Doña Letizia no sube a los barcos ya que sabe como Feijóo que a la tripulación la carga el diablo y no es cuestión de pedir al Currículum antes de quitarse las alpargatas y subir a navegar por el ancho mar.
Es más fácil encontrar buena gente en los museos y en las bibliotecas o en las casas de acogida y en las residencias de ancianos.
Su suegro se embarcó hace muchos años en distintas travesías que no llegaron a buen puerto, pero sus seguidores le aclaman y se debe a ellos en aguas Gallegas mientras le llaman Bribón entre aplausos y abucheos.
Don Felipe no puede renunciar a esos amigos de siempre que le respetan y esperan que coja el timón del país y nos lleve con sus decisiones a buen puerto.
Las coordenadas del rumbo que elija serán las nuestras en el futuro pero el viento es cambiante y a veces llegan turbulencias del norte y del centro que hacen difícil la travesía.
La reina Sofía sabe que el sol de las terrazas llega con menos fuerza que en primera línea de mar y a esa edad la piel ya tiene suficiente Vitamina D como para aguantar hasta que el todo poderoso la lleve donde se merezca estar.
Y Froilán prefiere marearse en fiestas que acaban en pédalos a orillas de playas que surfean mujeres tatuadas con anclas en las ingles.
En la costa hay mucho tiburón de las finanzas y no están las cosas para dejarse envolver en negocios de alta mar.
Elena siempre fiel a su padre acepta ser la compañera lo mismo en un burladero que en la proa de cualquier navío.
Y Cristina prefiere en el muelle escuchar la canción que da comienzo a El Embarcadero...
"Te vas y como los perros de caza rastrean su pieza yo corro detrás".
No hay más pasajes para subir al Barco de Vacaciones en el mar por eso LA REINA NO SE EMBARCA.