Desde la pandemia por COVID, los innumerables incendios veraniegos y la actual DANA que ha pasado por nuestro país, parece que no levantamos cabeza en España con las emergencias y catástrofes. Posiblemente olvidamos muy deprisa todo lo que las rodea, lo importante en su gestión y la parte que nos toca a la ciudadanía para cooperar en que todo se recupere de la mejor forma posible.
En las últimas dos semanas semanas he reflejado los conflictos con la DANA en varios medios, que son habituales en toda emergencia por otra parte. Aquí, bajo el nombre Bulos en las inundaciones, y también para Cadena SER y para Onda Cero, he tratado de esclarecer las mentiras típicas que se asocian a cualquier evento negativo de esta índole. Desde conspiraciones típicas sobre el control poblacional, hasta las teorías que dan la vuelta al problema que lo provoca tratando de eludir la posible prevención.
Resulta importante saber que cuando llega una catástrofe lo menos importante es echar leña al fuego. Un buen ciudadano debe colaborar, cooperar, ayudar en todo lo que tengamos a nuestro alcance y evitar mentir. A fin de cuentas, no es habitual que alguien quiera provocar un mal a los demás, ni siquiera con las elaboradas teorías que hablan de grandes élites. Por el contrario, difamar sistemáticamente en estos sucesos, es un perjuicio del que no hay beneficio.
En mis libros sobre la pandemia por COVID hablé del Capitán a Posteriori, ese personaje de la serie South Park que acudía a los incidentes a reflejar los fallos causantes, pero cuando la emergencia estaba provocada. Las casualidades no existen, pero vaya casualidad que la misma gente que ejercía de Capitanes en 2020, lo hicieran en los incendios de 2021 y 2022. Y como no podía ser de otra forma, ahora también.
Es fácil ser gestor de catástrofes cuando el problema está activo, pero resultaría interesante que todos esos grandes talentos salieran a la luz de forma preventiva, antes de suceder. Así podríamos evitar la catástrofe y dejar de lamentar víctimas y daños materiales. Sin embargo, como todo es habladuría, fanfarroneo, boca a boca y presumir, en realidad es evidente que no podemos hacer nada. Mucho menos en el momento en que ya ha pasado.
Para comprender la magnitud del problema, hay que entender la catástrofe desde dentro. Ya nos han explicado qué es una DANA, sin embargo, ¿sabemos que es una lluvia torrencial? ¿Sabemos el peligro de una riada? O mejor dicho, ¿sabemos actuar como ciudadanos ante una emergencia? En Paciencia en la emergencia di unas anotaciones. Ante una riada, el mayor riesgo para nuestra vida es querer salvar bienes materiales, por costosos que sean, luchar contra el agua es una batalla perdida. Todos hemos oído hablar de que en un tsunami hay que buscar el lugar más alto donde poder llegar en poco tiempo.
Cuando una emergencia sucede, la gestión es compleja. Y con esto no quiero decir que las inundaciones de valencia sean el ejemplo de cómo ejecutar la respuesta. Somos conscientes de que los minutos son oro pero, por desgracia, hacen falta esos minutos para tomar decisiones, ejecutar planes de actuación y alertar. No tenemos la capacidad de dar soluciones con un chasquido de dedos.
Con esto seguiré la semana que viene tratando la gestión desde el inicio hasta su resolución, el apoyo de ONGs, entidades, administraciones y los propios ciudadanos.