¿Saben? Estos días hay veces que me pongo nostálgico, tierno, emotivo. Llámenlo como quieran. Y me pongo a recordar cómo era mi vida antes de la pandemia. De las últimas cosas que hice con total y absoluta normalidad en febrero de 2020. Y lloro. Sí, lloro. No me importa decirlo. Llorar es algo muy sano y al mismo tiempo muy demonizado en nuestra sociedad actual, sobre todo si eres hombre.
Recuerdo aquellos momentos con amigos muy, muy cercanos que me ha alejado la pandemia. También de aquellos familiares. Me vienen a la mente las horas de fiestas, encuentros, conciertos, deportes y muchos eventos con gente arremolinada que para mí eran la vida. La felicidad. Sentirme yo en estado puro. De aquel tiempo a esta parte reconozco que tengo cierta sensación de vacío que, no les niego, me preocupa. Es un no estar completo muy extraño.
A estas alturas todos sabemos que el coronavirus ha cambiado nuestra vida. Sigo confiando en que más pronto que tarde volverá a ser totalmente como esta era, pero de vez en cuando también me invade el pequeño temor de que no sea así. ¿Y si las cosas no tienen esa capacidad de retroceso, de volver hacia atrás? ¿Y si no recupero todo aquello que quería y que era parte esencial de mi día a día?
Pronto ese pensamiento se desvanece, sé que sí voy a volver a vivir aquello. Y si no es igual, será muy parecido. Y sonrío. Sonrío porque soy consciente en ese momento de lo feliz que era.
P.D. Videoclip de 'Mira cómo vuelo' de Miss Caffeina.