Las nuevas tecnologías de la comunicación tienen un enorme potencial para cambiar la sociedad del siglo XXI. Pero además, poseen la capacidad para transformar también nuestro lenguaje. La era tecnológica ha transformado de múltiples formas la manera en que se relacionan y se comunican las personas en la modernidad. Por ello, nuestra lengua, que cuenta con unas reconocidas raíces históricas, debe adaptarse y evolucionar para dar cabida a esas nuevas realidades que conlleva la revolución digital, incluyendo palabras que hasta hace un par de años ni siquiera existían.
Son muchos los anglicismos tecnológicos que llegan a nuestras vidas para quedarse, bien en su forma original o bien en su forma adaptada al español. Neologismos de sobra conocidos por todos, que muchos utilizan hasta el hastío en un afán por ser el más moderno, más hípster, más cool. Pero, ¿están plenamente aceptados en nuestra lengua? Es la Real Academia Española la que se encarga de poner luz entre tanta maraña de términos extranjeros y, en función de su uso e integración en la sociedad, los descarta o incorpora a su Diccionario de la lengua española.
De momento, estos son los vocablos que están reconocidos por la RAE:
- Tuit, tuitear, tuitero. Nada de ponerlo en su versión anglosajona, donde nos liamos al colocar la uve doble. Estas tres formas están adaptadas desde 2014. Y cada una cuenta con su propia definición oficial, que nos indica el nivel de penetración de estas palabras en nuestro día a día. Por ‘tuit’ entendemos aquel “mensaje digital que se envía a través de la red social Twitter y que no puede rebasar un número limitado de caracteres”. El verbo ‘tuitear’ es precisamente la acción que nos permite comunicarnos “por medio de tuits”, o bien “enviar algo por medio de un tuit”. Y, por lógica, un ‘tuitero’ será aquella “persona que tuitea”.
- Dron. Cuando mi hija pidió uno de estos a los Reyes Magos, entonces fui plenamente consciente de que no estamos ante un trasto futurista, sino ante un elemento cotidiano más para nuestro tiempo de ocio. Está adaptado del inglés drone (admito que jamás lo he visto escrito en su forma original). Y, en este caso, estamos recurriendo a un neologismo que ayuda a la economía lingüística: ¿por qué enredarnos con definiciones como “avión no tripulado” o “aeronave que carece de piloto”, cuando con apenas cuatro letras estamos diciendo exactamente lo mismo?
-Wifi. Así, pronunciado tal como suena. Algunos ultramodernos pretenden corregirnos diciendo ‘guaifai’. Ni caso. El sistema de conexión inalámbrica entre dispositivos y con la red de internet es tan común que ha encontrado también su hueco en nuestro diccionario. Puede escribirse junto, o también separado (‘Wi Fi’).
-Tableta. La verdad es que están en desuso, pero, debido a su explosión hace no muchos años, hemos adaptado el término al castellano. No, ya no es de modernos emplear el anglicismo ‘tablet’. Ahora, el “dispositivo electrónico portátil con pantalla táctil y con múltiples prestaciones” compite semánticamente con el chocolate. Dos tabletas, distintos significados.
- Emoticono. ¿Qué sería de nuestras conversaciones de Whatsapp sin las caritas sonrientes, las que lloran de la risa, las flamencas o las más escotológicas? Los conocidos ‘emojis’ se han españolizado para hablar de la “representación de una expresión facial que se utiliza en mensajes electrónicos para aludir al estado de ánimo del remitente”. Bueno, al estado de ánimo, o de hambre, si colocamos la nueva paella con pollo.
- Pantallazo. Sí, ese que todos hemos hecho primero en el ordenador y después en el móvil para enseñar algún contenido curioso. Algunos prefieren llamarlo ‘captura de pantalla’. Ambas expresiones sirven para denominar la fotografía tomada de un momento concreto de la pantalla con el fin de compartirlo, mostrarlo o guardarlo.
- Chatear. Bueno, esta es un tanto antigua, porque los chats están de capa caída. Esta acepción habla de un “intercambio de mensajes electrónicos a través de Internet que permite establecer una conversación entre dos o varias personas”. Lo dicho: tras el nacimiento de las redes sociales y las aplicaciones de mensajería, ya casi nadie chatea. Salvo en los bares, claro …
- Blog. Curiosamente, se trata de una de las palabras que más ha tardado en ser incluida en el diccionario de la RAE, y eso que llevamos años hablando de ellos. Se trata del “sitio web que incluye, a modo de diario personal de su autor o autores, contenidos de su interés, actualizados con frecuencia y a menudo comentados por los lectores”. Junto a él, se incluye también su autor reconocido como ‘bloguero’.
Sin embargo, hay muchos que achacan cierta lentitud a la RAE a la hora de incluir nuevas definiciones de forma oficial. Por eso, recurrimos también a la Fundéu (la Fundación del Español Urgente), que nos recomienda el uso de estas expresiones, pese a no estar aceptadas aún por los académicos:
- Wasapear y guasapear. Tal cual. Algo que hacemos una media de dos horas al día. Algo tan común como beber un vaso de agua, que hacemos desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. ¿Y de verdad no está reconocidas por la RAE? En este caso, la Fundéu toma como referencia los criterios de la Ortografía de nuestra lengua para adaptar esta nueva realidad. Y hago un inciso para rogar a aquellos que dicen que me van a mandar un ‘wass’: amigos, eso no existe, ni para la RAE, ni para Fundéu, ni para nadie; no pretendáis ser los más modernos del lugar.
- Selfi. La palabra del año en 2014. El autorretrato al que nos hemos comido la ‘e’ final, aunque muchos siguen añadiéndola. Curioso que, pese al bombardeo egocéntrico al que somos sometidos diariamente con esta práctica, la Real Academia no se haya pronunciado sobre su uso. Sí lo hace la Fundéu, que recomienda la adaptación española.
- Viral. Ahora todo es viral: un vídeo, una foto, una respuesta en Facebook. Se comparte todo de forma masiva, y llega a todos los rincones del mundo. A todos, menos a las páginas del Diccionario de la RAE, donde no tiene cabida (salvo para expresar lo relativo a los virus, que no es el caso).
- Meme. Están por todas partes. Estoy alucinada con la creatividad y la destreza de algunos para hacerlos aparecer nada más terminar un partido de fútbol, por ejemplo. Hablamos de esas imágenes de contenido humorístico que se comparten exponencialmente en las redes en un período corto de tiempo. Se ve que a los académicos no les hacen demasiada gracia …