distancias de seguridad o con menos conciencia por parte de la gente al estar arrancando la pandemia (me refiero a aquellas que tuvieran lugar en junio, julio o agosto). Misma situación o incluso peor. Pero el ojo se ha puesto sobre las del 8M. ¿Por qué?
No se confundan. Yo soy partícipe de que en esta terrible situación no debería haber ninguna. Pero esa es la clave. Ninguna. El derecho a la manifestación es eso, un derecho, y por supuesto todos debemos poder ejercerlo siempre que queramos y cuando cumplamos los requisitos legales para hacerlo debidamente. Pero ahora no es el momento y hay otras formas de visibilizar una causa que no impliquen posibilidad de contagio.
Pero hete aquí el quid de la cuestión. Sabiendo que sí se pueden celebrar manifestaciones, mientras estas se hagan de la manera adecuada no debería ponérsele ningún 'pero'. O dicho de otra forma; el problema no es que haya quienes vayan contra las manifestaciones feministas, sí lo es que haya quienes vayan contra el feminismo.
P.D. Videoclip de 'La puerta violeta' de Rozalén.