Estamos tan acostumbrados a ver al nuestro en todos los saraos, inauguraciones y recepciones que nos sorprende que el Rey del país vecino se esté bañando en la piscina y tomando mojitos de menta mientras veintiocho ministros se zurran la badana para intentar crear buen ambiente y relaciones comerciales para los pueblos de los dos países.
Pero el error es nuestro, no de cálculo, sino de concepto.
Casi doscientos jugadores juegan en la liga de la primera división de fútbol, trescientos novilleros y toreros se pelean con morlacos en los ruedos de las plazas de España, ciento y pico restauradores tienen ya una estrella Michelin, treinta y cinco empresarios o CEOS o como se diga ahora comparten el privilegio de estar en las juntas de dirección del IBEX35.
Pero es que Rey hay uno solo en cada país. UNO.
Y lo que no es normal es que el nuestro haga más horas que cualquier funcionario de hacienda y encima tenga que visitar cada fin de semana una localidad que celebra el doscientos y pico años que apareció allí un santo o se cayó una torre o se inauguró un pantano.
Que solo tenemos uno y encima este parece que tiene cara de buena persona y buena gente.
Le tratamos como al presidente de una comunidad de vecinos, que tiene que negociar los seguros del edificio, estar presente mientras los mendas arreglan las calderas y llamarle en el primer momento que el ascensor no rula.
Esta familia tenía que vivir en un Palacio como Dios manda, con tenis, padel, piscina y sala de cine y tres o cuatro dependencias grandes para recibir a quien hiciera falta.
Y todo el que quisiera ver al Rey, al único que tenemos en toda España, pues que pidiera audiencia, se le cita un día y se le trata como se merece, pero en su casa, y no todo el día de aquí para allá.
Tiene mujer y dos hijas y se merece estar con ellas, compartir las cosas de la casa, los estudios, los objetivos, algún día conocer a los novios y merendar con los sobrinos y hablar de balonmano con el de Urdangarín y saber qué se cuece por la noche madrileña con Froilán.
Pero en este país nuestro estamos todo el día invitando al Rey, que inaugure el Rey y que de el premio el Rey. Un país de mediocres, para hacer eso, es mejor que renuncie y nombramos a Joaquín el jugador del Betis, que en breve dejará el fútbol y seguro que estaría dispuesto a realizar las funciones y los viajes, con buen humor y acierto.
El monarca del país vecino nos ha puesto en su sitio. Lleva un año en un resort de lujo más grande que Medina del Campo. Atiende al teléfono a su secretario a primera hora, le dan el parte de novedades y a vivir, que la vida son dos días.
Vamos a centrarnos de una vez y a dar la importancia que tiene a cada uno y dejarnos de tratarle como a un visitador médico de la zona Noroeste, con buen sueldo y coche de empresa.
Que solo tenemos UNO y la vida se pasa volando y si no que se lo pregunten a MOJAMÉ.